sábado, 25 de abril de 2015

EVALUACIÓN EN EDUCACIÓN VIRTUAL

Tomado del Módulo 5 del curso sobre Tutoría Virtual en  https://snte.declara.com/class/719165/page/719170



Este artículo nos introduce en el mundo de la evaluación educativa, con la intención de precisar, en primer lugar, a qué refiere la evaluación en el ámbito educativo y las implicaciones que puede tener la evaluación para contribuir a la mejora  educativa. Conoceremos enfoques, objetos y ámbitos de evaluación, qué criterios se ponen en juego en el proceso y qué actores están involucrados.

Los conceptos generales y fundamentos de la evaluación educativa



11.1 Aproximaciones: ¿Qué es evaluación?


Como alumnos o docentes, como evaluadores o evaluados, en espacios escolares o laborales, seguramente hemos tenido algún contacto con situaciones de evaluación; así la evaluación se nos presenta de diferentes maneras, a veces de modo explícito como una prueba escrita o examen de conducción, y en otras oportunidades de modo encubierto, como por ejemplo, en una entrevista laboral en donde no queda del todo claro cuáles son los criterios que se toman en cuenta: nuestros antecedentes profesionales, el modo en que hablamos o vestimos, …

No siempre se entiende lo mismo por evaluación y, a la vez, las reacciones que suscita suelen ser muy distintas.

Cuando se plantean preguntas tales como “¿cuándo evaluamos?” , una respuesta frecuente es “siempre estamos evaluando”. Ante esa respuesta es difícil poder hablar con precisión de ese proceso, puesto que todas o la mayoría de las acciones podrían implicar evaluación. Y aunque en algún sentido esto pueda ser cierto, es necesario realizar algunas precisiones que nos permitan diferenciar procesos para intentar mejorar el modo en que evaluamos, el modo en que es percibida y el uso que hacemos de los resultados obtenidos.


 Metáforas de la evaluación: imágenes con las que suele asociarse la evaluación.
Captura de pantalla 2014-11-04 a las 15.24.55.png


Para pensar:
Todo se desarrolla como si en torno a la idea de evaluación se hubiera construido un espacio ideológico, estructurado en dos polos: un polo negativo, organizado alrededor de las ideas de represión, de selección, de sanción, de control y un polo positivo, organizado alrededor de las ideas de progreso, de cambio, de adaptación, de racionalización (BARBIER, 1993: 14).


Cuaderno%20y%20lupa.jpg
Para Profundizar:
Jiménez, Bonifacio. La evolución, su conceptualización. En: Evaluación de programas, centros y profesores. Madrid. Ed. DOE. Pp. 25-56 


11.2 Una situación distinta para pensar la evaluación


A continuación le proponemos que mire el siguiente video de un grupo de murga uruguaya que se llama Agarrate Catalina:


¿Cuáles son los criterios que debe cumplir el “novio de mi nieta” en este caso?

Cuando se plantean preguntas tales como “¿Cuándo evaluamos?” Una respuesta frecuente es “siempre estamos evaluando”. Ante esa respuesta es difícil poder hablar con precisión de ese proceso, puesto que todas o la mayoría de las acciones podrían implicar evaluación. Y aunque, en algún sentido, esto pueda ser cierto es necesario realizar algunas precisiones que nos permitan diferenciar procesos para intentar manejarlos.

La característica esencial de todo proceso de evaluación es la que su mismo nombre está denotando: es una valoración, es la enunciación de un juicio de valor. Evidentemente podemos llegar por muy distintos caminos a un juicio de valor y por esto, a acciones muy diferentes podemos identificarlas como evaluaciones.

Para continuar el trabajo es necesario clarificar estas concepciones. Incluso definiendo evaluación por la presencia de un juicio de valor, Barbier (1993) distingue tres tipos de evaluación: implícita, espontánea e instituida.


