lunes, 1 de diciembre de 2025

EL HOMBRE MEDIOCRE José Ingenieros

Quizá por mi sensación de mediocridad o por la curiosidad del título, busqué el libro y empecé a leerlo; su lectura es fascinante; el lenguaje culto que Ingenieros emplea es a veces díficil de comprender y la inclusión frecuente de expresiones latinas podrían -de pronto - desincentivar su lectura, pero vale la pena disfrutar de la descripción que hace de los diversos aspectos de los mediocres [y de los genios y de los virtuosos...].   luego encontré un comentario/reseña en el muro de facebook de Orlando Cervantes, [aquí la reproduzco] junto con algunos comentarios con los que mi opinión coincide; agregaré luego las citas que atraen mi atención en el libro de Ingenieros, que - dicho sea de paso - logra en este texto armonizar el rigor científico y la expresión literaria.
    

    Si los extractos - que solo abordan tres capítulos del texto -  le parecen interesantes y quisiera el lector profundizar en la lectura, entonces le invito a ir a la fuente original, la edición que yo leí se refiere enseguida:

Ingenieros, José. (2024). El hombre mediocre.  Editores Mexicanos Unidos. Reimpresión 2024. ISBN 978-968-15-1249-1. China 

El hombre mediocre es un libro del sociólogo y médico italo-argentino José Ingenieros, publicado en 1913. 
La obra trata sobre la naturaleza del hombre, oponiendo dos tipos de personalidades: la del hombre mediocre y la del idealista, analizando las características <morales, emocionales, sociales, psicológicas, intelectuales>  de cada uno y las formas y papeles que estos tipos de hombres han adoptado en la historia, la sociedad y la cultura.
    "No hay hombres iguales" dice Ingenieros; los clasifica en tres tipos: el hombre inferior, el hombre mediocre y el hombre superior; en la magistral descripción comparativa de los tres tipos exalta al idealista.
    El hombre mediocre es incapaz de usar su imaginación para concebir ideales que le propongan un futuro por el cual luchar, de ahí que se vuelva sumiso a toda rutina,a los prejuicios, a la domesticación; y así, se vuelve parte de un rebaño o colectividad cuyas acciones o motivos no cuestiona sino que sigue ciegamente. El mediocre es dócil, maleable, ignorante, un ser vegetativo, carente de personalidad, contrario a la perfección, solidario y cómplice de los intereses creados que lo hacen borrego del rebaño social. Vive según las conveniencias y no logra aprender a amar. En su vida acomodaticia se vuelve vil, cobarde y escéptico. Los mediocres no son genios, ni héroes, ni santos.
    Un hombre mediocre no acepta ideas distintas a las que ya ha recibido por tradición, ignora que las creencias son relativas a quien las cree al tiempo que rechaza a los hombres con ideas totalmente contrarias a las propias. 
    El hombre inferior es un animal bellaco y costeño. Su ineptitud para la imitación le impide adaptarse al medio social en que vive; su personalidad no se desarrolla hasta el nivel corriente, viviendo por debajo de la moral o la cultura dominante, y en muchos casos, fuera de la legalidad. Esa insuficiente adaptación determina su incapacidad para pensar como los demás y compartir rutinas comunes que los demás, mediante educación imitativa, copian de las personas que los rodean para formarse una personalidad social adaptada.
    El idealista es un hombre capaz de usar su imaginación para concebir ideales legitimados por la experiencia y se propone seguir quimeras, ideales de perfección muy altos en los que pone su fe para utilizar el pasado en favor del porvenir, por eso está en continuo proceso de transformación que se ajusta a las variaciones de la realidad. El idealista contribuye con sus ideales a la evolución social por ser original y único: se perfila como un sujeto individualista que no se somete a dogmas morales ni sociales; por consiguiente, los mediocres se oponen. El idealista es soñador, entusiasta, culto, de personalidad diferente, generoso, indisciplinado contra el dogma. Como ser afin a lo cualitativo, puede distinguir entre lo mejor y lo peor, no entre el más y el menos como lo haría el mediocre. 

Recupero ahora un par de comentarios de la publicación con los que mi opinión coincide:

  • Una gran obra, llena de los contrastes de la complejidad humana; su perspectiva enriquece el concepto de vida.
  • El libro de ingenieros es un reflejo fiel del pueblo argentino transformado así por su gobierno populista. [y agregaría yo, del pueblo mexicano y otros latinoamericanos con gobiernos populistas]
Es la descripción de la moral de los idealistas plasmada en la INTRODUCCIÓN la que sirve como base al cuerpo del libro que desmenuza a los mediocres; de este apartado tomo las siguientes citas:
  • El ideal es un gesto del espíritu hacia alguna perfección.
  • Un ideal es un punto y un momento entre los infinitos posibles que pueblan el espacio y el tiempo.
  • Todo ideal representa un nuevo estado de equilibrio entre el pasado y el porvenir.
El idealismo que Ingenieros plantea se refiere a los ideales. no a las tendencias metafísicas que consideran reales a las "ideas" o presuponen que ellas son la realidad única  forjada en nuestra mente. "hay tantos idealismos como ideales y tantos ideales como idealistas y tantos idealistas como hombres aptos para concebir perfecciones y capaces de vivir hacia ellas"; el idealismo de Ingenieros es punto de partida para experimentar, para transitar hacia la evolución, hacia el cambio. Sin ideales sería inconcebible el progreso. 
  • Seres desiguales no pueden pensar de igual manera. Siempre habrá evidente contraste entre el servilismo y la dignidad, la torpeza y el genio, la hipocresía y la virtud. La imaginación dará a unos el impulso original hacia lo perfecto, la imitación organizará en otros los hábitos colectivos. Siempre habrá, por fuerza, idealistas y mediocres.
  • Todo idealista es un hombre cualitativo: posee un sentido de las diferencias que le permite distinguir entre lo malo que observa y lo mejor que imagina. Los hombres sin ideales son cuantitativos; pueden apreciar el más y el menos, pero nunca distinguen lo mejor de peor. (...) los idealistas aspiran a conjugar en su mente la inspiración y la sabiduría; (...) son forzosamente inquietos, como todo lo que vive, como la vida misma; contra la tendencia apacible de los rutinarios, cuya estabilidad parece inercia de muerte.
  • se distinguen dos tipos de idealista, según predomine en ellos el corazón o el cerebro. El idealismo sentimental es romántico: la imaginación no es inhibida por la crítica y los ideales viven de sentimiento. En el idealismo experimental los ritmos afectivos son encarrilados por la experiencia y la crítica coordina la imaginación: los ideales se tornan reflexivos y serenos. Corresponde el uno a la juventud y el otro a la madurez. El primero es adolescente, crece, puja y lucha; el segundo es adulto, se fija, resiste, vence. 

 CAP. I EL HOMBRE MEDIOCRE.

Hay hombres mentalmente inferiores, también los hay superiores. Entre unos y otros fluctúa una gran masa imposible de caracterizar por inferioridades o excelencias. La existencia del hombre mentalmente inferior es natural y necesaria. En todo lo que ofrece grados hay mediocridad; en la escala de la inteligencia humana ella representa el claroscuro entre el talento y la estulticia.
    La mediocridad podrá definirse como una ausencia de características personales que permitan distinguir al individuo en su sociedad. (...) la personalidad individual comienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia de los demás; los hombres sin personalidad vegetan moldeados por el medio.
    La falta de personalidad hace [al hombre] incapaz de iniciativa y resistencia. Desfila inadvertido , sin aprender ni enseñar, vegeta en la sociedad que ignora su existencia, cero a la izquierda que nada califica y para nada cuenta. (...) están en todas partes, (...) El hombre que nos rodea a millares, el que prospera y se reproduce en el silencio y la tiniebla, es el mediocre.
    
El hombre mediocre - como la personalidad humana - solo puede definirse con relación a la sociedad en que vive y por su función social. 
    El hombre normal no existe, no puede existir pues el hombre normal en una sociedad no lo es en otra, el concepto de la normalidad humana solo podría ser relativo a determinado ambiente social. Pero si hay que definirlo, el hombre normal es el de buen apetito, trabajador, ordenado, egoísta, aferrado a sus costumbres, paciente, misoneista <hostil a las novedades>, respetuoso de toda autoridad, animal doméstico, producto de la costumbre, desprovisto de fantasía, ornado por todas las virtudes de la mediocridad, llevando una vida honesta gracias a la moderación de sus exigencias, perezoso en sus concepciones intelectuales, sobrellevando con paciencia conmovedora los prejuicios heredados de sus antepasados (...) un ser que se deja engañar por las apariencias y toma en serio los dogmatismos sociales.
    El hombre mediocre - sin personalidad - es una sombra; es dócil, acomodaticio, adaptabilísimo, es un equilibrista. 

