Objetividad, realidad,
verdad
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tecnologías en Argentina
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El problema de la objetividad, la realidad y
la verdad, en sus acepciones científicas y tecnológicas, es el de
la relación entre la mente humana y las cosas que hay fuera de ella, la
relación entre el mundo y las ideas que nos hacemos de él. Los conceptos son
considerados por muchos como pertenecientes a la Filosofía (Ontología),
pasibles de discusiones académicas pero irrelevantes para el practicante de las
ciencias naturales o las tecnologías y para la mayoría de las personas. Es
cierto que los textos científicos y tecnológicos casi nunca discuten el tema, pero
eso sólo significa que los supuestos que sus estudiosos hacen sobre ellos son
implícitos en vez de ser explícitos, como es condición de cualquier saber racional. En este artículo se acomete la
difícil tarea de poner en evidencia algunos de esos supuestos, aunque no
necesariamente los conceptos aquí vertidos sean simultánea o totalmente
compartidos por todos los científicos y tecnólogos.
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2 Verdad
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Objetividad
La objetividad es el rasgo de
lo que es objetivo, que según el Diccionario
de la Lengua Española corresponde en nuestro caso a lo que es:
1. adj. Perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con
independencia de la propia manera de pensar o de sentir.
2. adj. Desinteresado, desapasionado.
o a lo
3. adj. Fil. Que existe realmente, fuera del sujeto que lo conoce.
En las dos primeras acepciones la objetividad es el rasgo de las ideas
que una persona dada tiene sobre una cosa bien definida que las hace
(supuestamente) independientes de su peculiar modo de pensar o de sentir, no
contaminadas por sus deseos e intereses (pensamientos conscientes, tal vez
racionales), instintos, pasiones y sentimientos (pensamientos no conscientes).
En la tercera acepción, al conjunto de ideas objetivas sobre
una cosa se le atribuye otro rasgo, el de representar una realidad independiente
de las personas, lo que presupone mucho más que la mera independencia de las
características individuales antes señaladas. Este último aspecto se discute en
la sección sobre realidad.
La objetividad como conjunto de ideas conscientes independientes de los
instintos, pasiones y sentimientos tiene que ver con el efecto que éstos
últimos tienen sobre nuestras percepciones y nuestra capacidad de análisis
racional. Según los psicólogos los actos instintivos escapan a nuestro control
y no pueden ser reprimidos permanentemente, sólo sublimados (es
decir, a lo sumo redirigidos a objetos diferentes). Se trata de reacciones que
están genéticamente programadas porque son beneficiosas para la perduración de
la especie, constituyendo lo que un ingeniero informático denominaría firmware.
El origen de las emociones (sentimientos y pasiones) se atribuye a una parte
muy antigua del cerebro humano y su efecto es la secreción en el torrente
sanguíneo de productos químicos que facilitan reacciones como la huida rápida.
En Los Dragones del Edén el divulgador científico Carl Sagan lo llamó "el
cerebro reptiliano" y uno de sus efectos parece ser el de inhibir los
mucho más lentos procesos reflexivos. Una de las reglas de la escritura
científica y técnica (véase el artículo redacción
de informes científicos y técnicos) es justa y precisamente el evitar
expresiones de sentimientos. Las emociones, como las drogas estimulantes,
modifican nuestra percepción del entorno, probablemente exagerando los rasgos
existentes y tal vez introduciendo otros inexistentes. El problema es que las
personas no siempre pueden controlar sus emociones y sentimientos, además,
según los psicoanalistas no siempre es saludable que lo hagan.
La objetividad considerada como las ideas conscientes de una persona que
son independientes de sus intereses está íntimamente vinculada con el concepto
de veracidad. Podemos decirle a otra persona algo diferente de lo
que pensamos porque de ese modo podríamos obtener de ella algo que deseamos,
aunque sea inmoral hacerlo. Como nadie puede saber con total certeza lo que
piensa otra persona, la objetividad de las ideas expresadas por ésta dependería
de la credibilidad o buena fe que se le atribuyera. La atribución de
objetividad sería en este caso sólo el reconocimiento de un saber
autoritario, el que se le atribuye a una persona por su reputación o
estatus social. Como la historia ilustra hasta el hartazgo, las mayores
autoridades civiles y religiosas — como los reyes y los papas— han mentido
frecuentemente. El saber autoritario, por lo tanto, no es garantía de
veracidad. (Véase también el artículo saberes.)