La evaluación «implícita»

A veces, y probablemente no sea ni mucho menos el caso más frecuente, el juicio de valor no se explicita más que a través de sus efectos. Es especialmente, el caso en que el juicio de valor inicia las múltiples tomas de decisión que acompañan a las acciones. En este caso, no puede dar lugar a ninguna forma de observación propiamente dicha: no puede aprehenderse más que a partir de los efectos que precisamente se le atribuyen.

La evaluación «espontánea»

En ocasiones, y éste es un caso especialmente interesante, el juicio de valor no se explicita más que a través de su enunciado, de su formulación, como es el caso particular en que se manifiesta espontáneamente la propia opinión sobre una actividad o sobre una persona.

Esta forma de manifestación de la evaluación es extremadamente frecuente; podemos decir que constituye una actividad habitual y en cierto sentido inevitable para todo participante en una organización dirigida a decir cosas «buenas» o «malas» en relación a criterios que raramente son explicitados.

La evaluación “instituida”

Finalmente, en ocasiones el juicio de valor se explicita totalmente en cuanto a su producción como resultado de un proceso social específico cuyas primeras etapas son susceptibles de observación. Su producción se puede definir entonces como un acto deliberado y socialmente organizado dirigido a generar juicios de valor. Como tal, esa producción presenta en particular diversas características ostensibles:

- pone en funcionamiento unos instrumentos y una metodología cuyo desarrollo es variable, pero siempre presente y algunas veces importante;

- quienes la promueven son socialmente aptos para llevarla a cabo y su papel está explícitamente reconocido;

- los resultados a los cuales llega se explicitan en la mayor parte de los casos, a fin de poder utilizarse eventualmente en marcos diversos.
Barbier, Jean Marie (1993), La evaluación en los procesos de formación. Barcelona: Ediciones Paidós.
  

De ahora en más, aunque no lo explicitemos, vamos a hablar solo de la evaluación instituida o sea de los actos deliberados y socialmente organizados dirigidos a generar juicios de valor, aun cuando sabemos que no podemos ignorar la existencia de las otras dos formas, la implícita y la espontánea.


11.3 Búsquedas, intenciones, objetos y ámbitos


Cualquier evaluación, según los contextos y los ámbitos en que se desarrollen, cumplen al mismo tiempo muy diferentes funciones y son organizadas para diferentes usos o finalidades.


Veamos algunas propuestas de especificación de funciones y finalidades de la evaluación.

Cuaderno%20y%20lupa.jpgPara leer:


LAS FUNCIONES Y LAS FINALIDADES DE LA EVALUACIÓN
Elola, N y Toranzos, L. (2000). Evaluación educativa. Una aproximación conceptual. www.campus-oei.org/calidad/luis2.pdf
FUNCIONES
En términos generales se pueden reconocer diferentes funciones frecuentemente atribuidas a la evaluación, las mismas no son excluyentes sino complementarias y algunas se explican a través de las ideas más generalizadas que se tienen sobre la evaluación y todas se relacionan directamente con un concepto más completo y complejo de estos procesos.

Función simbólica: los procesos de evaluación transmiten la idea de  finalización de una etapa o de un ciclo, se asocia con frecuencia la evaluación con la conclusión de un proceso, aún cuando no sea éste el propósito y la ubicación de las acciones evaluativas. Cabe tener presente que para los actores participantes en alguna de las instancias del proceso, éste adquiere esta función simbólica.

Función política: una de las funciones más importantes de la evaluación es su carácter instrumental central como soporte para los procesos de toma de decisiones. Esta función es claramente política ya que la evaluación adquiere un rol sustantivo como retroalimentación de los procesos de planificación y la toma de decisiones sobre la ejecución y el desempeño de los programas y proyectos.

Función de conocimiento: en la definición misma de la evaluación y en la descripción de sus componentes se identifica como central el rol de la evaluación en tanto herramienta que permite ampliar la comprensión de los procesos complejos; en este sentido la búsqueda de indicios en forma sistemática implica necesariamente el incremento en el conocimiento y la comprensión de los objetos de evaluación. Los procesos de “retroalimentación” y de “dar cuenta de” son dos formas de esta función.