Cada individuo -agrega Ingenieros- es producto de dos factores: la herencia, que le provee de órganos y funciones mentales que le transmiten las generaciones que le preceden, y la educación, que es resultado de la influencia en el medio social en el que el individuo está obligado a vivir.
    Con relación a su medio, tres elementos concurren en el individuo para formar su personalidad: la herencia biológica, la imitación social y la variación individual. La imitación es conservadora y actúa creando hábitos; la variación individual es producto de la invención, es evolutiva y se desarrolla mediante la imaginación. La función capital del hombre mediocre es la paciencia imitativa; la del hombre superior es la imaginación creadora. El mediocre aspira a confundirse en los que le rodean, el original tiende a diferenciarse de ellos.
    El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y está perfectamente adaptado para vivir en rebaño, reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. (...) Su característica es imitar a cuantos le rodean: pensar con cabeza ajena y ser incapaz de formarse ideales propios.
El mediocre es necesario para la sociedad.
El mediocre no inventa nada, no crea, no empuja, no rompe, no engendra; en cambio, custodia celosamente los prejuicios y dogmas acumulados durante siglos. (...) Los hombres sin ideales desempeñan en la historia humana el mismo papel que la herencia en la evolución biológica: conservan y transmiten las variaciones útiles para la continuidad del grupo social.

Los hombres mediocres son rutinarios, honestos y mansos; piensan con la cabeza de los demás, comparten la ajena hipocresía moral y ajustan su carácter a las domesticidades convencionales. Son fríos, apáticos, acomodaticios, truecan su honor por una prebenda y echan llave a su dignidad por evitarse un peligro. Cuando se juntan son peligrosos <la fuerza del número suple a la debilidad individual>, por eso, la mediocridad es moralmente peligrosa.
    En la lucha de las conveniencias, los dogmatistas y los serviles aguzan sus silogismos para falsear los valores de la conciencia social; viven en la mentira, comen de ella, la siembran, la riegan, la podan, la cosechan.


La vulgaridad  es el aguafuerte de la mediocridad; en la ostentación de lo mediocre reside lo vulgar.
    El mediocre puede ser rutinario, honesto y manso, sin ser decididamente vulgar. La vulgaridad es el renunciamiento al pudor de lo innoble; es opuesta al ingenio y al buen gusto; es el escudo de los hombres mediocres; es incapacidad de pensar y de amar, incomprensión de lo bello, desperdicio de vida. La vulgaridad transforma el amor de la vida en pusilanimidad, la prudencia en cobardía, el orgullo en vanidad y el respeto en servilismo. Lleva a la ostentación, a la avaricia, a la falsedad, a la avidez, a la simulación. 
    La generosidad del hombre vulgar es dinero dado a usura, su amistad es complacencia servil o adulación provechosa. 

CAP. II LA MEDIOCRIDAD INTELECTUAL

 La rutina es el hábito de renunciar a pensar. Se define como una costumbre que se adquiere al repetir una misma tarea o actividad muchas veces. esto implica que, con el tiempo, se desarrolla de manera casi automática, sin necesidad de utilizar el razonamiento. El diccionario dice que la rutina es una costumbre o hábito de hacer las cosas por mera práctica y de manera más o menos automática. Ingenieros - sin embargo - hace distinción entre hábito y rutina: Los hábitos adquiridos por los hombres originales son genuinamente suyos, le son intrínsecos, constituyen su criterio cuando piensan y su carácter cuando actúan, son individuales e inconfundibles. Difieren sustancialmente de la rutina, que es colectiva y siempre perniciosa, extrínseca al individuo, común al rebaño; consiste en contagiarse los prejuicios que infestan la cabeza de los demás.
    Los rutinarios son dóciles a la presión del conjunto, maleables bajo el peso de la opinión pública, viven del juicio ajeno, son toscos <sin creerse por ello desgraciados>. Carecen de buen gusto y de aptitud para adquirirlo, ignoran que el hombre vale por su saber, no saben que el hombre no vive de lo que engulle sino de lo que asimila, la lectura les produce efectos de envenenamiento, son prosaicos, [
 Vulgar, trivial o carente de idealidad o elevación. Se refiere a aquello que resulta común, aburrido u ordinario, por estar demasiado relacionado con lo material y lo cotidianosus creencias rayan en el fanatismo. 
    El mediocre intelectual es feliz si reúne estas tres condiciones: Ser tonto, egoísta y tener buena salud. 
[Sancho Panza es la encarnación perfecta de esa animalidad humana: resume en su persona las mas conspicuas proporciones de tontería, egoísmo y salud].

    Los rutinarios son intolerantes, defienden lo anacrónico y lo absurdo, desconfían de su imaginación, reniegan de la verdad si esta demuestra el error de sus prejuicios. No pensar es su única manera de no equivocarse, carecen de opinión, confunden la tolerancia con la cobardía, la discreción con el servilismo, la complacencia con la indignidad, la simulación con el mérito, comulgan en todos los altares, no se corrigen ni se desdicen nunca, no pueden razonar por sí mismos; crecen y mueren como las plantas, ni son curiosos ni observadores; son prudentes, aunque su prudencia es desesperante.
    La cultura es fruto de la curiosidad; el ignorante no es curioso, nunca interroga a la naturaleza, su inteligencia es como agua muerta que se puebla de gérmenes nocivos y acaba por descomponerse. En el verdadero hombre mediocre la cabeza es un adorno del cuerpo. Carece de perspicacia, su miopía mental le impide comprender el equilibrio entre la elegancia y la fuerza, la belleza y la sabiduría.
    Son modestos por principio. Llaman modestia a la prohibición de reclamar los derechos naturales del genio, la santidad o del heroísmo. Para los tontos nada más fácil que ser modestos: lo son por necesidad irrevocable; los más inflados lo fingen por cálculo, considerando que esa actitud es el complemento necesario de la solemnidad. Se presume que el modesto nunca pretenderá ser original, ni alzará su palabra, ni tendrá opiniones peligrosas, ni desaprobará a los que gobiernan, ni blasfemará de los dogmas sociales.
    Adoran el sentido común sin saber de seguro en que consiste; temerosos de pensar, pierden la aptitud para todo juicio; hacen mal por imprevisión, traicionan por descuido, comprometen por distracción, son incapaces de guardar un secreto.
    La mediocridad intelectual hace al hombre solemne, modesto, indeciso y obtuso. Cuando no lo envenenan la vanidad y la envidia, diríase que duerme sin soñar. 
    Los mediocres - lo mismo que los imbéciles - son sencillos ejemplares del rebaño humano, siempre dispuestos a ofrecer su lana a los pastores. Detestan a los que no pueden igualar y, en su imposibilidad de elevarse hasta ellos, deciden rebajarlos. Clavan sus dientes en toda reputación que los humilla.
   
Los mediocres, más inclinados a la hipocresía que al odio, prefieren la maledicencia sorda a la calumnia violenta; la una audaz, la otra cobarde. El calumniador desafía el castigo, se expone; el malediciente lo esquiva.
    Los maldicientes florecen dondequiera, en los clubes, las academias, las familias, las profesiones... Hablan a media voz, con recato, constantes en su afán de taladrar la dicha ajena. El maldiciente, cobarde entre todos los envenenadores, está seguro de la impunidad; por eso es despreciable. No afirma, pero insinúa; miente con espontaneidad, como respira. Dice distraídamente todo el mal de que no está seguro y calla con prudencia todo el bien que sabe. No respeta ni los secretos del hogar.
    Sin cobardía no hay meledicencia. Para ser maldiciente es menester temblar ante la idea del castigo posible y cubrirse con las máscaras menos sospechosas.. La maledicencia oral tiene eficacias inmediatas, pavorosas. está en todas partes, agrede en cualquier momento. El mediocre parlante es peor por su moral que por su estilo, maldice por ociosidad o por diversión. Al contar una falta ajena ponen cierto amor propio en ser interesantes, aumentándola, adornándola, pasando insensiblemente de la verdad a la mentira, de la torpeza a la infamia, de la maledicencia a la calumnia.
    La eficacia de la difamación arraiga en la complacencia tácita de quienes la escuchan, en la cobardía colectiva de cuantos pueden escucharla sin indignarse.