No podemos desprendernos completamente de nuestros intereses y
emociones, por lo que nuestra percepción de las cosas estará siempre teñida por
nuestras emociones, tamizada por nuestras experiencias, limitada por nuestras
destrezas de observación y análisis. Sin embargo, ésta no es la única
limitación (tal vez ni siquiera la principal) para el logro de una mejor
comprensión del mundo natural y social que nos rodea. Los investigadores del constructivismo, entre los que se destacan
Vygotsky y Luria, han reunido evidencias muy convincentes de que —a pesar de
las tesis de Sócrates sobre el origen individual de éstos— los saberes son
construcciones sociales que se generan gracias a la interacción entre personas
que se comunican mutuamente experiencias mediante símbolos verbales y escritos.
Sabemos "objetivamente" que un color es rojo porque todas las personas
que conocemos, salvo quizás algún daltónico, lo identifican sin contradicciones
entre sí. El concepto de objetividad resulta así ser
equivalente al de (¿o tal vez deberíamos decir que debe ser reemplazado por el
de?) intersubjetividad. Es decir, se trata, hecho central para los
saberes científicos, de acuerdos reflexivos, desinteresados y desapasionados
sobre las características de las cosas a los que pueden arribar personas con
experiencias, destrezas y capacidades de discriminación y comunicación
similares pero no idénticas. Se requiere una mínimo grado de similitud porque
no es fácil que concuerden entre sí un filósofo y un político, un analfabeto y
una persona cultivada, un ciego y un vidente.
La manera en que se busca asegurar la objetividad puede tener consecuencias
importantes sobre la calidad de la información que
se brinda sobre un tema. En el caso de los estudios históricos se considera
falta de objetividad la selección no explicitada de algunos aspectos del tema,
debiéndose informar sobre puntos de vista alternativos al del autor. En el caso
periodístico, además del obvio problema del recorte de datos inevitable en
notas de longitud muy acotada, surge el problema de tomar o no tomar partido en
temas éticos que requieren una valoración que excede la mera noticia o la
contraposición de puntos de vista sobre ella[1][2] debido
a diferencias ideológicas.
No todas las personas consideran valiosa la objetividad, a algunas les
parece una falta de compromiso. Es el caso del militante director de cine
cubano Alfredo Guevara, quien en una conferencia dada en la Facultad de
Comunicación de la Universidad de La Habana, el 5 de mayo de 2010, expresó
refiriéndose a las escuelas de periodismo de Canadá, España y Francia:[3]
En esas escuelas la palabra objetividad tiene un gran error: la
objetividad suele ser una mentira. Yo tengo horror de ciertas palabras en el
terreno que me estoy situando, tales son objetividad, prudencia… la objetividad
siempre es una falsificación, la prudencia siempre es una falsificación y las
dos vienen acompañadas, quiéranlo o no, de la mentira o de una mentira parcial.
Hace apenas unas horas tuve un encuentro con uno de los periodistas más
destacados y —a veces, no sé si voluntariamente o involuntariamente— agresivos.
Tuvimos una conversación muy cordial con este periodista sobre una de las
manifestaciones de este tema: no la objetividad sino el equilibrio. Yo no le
pedía ni remotamente parcialidad, semi-parcialidad, reconocía que no decía
mentira, pero no decía tampoco verdad; decía en sus obras la verdad que le
convenía a sus objetivos. Es decir militaba o lo hacía militar la publicación
para la que trabaja. Cuando digo equilibrio no digo objetividad: un periodista
tienen que abordar la objetividad tal y cual es, pero tiene que tener...,
debiera tener su modo de ver...
En el caso de una enciclopedia que pretende ser científica la mejor
demostración de objetividad no es la neutralidad que omite posiciones
contrapuestas ninguna de las cuales ha sido totalmente refutada, sino su
exhibición en pie de igualdad de modo que el lector saque sus propias
conclusiones.