Función de mejoramiento: En forma complementaria con la función de conocimiento y la identificada como función política, esta función destaca el aspecto instrumental de la evaluación en tanto permite orientar la toma de decisiones hacia la mejora de los procesos o fenómenos objeto de la evaluación. En la medida que se posibilita una mayor comprensión de los componentes presentes es factible dirigir las acciones hacia el mejoramiento en términos de efectividad, eficiencia, eficacia, pertinencia y/o viabilidad de las acciones propuestas.

Función de desarrollo de capacidades: Con carácter secundario, ya que no forma parte de los objetivos centrales de cualquier acción evaluativa, los procesos de evaluación a través de sus exigencias técnicas y metodológicas desempeñan una importante función en términos de promover el desarrollo de competencias muy valiosas. Si se aprovechan adecuadamente las instancias de evaluación, éstas contribuyen a incrementar el desarrollo de dispositivos técnicos institucionales valiosos y pocos estimulados habitualmente. Estas competencias se refieren por ejemplo a la práctica sistemática de observaciones y mediciones, de registro de información, de desarrollo de marcos analíticos e interpretativos de la información, de inclusión de la información en los procesos de gestión, de desarrollo de instrumentos para la recolección de información, etc.

Función contractual: Dentro del aula y en la relación enseñar y aprender, la evaluación cumple una función que no conviene desconocer. Los procesos de evaluación explicitan y conforman el *contrato pedagógico* subyacente a la vida del aula. Qué se evalúa, cómo, y con qué criterios representan lo que el docente realmente espera que ocurra en esa relación y marca lo que cada uno de los alumnos está dispuesto a invertir en ella. Una *metaevaluación* de los procesos evaluativos en las aulas pueden ayudar a develar algo de los minicurrículos ocultos. Este análisis referido a la enseñanza puede ser extendido a todas las formas de evaluación instituida.

FINALIDADES
En términos generales y en función de las definiciones adoptadas, nos permitimos identificar algunas finalidades principales de todo proceso evaluativo: diagnóstica, pronóstico, selección y acreditación. Estas finalidades no necesariamente se plantean como excluyentes pero sí determinan opciones metodológicas diferenciales.

La finalidad de *diagnóstico*, enfatiza los componentes vinculados con la producción sistemática de información calificada con el objeto de orientar la toma de decisiones, la gestión.

La finalidad de pronóstico enfatiza el valor productivo que pueda tener la información que se produce, es decir, las acciones evaluativas persiguen como propósito la producción de información con alto potencial anticipatorio y explicativo sobre los fenómenos o procesos objetos de evaluación.

La finalidad de la selección pone el énfasis en la utilización que tiene la información producida por la evaluación con propósitos de selección, un ejemplo claro de esto son los exámenes de ingreso a diferentes instituciones educativas cuyos aspirantes superan el número de vacantes disponibles. En estas circunstancias se opta por alguna estrategia de evaluación que con frecuencia se justifica adjudicándole un valor pronóstico a estos resultados.

La finalidad de *acreditación* es la que más se vincula con este valor social simbólico que tiene la evaluación. En estos casos, el énfasis está puesto en las consecuencias que los resultados de la evaluación tienen para el individuo o la institución objeto de evaluación ya que de su resultado depende la continuidad de los estudios para un sujeto o la interrupción parcial de su carrera escolar, etc...

Otra clasificación posible de las funciones de la evaluación es la propuesta por De Ketele y Roegiers (1995):

Fuente: De Ketele, Jean-Marie y Xavier Roegiers (1995). Metodología para la recogida de información, La Muralla.


En este caso, se presenta un esquema de funciones mucho más exhaustivo y complejo en tanto interrelaciona las tres instancias de análisis de cualquier situación evaluativa: el sistema dentro del cual se desarrolla, el valor para las personas involucradas y formas de conocimiento posibles. En caso de estar interesado, se sugiere la lectura del capítulo IV del libro, que explica con más detalle esta organización y puede clarificar este modelo.

Al plantear el objetivo de la evaluación lleva necesariamente a especificar cuál es su finalidad y cuál es su objeto, es decir a dónde y hacia qué apunta.