El hombre mediocre tiene un apetito urgente: el éxito, no sospecha que existe otra cosa, la gloria. Triunfa humillándose, reptando a hurtadillas, en la sombra, disfrazado, apuntalándose en la complicidad de innumerables similares.
    La vanidad empuja al hombre vulgar a perseguir un empleo en la administración del Estado, indignamente si es necesario, sabe que su sombra lo necesita. 
    Merecido o no, el éxito es el alcohol que la primera vez embriaga, luego se convierte en necesidad. El éxito inmerecido es un castigo, un filtro que envenena la vanidad y hace infeliz para siempre. Para el hombre acomodaticio, sus éxitos son ilusorios y fugaces, por humillante que haya sido obtenerlos. El éxito merecido es benéfico, exalta la personalidad, la estimula. El éxito es el mejor lubricante del corazón; el fracaso es su más urticante corrosivo.

CAP. III LOS VALORES MORALES

Dedicado al hipócrita y al honesto, Ingenieros toma como ejemplo a Tartufo para describir al hipócrita.
tartufo significa persona hipócrita y falsa, proviene del personaje de la obra de teatro de Moliere "El Tartufo" quien fingía virtud para engañar a otros. Se utiliza para describir a alguien que finge ser piadoso,  pero en realidad es un hipócrita y falso, con malas intenciones ocultas.

Recurriré primero a una definición convencional de moral para luego contrastarla con la que ofrece Ingenieros. Meza, citando a Linares dice que "podemos entender a la moral como una capacidad biocultural mediante la cual deliberamos las cosas que debemos hacer o no hacer. Aquí se contempla el conjunto de valores, creencias, normas, costumbres, que definen la identidad de un grupo. (...) la moral es este conjunto de elementos (...) que permiten la cohesión y la coerción mediante la exclusión dentro de una población"; Ingenieros no la define pero sí menciona que cada grupo social cree que la "verdadera moral" es "su moral" olvidando que hay tantas como rebaños de hombres. Sé es infame, vicioso, honesto o virtuoso, en el tiempo y en el espacio. Cada moral es una medida oportuna y convencional de los actos que constituyen la conducta humana (y) sus cánones son relativos y se transforman obedeciendo a la evolución social. En cada ambiente y en cada época existe un criterio medio que sanciona como buenos o malos, honestos o delictuosos, permitidos o inadmisibles, los actos individuales que son útiles o nocivos a la vida colectiva.

La hipocresía es el arte de amordazar la dignidad, es el guano que fecunda los temperamentos vulgares permitiéndoles prosperar en la mentira.
    Los hombres rebajados por la hipocresía tienen la certidumbre íntima aunque inconfesa, de que sus actos son indignos, vergonzosos, nocivos, arrufianados, irredimibles. Por eso es insolvente su moral: implica una simulación.
    Los hipócritas esquivan la responsabilidad de sus acciones, son audaces en la traición y tímidos en la lealtad. Conspiran y agreden en la sombra, alaban con reticencias ponzoñosas y difaman con afelpada suavidad, simulan aptitudes y cualidades, es capaz de todos los rencores, desahoga una envidia que no confiesa mintiendo sumisión y amor a los mismos que detesta y carcome.
    Sin fe en creencia alguna, el hipócrita profesa la más provechosas, prefiere las religiones que afirman la existencia del purgatorio y ofrecen redimir las culpas por dinero; su religión es una actitud y no un sentimiento. Por eso suele exagerarla: es un fanático.
    El hipócrita está constreñido a guardar las apariencias,  estigma común a los hipócritas, transforma su vida entera en una mentira metódicamente organizada, vive traicionando con sus palabras.
    Así como la pereza es la clave de la rutina y la avidez es móvil del servilismo, la mentira es el prodigioso instrumento de la hipocresía.
    La hipocresía tiene matices. Sea cual sea el rango social, en la opulencia o en la miseria, el hipócrita está siempre dispuesto a adular a los poderosos y engañar a los humildes, mintiendo a entreambos.
    El que miente es traidor, falta al respeto a todos, siembra la inseguridad y la desconfianza. Hay que temblar cuando sonríen, vienen tanteando la empuñadura de algún estilete oculto bajo su capa.
    El hipócrita entibia toda amistad con sus dobleces, solo piensa en sí mismo, y esa es su pobreza suprema. No sienten la raza, la patria, la clase, la familia ni la amistad, aunque saben mentirlas para explotarlas mejor.
    El hipócrita mide su generosidad por las ventajas que de ella obtiene; antes de dar, investiga si tendrá notoriedad su donativo, saca provecho del hambre ajena.
    Una palabra del hipócrita basta para enemistar a dos amigos o para distanciar a dos amantes; con una sospecha falsa puede envenenar una felicidad, destruir una armonía, quebrar una concordancia. Indigno de la confianza ajena, el hipócrita vive desconfiando de todos.
    Siendo desleal, el hipócrita es también ingrato; suele tener cómplices, no amigos. 


En el diccionario Collins se lee: if you describe someone as honest, you mean that they always tell the truth, and do not try to deceive people or broke the law.. <si usted describe a alguien como honesto, significa que ese alguien siempre dice la verdad, y no trata de engañar a la gente o romper la ley>; sinónimo de recatado, pudoroso, decente. Lo honesto se refiere a la honestidad, que es la cualidad que tiene una persona que no engaña al otro, que dice la verdad, que muestra respeto. 
    Esta concepción del hombre honesto contrasta con la de Ingenieros. La honestidad - dice Ingenieros - no es virtud, aunque tampoco sea vicio. Entre el vicio, que es un daño, y la virtud, que es una excelencia, fluctúa la honestidad.
    El honesto está en un nivel moral superior al vicioso, aunque permanece por debajo de alguien que pratica activamente alguna virtud. 
    El hombre honesto se limita a respetar los prejuicios, puede practicar acciones cuya indignidad sospecha, toda vez que a ellos se sienta constreñido por la fuerza de los prejuicios. Es enemigo del santo, como el rutinario lo es del genio; a este lo llama "loco" y al otro lo juzga "amoral". Y se explica: los mide con su propia medida, en que ellos no caben. En su diccionario "cordura y moral" son los nombres que él reserva a sus propias cualidades. Para su moral de sombras, el hipócrita es honesto, el virtuoso y el santo, que la exceden, le parecen "amorales".
    Hombres hay <de pacotilla> hechos de retazos de catecismos y con sobras de vergüenzas que a menudo se mantienen honestos por conveniencia.
    El hombre honesto aguanta el yugo a que le uncen sus cómplices, el hombre virtuoso se eleva sobre ellos.
    Admirar al hombre honesto es rebajarse; adorarlo es envilecerse. Stendhal reducía la honestidad a una simple forma de miedo; conviene agregar que no es un miedo al mas en sí mismo, sino a la reprobación de los demás.
    Del hombre honesto -decía Talleyrand: su temor al vicio y su impotencia para la virtud se equivalen. Son simples beneficiarios de la mediocridad moral que los rodea. No son asesinos, pero no son héroes; no roban, pero no dan media capa al desvalido; no son traidores, pero no son leales; no  asaltan en descubierto, pero no defienden al asaltado; no violan virgenes, pero no redimen caídas; no conspiran contra la sociedad pero no cooperan al común engrandecimiento.

Hay hombres que son rebeldes a la domesticación; que desprecian la prudente cobardía de Tartufo [del honesto], hombres que no saben simular, que agreden los principios consagrados; y como la sociedad no puede tolerarlos sin comprometer su propia existencia; ellos se rebelan ante ese orden custodiado por los mediocres; los llaman delincuentes.
   
Los delincuentes son individuos incapaces de adaptar su conducta a la moralidad media de la sociedad en que viven. Sin innumerables. <todas las formas corrosivas de la degeneración desfilan en ese calidoscopio: parásitos de la escoria social, fronterizos de la infamia, comensales del vicio y la deshonra, tristes que se mueven acicateados por sentimientos anormales. Irreductibles e indomesticables, viven adaptados a una moral aparte, ajenos a las normas de conducta características del hombre mediocre.
    Otros hay que son fronterizos del delito a quienes su débil sentido moral les impide conservar intachable su conducta, sin caer por ello en plena delincuencia; son los imbéciles de la honestiad, distintos del idiota moral que rueda a la cárcel. No son delincuentes , pero son incapaces de mantenerse honestos; pobres espíritus de carácter claudicante y voluntad relajada que viven oscilando entre el bien y el mal.
    Estos sujetos de moralidad incompleta, larvada, accidental o alternante, representan las etapas de transición entre la honestidad y el delito, la zona de interferencia entre el bien y el mal. Pululan en las cárceles y/o viven como enemigos dentro de la sociedad que los hospeda; son m ediocres desorganizados, son invertidos morales, ineptos para estimar la honestidad y el vicio. Estos inadaptados son moralmente inferiores al hombre mediocre.
    Sea cual fuere la orientación de su inferioridad biológica o social, encontramos una pincelada común en todos los hombres que están bajo el nivel de la mediocridad: la ineptitud constante para adaptarse a las condiciones que, en cada colectividad humana, limitan la lucha por la vida. Carecen de la aptitud que permite al hombre mediocre imitar los prejuicios y las hipocresias de la sociedad en que vegeta.