Fuentes
- LeDoux, Joseph; El Cerebro Emocional; Edit.
Ariel - Planeta; Buenos Aires; 1999.
- Luria, A. R.; Conciencia y Lenguaje; Pablo del
Río Editor; Madrid (España); 1979.
- Objetividad en Wikipedia.
- Sagan, Carl; Los Dragones del Edén; Edit.
Crítica; Barcelona (España); 2006; ISBN
8484327906.
- Vygotski, Lev S.; El Desarrollo de los
Procesos Psicológicos Superiores; Edit. Crítica; Barcelona (España); 2000;
ISBN 967931-3.
- Martinchuk, Ernesto; ¿Existe la objetividad periodística?;
ARGENPRESS; Ciudad de Buenos Aires; 15 de julio de 2010.
Verdad
Son más variadas las acepciones de verdad que, siempre
según el Diccionario de la Lengua Española,
son:
1. f. Conformidad de las cosas con el concepto que de ellas forma la
mente.
2. f. Conformidad de lo que se dice con lo que se siente o se piensa.
3. f. Propiedad que tiene una cosa de mantenerse siempre la misma sin
mutación alguna.
4. f. Juicio o proposición que no se puede negar racionalmente.
5. f. Cualidad de veraz. Hombre de verdad.
6. f. Expresión clara, sin rebozo ni lisonja, con que a alguien se le
corrige o reprende. U. m. en pl. Cayetano
le dijo dos verdades.
7. f. Realidad (existencia real de algo).
Las acepciones 2, 5 y 6 corresponden a la veracidad, tema
ético que no se discute aquí. La 7 remite, una vez más, al concepto de realidad.
Las acepciones 3 y 4 —que consideran a la verdad como algo
inmutable e irrefutable— corresponden a las religiones.
La acepción de verdad usado en ciencias fácticas —como la Física y la
Biología— es la primera, muy diferente de la usada en la Teología. Cuando
Galileo afirmó que la Tierra giraba alrededor del sol, la Inquisición lo obligó
a retractarse porque la verdad enseñada por la iglesia era que el sol giraba
alrededor de la Tierra, como correspondía al lugar central del hombre en el
cosmos. Galileo —uno de los principales introductores del método experimental en la Física— estaba
interesado en verificar si había o no concordancia entre los movimientos
elementales que podía medir en su laboratorio y los que podía extrapolar a los
cuerpos celestes. Esta concordancia —deducida de lo que podía verse desde la
Tierra de los movimientos del sol y los planetas— unificaba las leyes
terrestres con las astronómicas de modo que en los cielos valían las mismas
leyes que la Tierra. La unificación intelectual hecha por la religión seguía el
camino inverso: construida la doctrina por los diversos concilios ecuménicos,
en vez de limitar su rango de influencia al mundo espiritual de las normas
morales y la vida que trasciende a la muerte, se quería imponer leyes también
al mundo material, en vez de develarlas mediante la indagación desprejuiciada.
Para Galileo las leyes de la naturaleza debían descubrirse por experimentación
y satisfacer algunos principios básicos, como los de no contradicción y
cuantificación. Para la iglesia estas leyes eran reveladas y no necesariamente
accesibles a la comprensión humana, como es el caso del misterio de la
Santísima Trinidad.
Bertolt Brecht señaló que las ciencias no buscan verdades absolutas,
sino sólo acotar la perduración del error. Este limitado criterio de verdad es aplicable
sólo a hechos que pueden ser definidos y cuantificados con precisión bien
acotada y sobre los cuales pueden hacerse predicciones comparables con procesos
registrados o con experimentos realizables en condiciones bien controladas. Las
leyes así verificadas tienen un rango de validez, son "verdaderas"
dentro de su rango de aplicación y falsas cuando se lo excede: es decir, no son
verdades absolutas. Por ejemplo, la dinámica de Newton (las velocidades y
aceleraciones resultantes de la aplicación de fuerzas a masas) es válida con
error despreciable para fines prácticos en el rango de velocidades mucho
menores que la de la luz. Describe bien el movimiento de automóviles y la
mayoría de los movimientos astronómicos, aunque no todos. La dinámica de Einstein
(la Teoría Especial de la Relatividad) describe bien los movimientos de
partículas con velocidades cercanas a la de la luz y explica fenómenos como la
fisión nuclear y fusión nuclear (las transformaciones de masa en energía). La
dinámica de Newton es la reducción de la Teoría Especial de la Relatividad al
caso de bajas velocidades, y en ese rango es "verdadera" en el
sentido de que describe los hechos experimentales con precisión suficiente para
las aplicaciones prácticas. Ningún ingeniero con sentido común trataría de
aplicar la segunda al tránsito urbano, así como no se le ocurriría medir el
ancho de una vereda al centésimo de milímetro o cronometrar una carrera de
caballos con precisión de un diezmillonésimo de segundo.