A continuación se presentan algunas de las definiciones más frecuentes de evaluación. En algunos casos, se hace referencia a la evaluación como un proceso que permite juzgar el valor o mérito de algo.

 
Estas definiciones destacan dos aspectos siempre presentes en toda evaluación. El primero se refiere a los juicios que se emiten, el segundo es que toda evaluación se centra en algo, que será el objeto depositario de lo que se juzga y valora.

Pero también suelen encontrarse otras definiciones que destacan la vinculación de la evaluación y el uso posterior de sus resultados:


Quizás la definición más integral, que toma en consideración tanto el componente valorativo como el inherente a la utilización de los resultados de la evaluación para la toma de decisiones orientada hacia procesos de mejora sea la que sigue a continuación:

 
Precisar qué o a quiénes se evalúa es algo que se construye artificialmente. La naturaleza de los diferentes objetos determina fuertemente la evaluación. El universo posible necesita ser delimitado y  definido, es decir a qué o a quiénes se pretende otorgarle valor: al contexto, a las necesidades, a los objetivos, a las instituciones, o a los proyectos. La misma evaluación puede ser objeto de evaluación. Ejemplificaciones diferentes revelan motivaciones bien distintas, y ligan indisolublemente al objeto de evaluación con la finalidad de ésta: la evaluación global del alumno o bien su rendimiento o su capacidad creativa, así como un programa, los usos de sus recursos financieros o su impacto.

En una escena de “Nuovo mondo” se quiere evaluar la inteligencia de los inmigrantes. Pero para acercarnos aún más al objeto de evaluación, deberíamos preguntarnos que entienden los evaluadores por “inteligencia” y si el tipo de evaluación propuesta permite dar cuenta de aquello que se pretende medir.

“En realidad, en el acto de evaluación como en toda operación intelectual no se capta nunca directa y totalmente la realidad examinada. Esta es siempre objeto de un proceso previo de definición o de elección de los caracteres que permitirán aprehenderla. [...] no basta con decir la evaluación lleva a tal realidad; todavía falta construir o adoptar los *indicadores* de la realidad considerada" (Barbier, 1993: 66)

Resulta necesario clarificar el concepto de indicador. Un indicador es una derivación observable de un concepto, que permite emitir juicios sobre su presencia o ausencia.

Cuaderno%20y%20lupa.jpgPara profundizar:
Cano García, Elena (1999): “Evaluación de la calidad educativa”. La Muralla – OEI.


Pueden encontrar allí distintos enfoques y definiciones. El capítulo VI trata especialmente el tema indicadores.

La construcción de indicadores es un tema complejo y arduo. Por supuesto, los tipos de indicadores varían de acuerdo con las características del objeto que quieren  representar.

No en todos los casos disponemos o podemos construir el sistema de indicadores adecuados para el momento y la situación, pero nunca podemos obviar por lo menos la identificación de las variables y de los indicios correspondientes que nos permitan confiar en que estamos evaluando aquello que buscábamos.

Para que las definiciones de finalidades y objeto tomen su verdadera dimensión es necesario incluirlas en el ámbito donde todo el proceso va a incluirse. Es decir, todo el proceso sólo es posible con una correcta y precisa definición del ámbito de la evaluación, el espacio o los límites dentro de los cuales tendrá lugar. Esta definición es complementaria e imprescindible para responder a las preguntas sobre el objeto y el propósito de la evaluación.

Estas tres definiciones –ámbito, objeto y finalidad- permiten precisar el alcance de la evaluación, el marco metodológico adecuado y los roles de los diferentes actores.

Cuaderno%20y%20lupa.jpgPara leer:
En síntesis,

Toda evaluación supone un proceso que consta de cinco componentes centrales:

1. La selección de la realidad a evaluar y la “construcción conceptual” de la misma (referente);
2. La definición de los propósitos de la evaluación (finalidades/consecuencias);
3. La producción de evidencia empírica (información, datos acerca de la realidad evaluada) a partir de distintos instrumentos de evaluación;
4. La formulación de juicios de valor sobre la realidad evaluada;
5. La toma de decisiones o acciones que transformen dicha realidad.