HASTA AQUÍ LA PUBLICACIÓN... que no la lectura; en "El hombre mediocre" de Ingenieros se alude a las virtudes como contraparte de la mediocridad; desxcribe en extenso los caracteres mediocres, a la envidia y los envidiosos, a la mediocracia  y cierra su libro con una breve alusión a la moral del genio.

FIN DE LA PUBLICACIÓN.






 

lunes, 8 de septiembre de 2025

RECTITUD, BENEVOLENCIA, JUSTICIA, CORTESÍA... VALORES EN EL CÓDIGO ÉTICO DEL SAMURAI

BUSHIDO, EL CÓDIGO ÉTICO DEL SAMURÁI

De la lectura del texto cuya ficha se encuentra al final,son los extractos que se incluyen en esta publicación, son una mezcla de citas textuales con frases y/o párrafos introductorios.

He de agregar que mi expectativa inicial sobre este libro era encontrar ideas que invitaran a la reflexión profunda sobre los valores que sustentaron a la clase privilegiada del Japón antiguo, sin embargo no hay tal; el texto es una descripción - rica en detalles - de lo que era la formación y vida de un samurái; por ello complemento la lectura con artículos diversos para enriquecer el contenido de cada uno de los valores mencionados en el libro. 


Acerca del Autor
Como aparece en el libro: 

INAZO NITOBE

(1862-1933)
Bisnieto de estratega militar, nieto, hijo y sobrino de samurais, aprendió artes marciales al tiempo que estudiaba ingeniería agrónoma y relaciones internacionales en universidades de Japón, Estados Unidos y Alemania. 
Escritor prolífico, educador, diplomático y político y abogado a favor del Esperanto, en 1920 fue nombrado Subsecretario de la Sociedad de Naciones y en la década de 1930 trabajó en pro de la distensión entre Japón y Estados Unidos.

Una biografía muy completa puede leerse en el siguiente vínculo: Nitobe Inazio.  

Bushido como sistema ético. 

El autor afirma que el Bushido tiene su origen en la caballería, usa la palabra Bu-shi-do cuyo significado literal es militar-caballero-caminos: los modos que los nobles guerreros deben observar, tanto en su vida diaria, como en su profesión; en una palabra, los "preceptos de la caballerosidad". 
    El bushido, es, pues, el código de principios morales que los caballeros debían o aprendían a observar.
    Es un código no enunciado ni escrito, que posee, en cambio, la poderosa sanción de hechos verdaderos, y de una ley escrita en las fibras del corazón.
    Fue un producto orgánico de décadas y siglos de experiencia militar. (de modo que) no se puede señalar ningún tiempo ni lugar definido para su fuente primera. (...) su origen puede, cronológicamente, identificarse con el feudalismo. En Japón su aparición coincide con la subida al trono de Yoritomo, al final del siglo duodécimo. 
    En japón, la clase profesional de los guerreros adquirió posición prominente, se les conoció como samurai, que literalmente significa guardia o acompañante. (...) una raza ruda, toda masculina, de fuerza bruta, llamados a recibir grandes honores y numerosos privilegios, pero también grandes responsabilidades.

Fuentes del Bushido

Varias son las fuentes del Bushido en Japón:
    El Budismo aportó la tranquila confianza en la suerte, la sumisión pacífica ante lo inevitable, la compostura estoica frente al peligro o la calamidad, el desdén hacia la vida y la familiaridad con la muerte.
    El Sintoísmo aportó la lealtad al soberano, la veneración a la memoria de los antepasados, el amor filial, (...) La teología sintoísta cree en la bondad innata y en la pureza cuasi-divina del alma humana, (...) Los dogmas del sintoísmo: Patriotismo y lealtad. El sintoísmo imbuyó en el bushido la lealtad al sob erano y el amor al país. 

Colocado ante un santuario sintoísta para la adoración, el devoto ve su imagen reflejada en la brillante superficie del espejo, así el acto del culto equivale al viejo consejo délfico: conócete a tí mismo. 
 
 Las doctrinas éticas de Confucio, principalmente los enunciados de las cinco relaciones morales entre amo y servidor, (gobernante y gobernado), padre e hijo, marido y mujer, hermano mayor y hermano menor, y entre amigos. (...) El carácter tranquilo, benigno y sabio en su manifestación verbal, de sus preceptos político-morales, se adaptaba exactamente a los samurái.
    Mencio ejerció inmensa autoridad sobre el bushido. Sus teorías enérgicas y muchas veces democráticas se avenían extraordinariamente a los espíritus sentimentales y hasta fueron peligrosas y subversivas para el orden social existente.
    En cuanto al conocimiento, el bushido trató ligeramente al puro conocimiento, se buscaba como un medio para la adquisición de la sabiduría. (...) el conocimiento se identificaba con su aplicación práctica a la vida.


Rectitud o Justicia 

El más poderoso precepto en el código samurai. 
    Rectitud es la facultad de decidir cierta línea de conducta, de acuerdo con la razón, sin titubear; morir cuando es justo morir; matar, cuando se debe matar. (...) Recitud es el esqueleto que presta firmeza y mantiene la estatura.
    Mencio llama a la benevolencia espíritu del hombre, y la rectitud su camino. (...) La rectitud, según Mencio, es un camino recto y estrecho, que el hombre debe tomar para recuperar el paraíso perdido.

Sé honrado en tus tratos con todo el mundo, cree en la justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la que surge de ti.
    
La rectitud es hermana gemela del valor; Inazo sostiene que una desviación ligera de la rectitud conduce a la recta razón [Giri]; que -en una primera aproximación, se refiere al deber que se debe cumplir según la opinión pública.
    En sus sentido original, la recta razón nos pide y ordena que hagamos <cumplamos> nuestro deber.
    El Giri -entendido como la necesidad de obrar rectamente, aunque el deber sea oneroso- es un severo vigilante que obliga a la realización de la tarea.   

     Anselmo de Canterbury afirma que La verdad [del pensamiento] no es otra cosa que la rectitud”. (...) un aspecto particular de esta idea de rectitud: el que se cumpla el deber. Es decir, el fin para el cual se nos otorgó una facultad como es la de pensar (nobis datum est). (...) la rectitud se da cuando se piensa algo sobre los datos obtenidos a través de los sentidos. [la rectitud como hacer lo que debe]
    Respecto de la justicia, Nitobe no la define ni la explica; en una mirada rápida a los contenidos de Internet la podemos encontrar como el valor supremo del derecho, como virtud suprema que se cultiva a través del cumplimiento del deber en el ámbito de la conciencia, como el valor que invita a obra y juzgar teniendo por guía a la verdad y dando a cada uno lo que le pertenece; en fin, vasto es el campo de significados para este concepto.

Valor, facultad de la audacia y del sufrimiento

Confucio la define por su contrario: Conocer lo que es justo, dice, y no ejecutarlo, arguye falta de valor. En su forma positiva, la definición sería: El valor consiste en hacer lo que es justo.
    Platón define al valor como el conocimiento de las cosas que un hombre debe temer y de las que no debe temer.
    Al referirse al "Valor", Nitobe combina tanto el valor moral como el valor físico; asocia al valor con cualidades del espíritu como la fortaleza, la bravura y la impavidez; cualidades que pueden desarrollarse por el ejercicio físico y el ejemplo, agrega que el aspecto espiritual del valor se manifiesta en la compostura, la tranquila presencia del espíritu. La tranquilidad es el valor en reposo, es una manifestación estática del valor , así como los actos audaces son una manifestación dinámica. Un hombre verdaderamente valioso está siempre sereno, jamás es cogido por sorpresa; nada perturba la ecuanimidad de su espíritu. 