Esta "relatividad" de las "verdades" ha hecho que
algunos filósofos posmodernos, basados en trabajos como el de Kuhn, plantearan
erróneamente la existencia de ciencias alternativas según los paradigmas que se quisiera aceptar. Las
ciencias serían así "relatos" dependientes del punto de vista del
expositor. Este punto de vista desconoce las premisas básicas y la coherencia
interna de las ciencias, estructuras donde todo está relacionado con todo y el
reemplazo de una parte requiere reestructuraciones globales. No hay Físicas
alternativas porque las leyes físicas han sido formuladas y reformuladas,
controladas y verificadas dentro de rangos de precisión bien especificadas,
dentro de los cuales no caben duda de su aplicabilidad o validez, rangos dentro
de los cuales pueden ser consideradas "verdaderas", pero no fuera de
ellos. La Teoría Especial de la Relatividad de Einstein no es una formulación
de leyes relativamente ciertas, sino de leyes válidas en cualquier sistema de
referencia, independientemente de la manera en que ese sistema se esté moviendo
con respecto a otros, leyes verificables con experimentos apropiados y, por lo
tanto, refutables por mejoras en el rango de precisión.
Para evitar confusiones, en el campo científico es preferible usar el
concepto de convalidación en vez del de verdad. La
convalidación es un hecho social: el acuerdo generado por la comunidad de pares
de la disciplina a la que pertenece las ideas que requiere verificación. La
convalidación puede hacerse en revistas, libros, congresos, reuniones o través
de medios como Internet que permiten la difusión de estas ideas. Es una creencia generalizada de la mayoría de los
científicos (es imposible demostrarla) que este proceso genera modelos que cada
vez se aproximan más a la realidad que se discute en la
siguiente sección.
Fuentes
- Kuhn, Thomas; La Estructura de las
Revoluciones Científicas; Fondo de Cultura Económica; México; 1986.
- Verdad en Wikipedia.
- Feinmann, José Pablo; La verdad ha muerto; diario Página/12; Editorial La Página SA; ciudad
de Buenos Aires; 28 de enero de 2013.
- Queraltó, Ramón; The concept of scientific truth and the unity of
sciences (El concepto de verdad científica y la unidad de
las ciencias); revista Argumentos de Razón Técnica, Nº 4; Universidad
de Sevilla, Sevilla (España); 2001; pp. 269‑278. Artículo en inglés.
Realidad
Una buena primera aproximación al concepto de realidad es
la conocida metáfora de la caverna de
Platón. El fenómeno psicológico (cognitivo) subyacente, la manera en que las
personas adquirimos la comprensión del mundo, se discute en el artículo constructivismo.
La información que
adquirimos sobre el mundo exterior está limitada por dos grandes factores. El
primero es el limitado número y capacidad de los sensores de que está dotado
nuestro cuerpo, los órganos de los sentidos. Vemos un rango limitado del
espectro radiante, oímos sólo una banda reducida de frecuencias sonoras, sólo
podemos tocar objetos no demasiado fríos ni demasiado calientes, identificamos
por su sabor sólo 5 gigantescos grupos de sustancias químicas y nuestro olfato,
aunque mucho más específico que el gusto, no es comparable con el de cualquiera
de nuestras mascotas. Podemos percibir, aunque groseramente, campos
gravitatorios, pero no campos eléctricos (como algunos peces) ni magnéticos
(como las palomas mensajeras y algunas bacterias).