La evaluación como práctica pedagógica

11.4 Destinatarios e interesados

A continuación se profundizará en la evaluación de los aprendizajes, para lo cual resulta conveniente incorporar en el análisis nuevos elementos: quiénes son los evaluadores, quienes los *destinatarios* de la información que resulte de ese proceso y quiénes son los *interesados*.
De acuerdo con la definición que propone House (2001):

  • Destinatarios son quienes leen los informes de evaluación y pueden utilizar de algún modo los hallazgos.
  • Interesados son quienes reciben el producto, los resultados de la evaluación del programa o la política, poniendo en juego sus intereses.

Algunos autores (Rossi, 2004; Scriven, 1991) identifican a los interesados como “stakeholders” (depositario) en tanto se trata de grupos individuales que tienen intereses directos (a favor o en contra) y pueden verse afectados por los resultados de la evaluación. Por ejemplo, podría tratarse de grupos, individuos y organizaciones con poder de toma de decisiones acerca del programa, tales como fundadores, sponsors (patrocinadores), administradores, personal, clientes o incluso la propia población beneficiaria.

En el caso de los destinatarios son la población beneficiaria a quien se dirigen las acciones de evaluación. Por ejemplo, si se trata de pruebas de evaluación de desempeño de alumnos, los destinatarios podrían ser los docentes a quienes se les envían los informes de resultado con la intención de que lo utilicen como insumo para mejorar su práctica, también los alumnos, dependiendo del tipo de informe que se realice.

Para que la información le sirva a alguien, es indispensable que la conozca, que el resultado de la evaluación se difunda y para ello hay que consignarla de alguna manera. Esto nos remite a dos aspectos de la *evaluación*: uno técnico, el de la obtención y el *registro* y otro político: el de la difusión y la circulación de la información, vale decir su *publicación*. La posibilidad de obtener y de ocultar o publicar la información confiere poder sobre los evaluados o los que estén afectados por tal evaluación.

Este hecho revela también el modo de ver y pensar las relaciones sociales, la autoridad que confiere este saber, el que se obtiene por medio de la evaluación.

Cuaderno%20y%20lupa.jpgPara leer:
House, E. R. y Howe, K. R. (2001), Destinatarios e interesados en Valores en evaluación e investigación social. Madrid, Ediciones Morata: 50-52 y 183-185.

.....Podemos distinguir [también] entre destinatarios e interesados. Los destinatarios son quienes leen el informe de evaluación y pueden utilizar de algún modo los hallazgos, mientras que los interesados son quienes reciben el producto, el programa o la política, poniendo en juego sus intereses. Con frecuencia, unos destinatarios son los mismos interesados. Sin embargo, es posible que algunos interesados nunca lean el informe, aunque estén en juego sus intereses más vitales, como los niños que participan en programas educativos o los pacientes de programas médicos. De todos modos, es probable que sus intereses sean importantísimos. La evaluación debe considerar cada grupo cuyos intereses estén vitalmente afectados de una forma u otra.

Pensemos en el evaluador que elabora razonamientos para distintos destinatarios, con el fin de mostrar que el programa se desarrolla de manera satisfactoria, razonamientos en los que se tengan en cuenta las necesidades o la conveniencia de los interesados relevantes (House, 1980). La omisión de necesidades importantes de los interesados se traduce en una evaluación inadecuada (sesgada). Por supuesto, una estrategia puede consistir en recoger información que satisfaga todos los criterios de todos los destinatarios. Sin embargo, los recursos de cualquier evaluación no llegan a abarcar todas las pruebas necesarias para todos los destinatarios posibles.

En consecuencia, la pregunta crítica es: ¿Quiénes son los destinatarios e interesados principales de esta evaluación? La especificación de los mismos supone un avance importante para decidir los criterios que emplear.