Un espléndido complemento para la descripción de Valor de Nitobe la ofrece Sánchez Hernández en su artículo "Análisis filosófico del concepto valor" en donde habla de los elementos que, a su juicio, se han de tomar en consideración  al hacer un análisis de concepto general de valor. Los aborda uno a uno por separado y en su interrelación. Plantea que el mayor peso dentro del concepto “valor” recae en el elemento significación. Hace una propuesta de concepto general de valor con dos variantes atendiendo a si se asume como valor solo la significación positiva,  o también la negativa. Argumenta que existen diferencias entre el concepto general de valor y los múltiples conceptos particulares para cada zona o dominio axiológico, y que la mayor diferencia radica en el grado de generalización. Conceptualiza valores pertenecientes a zonas o dominios axiológicos particulares como los ético morales, político ideológicos, científico tecnológicos, artístico estéticos, de uso, históricos  y terapéuticos. 

Benevolencia

La voluntad o deseo de hacer el bien al otro, de querer lo bueno o beneficiar con nuestra acción a otras personas se denomina benevolencia. Pinedo Cantillo 

Cuando el valor alcanza su mayor altura se hace equivalente a la benevolencia, sentimiento de compasión, amor, magnanimidad, afecto hacia los demás, simpatía, que fueron siempre consideradas como las virtudes supremas, los más altos de todos los artributos del alma humana. La benevolencia se estima como una virtud regia en un doble sentido: como el primero entre los varios atributos de un noble espíritu y como esencial en la profesión de los príncipes.
    Confucio como Mencio repiten que el requisito supremo de un dominador de hombres está en la benevolencia! 

    La benevolencia era una virtud tierna, maternal. La inflexible rectitud y la austera justicia eran particularmente masculinas, la gracia tenía la amabilidad y persuasividad de una naturaleza femenina. Se (les) advertía que no incurriesen en la caridad indiscreta, sin sazonarla con justicia y rectitud. Masamune los expresa con precisión en su aforismo "La rectitud llevada al exceso se petrifica en rigidez; la benevolencia, practicada sin medida, se funde en debilidad".

    De acuerdo con Mencio, la benevolencia somete a su dominio cuanto se opone a su poder, (...) Dice también que el sentimiento de conmiseración es la raíz de la benevolencia, un hombre benévolo piensa siempre en los tristes y miserables.
    La benevolencia con el débil, el oprimido o el vencido, fue siempre alabada como particularmente digna de un samurái.

El samurái no tiene motivos para ser cruel. No necesita demostrar su fortaleza: su compasión nace de su fuerza.

De este “valor de la concordia” se ocupa Lara Nieto; afirma que el nombre de benevolencia que debe formar hoy parte del ethos democrático y merece ser incorporado por todos los medios en el proceso de socialización.  En el centro de la radicalidad ética hay que apelar a la benevolencia que habría de ser incluida a modo de injerto en el corazón de la justicia. Los rasgos de esta virtud política de raíz ilustrada son principalmente los siguientes: un deber que promueve el bien común incluso cuando no se espere una retribución; un entusiasmo natural por el bien público a modo de pacto natural originario; una constante inclinación a mantener una acción generosa humanitaria universal; una instancia desiderativa que, desde una antropología optimista, rechaza el egoísmo como estructura última del ser humana y tiende de manera constante a la concordia con todos los agentes racionales; una suerte de civilidad que brota de un justo sentimiento de los derechos comunes de la humanidad y de la igualdad natural que hay entre los hombres de la misma especie; una virtud social de la compasión; una virtud política de la cooperación y del compromiso que acompaña e implementa siempre a la justicia como su auxiliar necesario, impulsando primero acciones para que lo justo se haga presente y proyectando después nuevos objetivos.    Desde esta dimensión ético-social de la virtud ilustrada de benevolencia podrá afrontarse con mayor plausibilidad la humanización que es hoy tan necesaria.
    En su obra De legibus naturae disquisitio philosophica (1672), Cumberland concibe la benevolencia como aquella virtud que, al mismo tiempo que promueve el bien común (la felicidad y la perfección de todos los agentes morales de la humanidad), conduce también a la recompensa de la felicidad y subyace a los buenos deseos de los seres humanos.

Cortesía

La cortesía es una pobre virtud cuando solo la motiva el miedo de ofender el buen gusto, debiendo ser la manifestación externa de una consideración simpática hacia los sentimientos de los demás. Implica también un debido respeto a la adecuación de las cosas, y, por consiguiente, un respeto a las posiciones sociales (sin que estas expresen distinción plutocrática).

    En su forma superior, la cortesía casi se confunde con el amor; podemos decir, sin irreverencia, que la cortesía sufre largo tiempo y es generosa, no envidia, no se envanece, no se engríe, no comete inconveniencias, no es egoísta, no es fácil a la provocación, desoye el mal.

Un samurái es cortés incluso con sus enemigos. Sin cortesía, sin mostrar respeto a los demás, no somos mejores que los animales.

Al derivarla hacia las maneras de comportamiento social, Nitobe afirma que la cortesía es una gran adquisición, aunque no hiciera más que dar gracia a las maneras, ilustra su afirmación con el siguiente ejemplo: Caminaís bajo un sol abrazador, sin nada que os dé sombra; pasa a vuestro lado un conocido, japonés; os deteneís a hablarle, e inmediatamente se quita el sombrero (...) todo el tiempo que está hablando con vosotros el japonés tiene su sombrilla y está recibiendo el sol abrasador . ¡Qué tontería!, una gran tontería si su motivo no fuera éste: "Usted está al sol; yo siento simpatía por usted, de buena gana le cubriría a usted con mi quitasol, si este fuese bastante grande o si yo tuviese bastante confianza con usted; como no puedo darle sombra, debo compartir con usted las molestias" Ligeros actos de este género son la materialización de los sentimientos cuidadosos del bienestar de los demás. 
    Sin la veracidad, la cortesía es una farsa y una apariencia. La corrección, llevada más allá de los límites debidos - dice Masamune - se convierte en mentira. 
     Podemos decir - con Blanco -, que la cortesía es un conjunto de normas que nos da una sociedad, y que aprendemos desde la infancia, con el fin de manifestar un trato amable y cordial hacia los demás; sin embargo, agrega Blanco, Si entendemos la Cortesía como “el conjunto de estrategias que los hablantes utilizan de manera sistemática para asegurar y modificar el estatuto de sus relaciones sociales: para mejorar el trato amistoso, o para establecer un clima de respeto mutuo”, las palabras y frases que  utilizan los jóvenes para comunicarse con sus semejantes están lejos de ser incluidas en la lista de las palabras que denotan un trato cordial y respetuoso sin que esta falta de formalidad sea una amenaza a la integridad de las personas

Veracidad

Tsu Tsu afirma que la sinceridad es el fin y el principio de todas las cosas; sin ella no existiría nada; habla de su naturaleza trascendental y duradera, de su facultad de producir cambios sin movimiento y de realizar sin esfuerzo, por sola acción de su presencia, sus fines. 
    De acuerdo con el diccionario, es veraz lo que se apega a la verdad, lo que corresponde a la realidad; la veracidad -cualidad de veraz- es el valor que nos hace comunicarnos con otros en base a la verdad de lo que sabemos, pensamos, sentimos o creemos.
    Tres son los móviles de la veracidad que enumera Lecky, a saber: el industrial, el político y el filosófico, (...). En el aspecto filosófico, el más elevado al decir de Lecky, es donde la honradez alcanzó alto rango en el catálogo de las virtudes. De ella se dice que [la honradez] es la mejor política, Nietzsche afirma que es la más joven de las virtudes. Asociada a la honradez, la veracidad aparece en las sociedades industriales como una virtud de práctica fácil y provechosa. 
    La idea de honradez está íntimamente unida con el honor.


Honor 

Por su etimología, Honor deriva del latín honoris, honos que describía ciertas cualidades (rectitud, decencia, gracia, dignidad, fama, respeto...) que deberían tener las personas que ejercen un cargo público. En latín originariamente honos significa el premio público que se le da a aquel al que se le supone o se cree que es recto y decente, y este premio de reconocimiento suele ser un cargo público de carácter político.    
    Recuperemos a Nitobe, de acuerdo con él, el sentimiento de honor implica una conciencia clara de la dignidad y el merecimiento personal; su opuesto -el deshonor- es el sentimiento de vergüenza, indicio de nuestra conciencia moral. El deshonor  - agrega Nitobe - es como una cortadura en un árbol: el tiempo, en vez de borrarla, la hace mayor. La vergüenza - afirma Carlyle - es el solar de todas las virtudes, de las buenas maneras y de la buena moral. 
    En el nombre del honor se perpetraron hechos que no pueden hallar justificación en la ética; para contrarrestar - y aún dominar- tales excesos es necesario la práctica de la magnanimidad y la paciencia, virtudes recomendadas por Lyeyasu y Mencio, la ira provocada por una ofensa insignificante es indigna de un hombre superior; pero la indignación por un gran motivo es una cólera justa. 