El segundo factor limitante es la manera en que nuestro cerebro procesa
las informaciones procedentes de los órganos sensoriales. No tenemos conceptos
innatos, debemos construirlos por interacción social mediada por símbolos. El
procesamiento de estos símbolos está limitada a operaciones como la
clasificación consistente en la agrupación en conjuntos por rasgos (todavía no
bien identificados), la unión e intersección de estos conjuntos, el
establecimiento de relaciones entre ellos, entre las que se destacan las de
orden y cardinalidad. Estas capacidades de procesamiento son las que determinan
la estructura del lenguaje y de la lógica que convalida sus proposiciones
(véase Wittgenstein) siendo su más compleja expresión cuantitativa la
Matemática. Nuestra mente formula así, con esas grandes limitaciones,
representaciones del mundo natural y social que impresiona nuestros sentidos,
las sombras en la pared de la caverna de Platón. Lo único que sabemos del mundo
exterior, la realidad, es lo que nuestros limitados sentidos,
conceptos y sistemas de procesamiento nos permiten asociar a él, nuestras
ideas, muy variables de persona a persona. En todo caso lo sorprendente es que
a pesar de esas enormes limitaciones hayamos llegado a saber tanto de las
características y procesos de ese mundo externo, tanto como para poner hombres
en la luna y modificar las funciones hereditarias de algunos organismos
vivientes.
Los practicantes de las ciencias fácticas no dudan de que hay un mundo
fuera de nuestra mente, aunque no podamos percibirlo o aprehenderlo
completamente. Aunque algún filósofo idealista llegue a negar la existencia de
un mundo exterior a su mente, sus disquisiciones terminarán rápidamente cuando
una piedra caiga sobre su pie o el hambre le haga crujir el estómago,
experimentos de generalizada e indudable convalidación social. A este respecto
escribió Popper, uno de los más destacados filósofos de la ciencia:
Entramos efectivamente en contacto con la realidad mediante la falsación de nuestras suposiciones.
La única experiencia positiva que sacamos de la realidad es el descubrimiento y
eliminación de nuestros errores.
Este mismo concepto fue expresado y aplicado por Luria (véase la sección
precedente) para explicar la construcción del lenguaje, el proceso de
asignación de relaciones entre las palabras y las cosas, la expresión verbal de
la realidad.
Como la mayor parte de nuestros saberes son autoritarios,
tomados de fuentes supuestamente inobjetables, la construcción de la realidad
es, en última instancia, un fenómeno social. Uno de los primeros filósofos en
discutir este tema fue Max Scheler, cuyas ideas sirvieron de inspiración al
libro de Erich Kahler Historia universal del hombre, donde se
desarrolla la trama histórica del concepto que los seres humanos fueron
desarrollando de sí mismos, del cosmos y de su lugar en él.
Las representaciones de la realidad
No todos creen que distintas personas puedan obtener representaciones de
la realidad que puedan ser comparadas entre sí, es decir, que tengan elementos
importantes comunes. Una de esas personas es Ernesto Sábato, destacado escritor
argentino, originalmente físico doctorado. En El escritor y sus
fantasmas, pp. 152‑153, afirma:
Los pintores hacen su autorretrato de dos maneras: una, la menos
profunda, pintando su cara; otra, la más valiosa, pintando un árbol, unos
caballos, la destrucción de Sodoma y Gomorra. Un árbol de Van Gogh no es un
árbol de Millet, aunque los dos hayan tomado el mismo modelo. Pintar o relatar
algo "tal como es" es el alegre propósito de artistas que se han
titulado "realistas". Pero los artistas no se dividen en aquellos que
la transcriben tal como es y los que la transcriben tal como la ven; todos sin
excepción pertenecen a esta segunda categoría, todos dan de la realidad externa
una versión subjetiva y estrictamente personal. Es tarea fácil mostrar cómo
hasta en los más encarnizados partidarios del retrato fiel se da un documento
de su visión del mundo y de sus prejuicios cuando creen honradamente estar
dando un documento estrictamente objetivo.