Por ejemplo, en un caso que trataremos más adelante con detalle, Karlsson (1998) llevó a cabo una evaluación de los servicios sociales asistenciales de Suecia, entre cuyos interesados estaban políticos preocupados por la eficacia económica, directores de programas preocupados por el control de programas, profesionales de los servicios sociales preocupados por los principios orientadores de la asistencia, padres preocupados porque los profesionales se interesaran por sus hijos y los mismos niños, preocupados por su contacto con sus compañeros de colegio. Parecía que habría que recoger información relativa a la principal preocupación de cada grupo.

¿No se consigue de este modo que los criterios y la evaluación sean relativos a los valores y preferencias de destinatarios e interesados? Hasta cierto punto, es cierto en el sentido de que la evaluación es particular e incompleta, no general. No incluye todos los criterios, destinatarios e interesados concebibles. Sin embargo, los destinatarios e interesados seleccionados no son arbitrarios. Tampoco lo es ninguna preocupación de los destinatarios o interesados; ni lo es cualquier criterio que algunos destinatarios quieran que se incluya en la evaluación. La naturaleza del programa, su función, lo que esté haciendo son consideraciones decisivas.

La especificación de los destinatarios e interesados completa el contexto de la evaluación, y la comprensión del contexto es crítica, incluyendo la finalidad de la evaluación y el modo probable de utilización de los resultados. La evaluación profesional no se produce en un vacío. No es una evaluación para uno mismo, sino que es un proceso social y cognitivo a la vez. Supone derivar criterios; recoger, analizar e interpretar la información, y comunicar los resultados a otras personas.

Cuando construimos razonamientos acerca de si un programa o política son buenos, estamos en trance de diseñar la evaluación. ¿Dónde están los puntos débiles del razonamiento? ¿Qué hay que fortalecer para construir el razonamiento? ¿Qué aceptarán como pruebas creíbles los destinatarios principales? ¿Se tienen en cuenta los intereses de los diversos grupos de interesados? En último término, el evaluador debe reunir todas estas consideraciones.


La elaboración de razonamientos que resulten persuasivos para los demás no significa que el ejercicio en cuestión sea pura retórica. Es muy posible que el razonamiento refleje la realidad de la situación, aunque los datos y razonamientos que parezcan más persuasivos a los distintos destinatarios no sean los mismos. Por ejemplo, es fácil que las entrevistas intensivas con unos pocos estudiantes parezcan, a los participantes en el programa, pruebas persuasivas del pensamiento crítico que estén buscando, mientras que es poco probable que unas pocas entrevistas informales resulten convincentes al Congreso. Sin embargo, tanto las entrevistas informales como los indicadores de carácter más formal reflejan la realidad del rendimiento del programa, aunque de distintos aspectos del mismo.

En este texto se plantean diferentes situaciones e intereses sociales y comunitarios. En función de aquello que estemos evaluando será más amplia o más restringida la población a la que debemos llegar y la trascendencia social del conocimiento de los resultados. Pero siempre habrá evaluadores, destinatarios e interesados involucrados en un juego de valores y de poder.

En la segunda selección del texto de House y Howe (2001), se hace referencia a la perspectiva de los evaluadores, y los conflictos que los atraviesan.

Las características mismas de los *procesos* evaluativos traen como consecuencia una notable movilización de todos los sujetos que de una u otra manera se ven involucrados en ellos. Por ello es necesario considerar en términos generales quiénes son los sujetos alcanzados de una y otra forma por las acciones evaluativas y generar entre ellos cierta base de consenso y aceptación. Consenso y aceptación son producto de la legitimidad, de la autoridad del que evalúa y del reconocimiento de la necesidad de la evaluación.

La evaluación pone en evidencia las relaciones de poder existentes entre los participantes del proceso evaluativo.

Les proponemos identificar destinatarios e interesados en las distintas situaciones correspondientes a la evaluación de los aprendizajes:
  • Una evaluación oral que realiza un docente al inicio de una clase para conocer en qué medida leyeron el material que se había asignado.
  • Un estudio internacional de evaluación, como PISA por ejemplo.
  • Una prueba escrita para la admisión en una universidad.