Un samurái solo tiene un juez de su honor y es su propia conciencia. Las decisiones que toma y como las lleva a cabo son un reflejo de quién es en realidad. Nadie puede ocultarse de sí mismo. 

Sobre el honor, Mencio afirma que "amar el honor es una cualidad del espíritu de todo hombre; pocos imaginan que lo verdaderamente honorable está dentro de ellos y no en ninguna otra parte. El honor que los hombres confieren no es verdadero honor. 
    El honor se apreciaba entonces como el summum bonum de la existencia terrenal. 
    El honor ganado en la juventud crece con la edad. 

Lealtad

Nitobe no describe específicamente a la lealtad, se refiere a ella como la obediencia voluntaria y consiente de un vasallo a su señor; como obediencia al llamamiento del deber, la sumisión ciega a una orden de una voz superior.
    Para ejemplificar la lealtad, Nitobe recurre al siguiente paralelismo: Los lectores de Critón recordarán el argumento con que Sócrates representa las leyes de la ciudad, discutiendo con él acerca de su evasión. Entre otras cosas les hace decir [a las leyes o al Estado] "Puesto que tú has nacido, te has criado y te has educado bajo nuestra protección, ¡Te atreverás a decir una sola vez que no eres nuestra obra y nuestro siervo, tú y tus padres y todos tus antepasados!" Estas palabras que no impresionan (a los japoneses) como cosa extraordinaria; porque el mismo razonamiento ha estado largo tiempo en el bushido, con esta diferencia, que las leyes y el Estado se encarnaban en una persona. La lealtad es un producto ético de esta teoría política. 
    Sobre la lealtad, Salgado escribe que es una palabra que representa uno de los prioncipales valores en toda sociedad progresista y ha sido definida como una virtud que se desarrolla principalmente en nuestra conciencia, así como el compromiso de defender lo que creemos y en quien creemos, lo que supone hacer aquello con lo que una persona se ha comprometido, aún cuando las circunstancias cambien; dicho de otra manera, es cumplir con la palabra que se ha dado; por tanto, alguien que es leal responde a una obligación que tiene con las y los demás.
    La lealtad es la permanente devoción o fidelidad sobre aquello en lo que sienta honrado a pertenecer, puede ser una nación, una institución o a una persona con la que se tiene un fuerte vínculo emocional. La lealtad en una convicción, un compromiso de estar presente en cualquier circunstancia. 
    Demostrar lealtad, es demostrar honor y gratitud; su antónimo es la traición. 

Hasta aquí los valores a los que se refiere Nitobe; el libro continua luego sobre otros aspectos de la vida samurái; al referirse a la educación, Nitobe dice que a los samurái se les educaba privilegiando la formación del carácter dejando al conocimiento en un lugar subordinado. Los tres pilares de la formación: Sabiduría, benevolencia y valor se atendían al mismo tiempo que la literatura -estudiada como pasatiempo- y la filosofía como auxiliar para la formación del carácter. El plan de estudios lo componían: Esgrima, ejercicios con arco, jiujitsu o yawara, equitación, manejo de la lanza, táctica, caligrafía, moral, literatura e historia; las matemáticas no se incluía en la educación pues eran consideradas no indispensable para las guerras. De las tres clases en las que Bacon divide al estduio por razón de su utilidad, a saber: para el goce, para adorno y para la capacidad, el bushido tenía decidida preferencia por la capacidad cuando su uso fuese el juicio y resolución de asuntos. 
    Otros aspecto de la formación del samurái se refiera a la disciplina. Para el samurái era particularmente importante la disciplina de la inhibición y la fortaleza para inculcarle el sufrimiento sin una queja y la enseñanza de la cortesía como exigencia para no perturbar el placer o la tranquilidad de los demás con manisfestaciones de tristeza o dolor, con el control de las emociones se pretendía que la cara del samurái no diera señales de alegría ni de ira, manteniendo los sentimientos más naturales en perfecto dominio, dejar traslucir las emociones era considerado poco varonil. 
    Un capítulo dedica Nitobe a la descripción del suicidio como forma de desagravio; cuando las acciones del samurái/caballero noble se juzgan como indignas y desprestigian o deshonran entonces procedía el suicidio, harakiri o seppuku; Suicidio por desentrañamiento que se realizaba de forma voluntaria por quienes habían cometido serias ofensas o habían sido deshonrados, el harakiri formaba parte de una ceremonia elaborada con presencia de asistentes; también era una manera de morir con honor para evitar caer en manos de enemigos y ser torturado.   
Fin de la publicación.  

BIBLIOGRAFIA

NITOBE, Inazo. (2025). BUSHIDO El código ético del Samurai. Trad. Jiménez de la Espada, Gonzálo. 10 Ed. Get a book editions, S.L. Col. Ingenios. Coppel, TX. 

 BLANCO ESTUPIÑAN, A. E.,  (2007). Hablando de cortesía. Cuadernos de Lingüística Hispánica,  (9), 27-32. 

Instituto Niten. (17 de Agosto de 2025). Samurai. La historia de los samuraihttps://niten.org/espanol/samurai 

Lara Nieto, M. D.,  (2011). Reseña de "la benevolencia.Genealogía de una virtud política ilustrada" de Salguero Manuel.  Profesorado. Revista de Currículum y Formación de Profesorado, 15(3), 372-375.  

Moya Cañas, P., & Rodríguez Rodríguez, C.  (2013). La rectitud es una cierta adecuación: la noción de verdad en Anselmo de Canterbury y Tomás de Aquino. Teología y Vida, LIV(4), 651-677. 

New World Encyclopedia. (17 de Agosto de 2025) Nitobe Inaziohttps://www.newworldencyclopedia.org/entry/Nitobe_Inazo  

Pineda Cantillo Ivan. (2018). De la benevolencia a la ciudadanía compasiva: La recuperación de conceptos claves para el cultivo de la democracia. En Límite. Revista Interdisciplinaria de Filosofía y Psicología Volumen 13, Nº 41, 2018, pp. 29-45. Recuperado de chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://www.scielo.cl/pdf/limite/v13n41/0718-1361-limite-13-41-29.pdf 

Real Academia Española. (2014).  Diccionario de la Lengua Española. 23a Ed. en https://dle.rae.es/veracidad 

Salgado, Alejandra. (Viernes, 27 de Octubre de 2023). Plumas Patrióticas. Lealtad, un valor fundamental en México. Consultado en https://elsoberano.mx/plumas-patrioticas/lealtad-un-valor-fundamental-en-mexico/ 

Sánchez Hernández, Arturo José. (s/f). Análisis Filosófico del Concepto Valor. En https://www.researchgate.net/publication/262634183_Analisis_filosofico_del_concepto_valor Consultado el 23 de Agosto de 2025. 

Sánchez, C. (05 de febrero de 2020). ¿Cómo citar una Página Web?. Normas APA (7ma edición). https://normas-apa.org/referencias/citar-pagina-web/ 

domingo, 27 de agosto de 2023

DON ABUNDIO EL DEL POTRERO (de la vida y de la muerte)

 El texto es de Catón, el hombre que con picardía, agilidad, ironía y fluidez, describe la cotidianidad de la vida; del libro Don Abundio el del Potrero selecciono los siguientes pasajes que se refieren a la vida y a la muerte; [aunque el texto completo es espléndido].  Tienen una referencias a la pendejez que son una delicia... ya las compendiaré luego. 


Fuentes Aguirre, Armando. (2017). Don Abundio el del Potrero. Sabudiría para la vida. Humor del campo mexicano.  México. Diana.


Las referencias a la muerte se ubican en pasajes que inician más o menos así: "En el cementerio del Abrego hay una tumba que -si pudiera hablar - diría...". 