Estos realistas ingenuos parten del principio de que fuera del yo hay un
mundo que puede ser descrito independientemente de nuestras limitaciones y
características personales. Pero si eso es cierto hasta cierto punto para un
pentágono o un mineral, no lo es de ningún modo para un paisaje. En estos
casos, la realidad no está únicamente fuera sino también dentro del observador,
y en rigor la realidad está constituida por una trama
objeto‑sujeto que no puede ser escindida. El mundo de la pintura,
por ejemplo, es el mundo de los colores y los colores no existen en la
naturaleza; fuera de nosotros hay quizá ciertos corpúsculos que viajan a una
velocidad fantástica, guiados por ondas‑piloto de naturaleza matemática. Como
dice Whitehead, la naturaleza es una triste cosa, sin colores, ni sonidos, ni
fragancias; todos esos atributos son puramente humanos. Radical e
inevitablemente (pero ¿por qué evitarlo?) nuestra visión del mundo es
subjetiva, y cada uno de nosotros está creando colores y músicas, groseros o
delicados, complejos o simples, según nuestra sensibilidad, nuestra imaginación
y nuestro talento.
De la realidad sólo tenemos representaciones
mentales, un pequeño conjunto de rasgos seleccionados
de entre muchos otros durante la evolución de nuestra especie. Son ejemplos
prototípicos de representaciones los personajes de historieta y los mapas. Unos
pocos rasgos faciales —la forma de la boca, de los ojos y los pliegues de la piel—
son capaces de representar de modo muy convincente las emociones de los
personajes de historieta, aún prescindiendo de la importante información que da
el color. En los mapas, simples trazos hechos sobre una superficie plana y la
identificación de una escala son capaces de representar accidentes de terreno,
distancias, vías de acceso a lugares previamente desconocidos y hasta alturas
(con un poco de entrenamiento). Las representaciones no coinciden totalmente
con lo representado (los colores son fenómenos psicológicos), el dibujo no es
el personaje, el mapa no es el territorio, pero todos los primeros dan información parcial importante para las
personas, que es todo lo que se necesita. Es más, a veces el exceso de
información sobre la realidad puede ser tan malo como su ausencia total si las
personas no son capaces de procesarla. Borges satiriza magistralmente el tema
en el brevísimo relato Del rigor en la ciencia (del libro El
Hacedor):
(...) En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal
Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad y el mapa
del imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no
satisfacieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que
tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al
Estudio de la Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese
dilatado Mapa era inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del
Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas
del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra
reliquia de las Disciplinas Geográficas. (Las mayúsculas son de Borges.)
Las representaciones más complejas, las que no guardan relación directa
con la información que brindan los sentidos, son las usadas por algunas
ciencias para explicar hechos de
la naturaleza. Un ejemplo (no el único) es la Física, donde el intento de
explicar los orígenes del mundo material se han introducido no sólo partículas
hasta el momento indetectables —como el bosón
de Higgs— sino hasta universos con dimensiones muy diferentes a las 4
tradicionalmente aceptadas (3 del espacio y 1 del tiempo).
Fuentes
- Berger, Peter L. & Luckmann, Thomas; La
construcción social de la realidad; Amorrortu Editores; Buenos Aires;
2001 (17ª reimpresión).
- Foucault, Michel; Las palabras y las
cosas; Siglo XXI Editores; México - España; 2008; ISBN 9789876290500.
- Kahler, Erich; Historia universal del
hombre; Fondo de Cultura Económica; México; 1946 (1ª edición).
- Lee, Clarissa Ai Ling; conferencia Speculative
Reading, Speculative Physics – the Ontology of the Large Hadron Collider;
Duke University; Durham (EEUU); ¿2012?.
- Luria, Alexander Románovich; Conciencia
y lenguaje; Pablo del Río Editor; Madrid (España); 1979.
- Popper, Karl R., Realism and the aim of science;
Routledge; Londres (Reino Unido); 1985.
- Sábato, Ernesto; El escritor y sus
fantasmas; Edit. Aguilar; Ciudad de Buenos Aires; 1964 (2ª edición); SábatoE EF.
- Wittgenstein, Ludwig; Tractatus logico-philosophicus;
Edit. Altaya; Barcelona (España); 1994; ISBN 8448701569.
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