Para seguir reflexionando le ofrecemos una serie de interrogantes:

¿Evaluador y participantes comparten la posibilidad de determinar criterios, clasificar y tomar decisiones? ¿Evaluador y evaluado tienen acceso a la misma información? Por último, ¿es conveniente que todos tengan esa posibilidad?

11.5 Tipos de evaluación

Son  distintos los propósitos que puede asumir la evaluación de los aprendizajes de los estudiantes. Los más frecuentes son:

a) acreditación y/o certificación
b) ordenamiento para la selección
c) toma de decisiones “blandas” o decisiones de mejora (o de bajas implicancias),
d) toma de decisiones “dura” (o de altas implicancias),
e) establecimiento de incentivos para individuos o instituciones, y
f) rendición de cuentas y responsabilización por los resultados.

Generalmente se identifican en la literatura tres tipos de evaluación, de acuerdo a sus propósitos: evaluación diagnóstica, evaluación formativa y evaluación sumativa (o certificativa).

La evaluación diagnóstica, también llamada inicial o puntual, se da al inicio de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Permite conocer cuáles son los conocimientos previos que tiene y qué es lo que sabe; reconocer sus diferentes formas de razonamientos y las dificultades que posee para entender algunos temas. Al docente, la evaluación diagnóstica le permite tomar las decisiones sobre las estrategias de facilitación que puedan mejorar el proceso de aprendizaje.

La evaluación formativa se realiza durante el desarrollo de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Su función es esencialmente de regulación del proceso educativo para adaptar las estrategias y actividades al aprendizaje de los estudiantes. (autoevaluación y co-evaluación).

La evaluación sumativa se realiza luego de terminar un determinado proceso educativo (un curso o unidad didáctica), con el objeto de verificar si los aprendizajes previamente establecidos fueron logrados de acuerdo a los criterios señalados. Las decisiones que se toman tienen que ver con las calificaciones y certificaciones.

Desde ya, que los distintos tipos de evaluación se encuentran alineados conceptualmente entre sí.

A continuación se profundizará en la acción reguladora que presenta la evaluación, tanto para el docente y para el alumno.

Desde el punto de vista del profesor, actúa como reguladora del proceso de enseñanza. Le permite:
  • Apreciar las adquisiciones de los estudiantes.
  • Revisar y ajustar las estrategias de enseñanza.
  • Revisar y ajustar su planificación.
  • Revisar las estrategias de evaluación.
Desde el punto de vista del alumno, la evaluación se fusiona con el aprendizaje, lo convalida y lo reorienta. Le permite:
  • Conocer su progreso en relación con las expectativas del sistema de formación a fin de ajustar sus esfuerzos.
  • Identificar deficiencias y localizar dificultades.
  • Revisar y ajustar estrategias de aprendizaje.
Así, la evaluación de los aprendizajes provee a docentes y estudiantes información que resulta indispensable para:

Cuaderno%20y%20lupa.jpgPara leer:

Anteriormente hacíamos referencia a que hay distintos tipos de evaluaciones de los aprendizajes, y diferenciábamos aquellas evaluaciones estandarizadas (como PISA) de las evaluaciones que realizan de manera cotidiana los docentes en el aula. Algunas de las diferencias entre ambos se sistematizan a continuación:

Tabla- Evaluaciones en el aula y evaluaciones de sistema:
Evaluación en el aula
Evaluación del sistema
Para qué evaluar
Diagnóstico
Formativo
De acreditación
Diagnóstico
Pronóstico
Certificación y acreditación
Qué evaluar
Contenidos seleccionados por docentes
Contenidos acordados por especialistas de acuerdo al Diseño Curricular.
Cómo  evaluar
Múltiples estrategias e instrumentos  (preguntas orales, role- playing, entre otros posibles)
Estrategias e instrumentos limitados (por lo general, se priorizan las pruebas escritas)
Fuente: Elaboración propia

11.6 Bibliografía


No hay comentarios.:

Publicar un comentario