Mi cuerpo estuvo sepultado aquí. Después me volcí polvo y ahora soy la tierra que cubre a quienes han venido después que vine yo. El hombre que más sea no será mucho más de lo que soy. (pp15)


Estamos en esto que es la vida. El río fecunda la tierra; a su paso crecen las plantas y los árboles. Ojalá mi paso sea fecundo también. Algo queda del río aunque se vaya. Que algo quede de mí cuando me vaya yo. (pp16)


Nací. Fui el tonto del pueblo. No asistí a la escuela: mientras los otros niños decían que dos por dos son cuatro y otras tonterías, yo, el tonto, iba libre por el campo, veía como las nubes ven pasar a los hombres, escuchaba las voces de todo lo que no tiene voz. 
    Crecí. También entonces iba a todas partes sin llegar jamás a ninguna. Es decir, hacía lo mismo que hacen los demás. Los aldeanos se reían de mi, pues ignoraban que sus mujeres, cuando me hallaban en las eras, se reían conmigo de otro modo. Se había corrido entre ellas la voz de que para eso no era yo tan tonto.
    Morí. Contento, porque en mi locura supe que siempre fui mas feliz que aquellos que se reían de mí y que estuvieron sometidos toda la vida a la dura esclavitud de no parecer tontos. Ahora, en esta tumba que no tiene nombre, me pregunto si en verdad yo fui el tonto del pueblo. (pp 21)


Creía en Dios y sentía que Dios creía en mí. Pero luego el tedio de la vida y los pequeños fracasos cotidianos me hicieron dudar de que Dios estuviera conmigo, y entonces comence a dejar de estar con Dios. Deje de creer en Él, no sé si porque leí algunos libros o porque no leí los suficientes. Solamente los que saben mucho y los que no saben nada tienen a su alcance a Dios.
    Así, perdí la fe. Pero a nadie se lo dije. No importaba que yo no creyera en Dios; lo importante era que las gentes a las que yo amaba sí creían en Él. Por amor a ellos seguí amando a Dios. Le rezaba por las noches reclamándole que no existiese.
(...)
    Uno de los dones que recibí de la vida fue el de la muerte. La tuve tranquila. (...) Y dije para mí: Gracias a Dios. Porque no había nadie más a quien darle gracias. (pp 28)


De espíritu y materia está hecho el hombre. Ni el uno ni la otra mueren nunca. Así, somos inmortales, aunque no sepamos cuál es la forma que adopta nuestra inmortalidad.
    Solo cree en la muerte quien no conoce la vida. El que es muy sabio y el que tiene mucha fe, que es otra forma de sabiduría, adquieren la certidumbre de que la vida no se acaba. lo saben por la sucesión de los días y las noches, por el ritmo de las estaciones, por el eterno renacer que vemos en la naturaleza.
    Por eso, cuando celebramos los ritos de la muerte estamos celebrando también el rito de la vida. Afirman desolados filosofos que nacer es comenzar a morir. Digamos nosotros, llenos de esperanza, que morir es comenzas a nacer. Tras esto que llamamos muerte nos aguarda nueva vida. Todos vamos a morir. Todos vamos a nacer. (pp 33).


Don Obed, señor un poco raro, dice que las tumbras no deberían tener nombres porque en verdad no tienen hombres. Los restos que ahí están no son el hombre. Son eso: sus restos. Lo que fue el hombre no está ahí. ¿Para que entonces ponerle nombre a unos restos? (pp 47)


Todo es gracia (...) También todo es beleza. Cuatro estaciones de hermosura tiene el año. Antes la primavera me gustab; ahora es el otoño el que me gusta. Otoño es la tarea realizada, el fruto recogido. Es, además, promesa de descanso. (pp 60)


La vida eterna existe; es cierto, pertenece por igual al espíritu y a la materia. Ambos son creación de Dios, y todo lo que Él hizo lo hizo para la eternidad. Nosotros mismos somos vida eterna, como lo son también todas las cosas de este mundo. Vuelven las almas a la vida, y vuelve también la vida a las cosas hechas de la materia. Nada es anuncio de la nada, todo es promesa segura de vida. (pp 64)


Gracias a Dios que nos dio de comer sin haberlo merecido. (...)
    (...) el pan de cada día viene por partes iguales de la amorosa providencia del Señor y de la labor del hombre. Dios hizo la tierra, el agua, el sol, y puso en el mundo el aliento de la vida que hace nacer los frutos, pero cada día el hombre debe continuar la obra de la creación con el trabajo de sus manos. (pp 78)


Dios hizo las montañas para acercarnos a Él; para darnos a ver su grandeza e infundir en nosotros la santa virtud de la humildad, escudo contra la soberbia, que es fuente no solo de todos los pecados sino también de muchas faltas de educación. (pp 85).


Ni la vida ni la muerte tienen explicación. Suceden, simplemente, y a ambas debemos recibirlas por igual, pues ni la vida ni la muerte se pueden evitar. Son, en verdad, la misma cosa. 
    Todo lo que nace tiene que morir. Esa es verdad de perogrullo. Pero si tal es cierto -y lo es-, entonces  también todo lo que muere tiene que nacer otra vez. La esperanza de ese renacimiento nos debe consolar por la muerte del ser querido, y apartarnos del miedo a nuestra muerte. La vida no se acaba. Es vida eterna. (pp 95)


La vida vuelve a ser vida, aunque pase por ese trance momentáneo que es la muerte. (pp 105)


No podemos saber que hay antes y que habrá después de nuestra vida. (...) mientras viva el hombre debe procurar se feliz y dar felicidad a los demás; debe ser bueno y hacer el bien a los demás. (pp123)


La vida nuca deja de cantar; tú nunca dejes de escuchar su canto y añade a él tu propia canción, aunque sea humilde y pequeña (pp125)


El maestro de la escuela solía decir que no hay alma ni Dios y que todo termina con la muerte. Pero yo desde entonces sabía que eso no es cierto. Yo, que apenas aprendí a leer, sé que hay cosas que no se ven y, sin embargo, existen. Se puede ver el grando de trigo, pero no ves el alma que trae dentro hasta que lo sepultas en la tierra y el grano muere y de él sale la planta: las hojas verdes, el tallo, la colmada espiga. Cuando la muerte me llegó presentí que algo no moriría en mí. Ahora sé que bajé a la tierra, como el grano de trigo, y que la muerte liberó una vida que llevaba en mi sin conocerla. Solo quien no ha visto un grano de trigo puede creer que la vida termina con la muerte. (pp 128)


El caminante sigue su camino. Se ciernen cobre él las alas de Dios. De Él llegará la muerte, lo mismo que una vez llegó la vida. Esta y aquella -vida y muerte- son una misma cosa. (pp 144)


Llegué a la muerte sin conocer la vida. En los últimos instantes me asaltó una idea: debí haber trabajado menos, debí haber vivido más. (pp 144)


Estoy envejeciendo, sí, pero no me siento viejo. Es más, me gusta tener la edad que tengo. A mis años tienes más experiencia, más recuerdos, más tolerancia, más serenidad, más tiempo para ti... Sobre todo, tiene nietos. ¿Se puede pedir más? (pp 151)


Nada nos llevaremos con nosotros. Todo tendremos que dejar. Al final (...) solo nos quedará lo que hayamos dado a los demás. (pp 156)


Hermanos tenemos que no hablan. Debemos aprender a oirlos. Y debemos también aprender a compartir con ellos todas las cosas, ya sean tan pequeñas como el mundo o tan grandes como una nuez. (pp 158) 


Fui una mujer. Una más entre muchas mujeres. Pero procuré vivir vida buena para ser bien recordada. Tuve hijos, tuve nietos, y luego mis nietos también tuvieron hijos. Alcancé a verlos todavía.
    En ellos vivo ahora. Soy en ellos. Esa niñita tiene el mismo color de mi cabello. Este niño tiene la frente como yo... no lo saben, pero me llevan adonde van. Estoy en mis hijos y en los hijos de mis hijos. En ellos y y en los hijos de ellos estaré por todas las generaciones.
    El cura habla de la vida eterna. Yo no entendía sus palabras. Ahora sé que hay vida eterna. Pero no es aquella de la que él hablaba. Es esta vida de la que hablo yo. (pp 173)


Nuestro destino no es la noche, sino el día. Como el árbol busca el sol y tiende a él sus ramas, así nosotros buscamos a tientas nuestro camino hacia la luz. (pp 176)


La vida dura un momento pero vuelve siempre (pp186)


La vida es eterna, pero cada vida es breve. Es breve la vida de la mariposa, y es más breve aún la vida de los hombres porque sabemos de su brevedad. Hoy somos y mañana ya no. Al final aprendemos que un año ha durado un día y que un día valga lo que vale un año. Así, nuestra vida valdrá lo que vale una vida. 
    Hay quienes viven a medias. Están muertos a medias, y ni siquiera se dan cuenta. La única manera de merecer la vida es vivirla toda. (pp 191)


Mientras viví nunca pensé que iba muriendo, y no pensé que cuando morí que renacía. Ahora sé que la vida y la muerte son una misma cosa. Más aún; sé que en verdad no hay muerte. Solo la vida existe y todo lo llena con su eternidad. (pp 200)  


La muerte es cosa triste cuando aquel que murió no tuvo vida (pp 208)


La muerte del ser querido debe borrar en nosotros cualquier mal recuerdo de su vida, de modo que lo veamos solo en sus aspectos buenos, con las galas de belleza con que nos revestirá a todos la infinita misericordia de Dios.
    Siempre debemos dar a nuestros muertos el bálsamo de la bondad y el perdón. (pp 215)


La muerteme dio el don de comprender la vida. Ahora sé cuál es la mayor sabiduría. Gocé la flor, y la canción y el amor, el fiero vino y el bondadoso pan. Con esos sencillos elementos está hecha la vida de los hombres y yo la disfruté y gocé esos amables materiales. 
    Entenderá la vida quien entienda que sin su presencia seguirá habiendo flores y canciones, amor, risas, bebedores de vino y comedores de pan. La más grande ciencia  radica en entender -y en aceptar con serenidad- que la vida seguirá sin ti. Si aprendes eso a tiempo sabrás gozar de la vida y te irás de ella sin pesadumbre ni rencor. (pp 220) 


Ahora sé que debemos tener gran fe en la fe, y esperar la esperanza, y amar siempre el amor. Sin esas tres virtudes la vida se hace gris. Con una sola de ella, el amor, que a las otras envuelve, la vida puede pintarse con el mismo color que tiene el cielo. (pp 224)


No se si creí en Dios. Pero creí en la vida siempre, y quizás es lo mismo. En las mil manifestaciones de la vida yo vi a Dios, y en la vida encontré su eternidad porque la vida no acaba jamás. ¿Cómo puede la vida tener muerte? No termina jamás la vida, nunca. Se transforme tan solo. Yo lo aprendí en la naturaleza: se va la primavera y llegan los fríos del invierno, pero se va el invierno y renace otra vez la primavera. Ese ritmop de vida lo pude aprender porque lo vi. Quizá hay otro que no conozco y que ahora no puedo entender. Quizá al invierno de la muerte ha de seguir la primavera de la resurrección. No lo sé, pero lo siento en el fondo de mí. Y el sentimiento es a veces la mejor forma de la sabiduría. (pp 244)


YO YA NO SOY EL QUE ANTES FUI. POR MI HA PASADO MUCHA VIDA. POR MI HAN PASADO MUCHAS VIDA. 
Catón. 




era
- Espacio de tierra limpia y firme, algunas veces empedrado, en donde se trillan las mieses.
- Cuadro pequeño de tierra destinado al cultivo de flores u hortalizas.
- Suelo apisonado y preparado para majar el yeso, hacer las mezclas...


martes, 10 de enero de 2023

LA PRACTICA DEL AMOR. E Fromm

Los siguientes extractos se toman de "El arte de amar" de Erich Fromm; la intención es resumir el contenido del Cap. 4 e interesar al lector en la consulta al texto completo. 

En los  capítulos que le anteceden, Fromm se refiere a la teoría del amor pensándolo como respuesta al problema de la existencia humana para disertar luego sobre el amor entre padres e hijos de donde deriva luego en diferentes tipos de amor: fraternal, materno [aquí incluye referencias al amor paterno], erótico, amor a sí mismo y amor a Dios. Posteriormente dedica un capítulo a la desintegración del amor y cierra con el capítulo que ahora se resume: la práctica del amor.  

LA PRÁCTICA DEL AMOR

Amar es una experiencia personal que solo podemos tener por y para nosotros.


 La práctica de cualquier arte tiene ciertos requisitos: Disciplina [nunca se hará nada bien si no se hace de manera disciplinada, sin disciplina, la vida se torna caótica y carece de concentración], Concentración [condición indispensable para el dominio de un arte], Paciencia [necesaria para lograr cualquier cosa] y Preocupación por el dominio del arte. 

El arte, dice Fromm - se empieza a aprender de manera indirecta; se debe aprender un gran número de otras cosas que aparentemente no tienen relación con la práctica del amor; de modo que quien aspire a convertirse en un maestro [en el arte de amar] debe comenzar por practicar la disciplina, concentración y la paciencia en todas las fases de su vida.

La disciplina, [entendida como la capacidad de actuar ordenada y perseverantemente para conseguir un bien. Exige orden y lineamientos para lograr más rápidamente los objetivos deseados, soportando las molestias que esto ocasiona. La disciplina es un entrenamiento que corrige, moldea, da fortaleza y perfecciona, su misión es formar buenos hábitos y establecer una serie de reglas personales que comprometen a alcanzar un ideal, es una de las tareas más importantes de la vida. <Ecured>] Acorde con esta idea, es esencial que la disciplina no se practique como una regla impuesta desde afuera, sino que se convierta en una expresión de la propia voluntad, que se sienta como algo agradable, y que uno se acostumbre lentamente a un tipo de conducta que puede llegar a extrañar si deja de practicarla.

La concentración es, con mucho, más difícil de practicar. El paso más importante para aprender a concentrarse es aprender a estar solo con uno mismo sin leer, escuchar la radio, fumar o beber. Ser capaz de concentrarse significa poder estar solo con uno mismo - y esa habilidad es precisamente una condición para la capacidad de amar -.  

Fromm propone un ejercicio simple para practicar la concentración: sentarse en una posición relajada; cerrar los ojos y tratar de ver una pantalla blanca frente a los ojos, tratando de alejar todas las imágenes y los pensamientos que interfieran; luego intentar seguir la propia respiración; no pensar en ella, ni forzarla, sino seguirla - y, al hacerlo, percibirla-; tratar además de lograr una sensación de <<yo>>; yo = <<mí mismo>>, como centro de mis poderes, creador de mi mundo. Habría que realizar tal ejercicio por lo menos todas las mañanas durante veinte minutos (y, si es posible, más tiempo) y todas las noches antes de acostarse.

Hay que aprender a concentrarse en todo lo que uno hace, sea escuchar música, leer un libro, hablar con una persona, contemplar un paisaje. (...). Si uno está concentrado, poco importa qué está haciendo. Las cosas importantes o insignificantes toman una nueva dimensión de la realidad porque están llenas de la propia atención.

Aprender a concentrarse requiere evitar, en la medida de lo posible, las conversaciones triviales; importa también evitar las malas compañías (...) gente viciosa y destructiva, seres cuyos pensamientos y conversaciones son triviales; que parlotean en lugar de hablar y que afirman opiniones que son clichés en lugar de pensar. 

Concentrarse en la relación con otros significa fundamentalmente poder escuchar.

Cualquier actividad, realizada en forma concentrada, tiene un efecto estimulante (aunque luego aparezca un cansancio natural y benéfico); cualquier actividad no concentrada, en cambio, causa somnolencia. 

La paciencia es condición necesaria para la concentración. Si uno no sabe que todo tiene su momento, y quiere forzar las cosas, entonces nunca logrará concentrarse. 

Es imposible aprender a concentrarse sin hacerse sensible a uno mismo. ¿Qué significa eso? ¿Qué hay que pensar continuamente en uno mismo, <<analizarse>> o qué? significa tener conciencia de nuestras sensaciones, emociones, pensamientos... y analizarlos, preguntarnos ¿qué ocurre?, ¿Por qué estoy o me siento así?, es decir; estar atentos a nuestra voz interior que nos dice porque estamos así. 

Para el arte de amar

Cualidades importantes para la capacidad de amar.
    La condición fundamental para el logro del amor es la superación del propio narcisismo. [Trastorno de la personalidad que provoca una admiración excesiva por uno mismo, se caracteriza por un patrón general de grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía (capacidad de "conectar" emocionalmente con los demás) <Ecured>]. El narcisista experimenta como real solo lo que existe en su interior. El polo opuesto del narcisismo es la objetividad; es la capacidad de ver a la gente y las cosas tal como son, y poder separar esa imagen objetiva de la imagen formada por los propios deseos y temores.

La facultad de pensar objetivamente es la razón; la actitud emocional que corresponde a la razón es la humildad. Ser objetivo, utilizar la propia razón, solo es posible si se ha alcanzado una actitud de humildad.

Puesto que el amor depende de la ausencia relativa del narcisismo, el arte de amar requiere el desarrollo de humildad, objetividad y razón. Toda la vida debe estar dedicada a esa finalidad. La adquisición y desarrollo de la capacidad de ser objetivo y de la razón representa la mitad del camino hacia el dominio del arte de amar. 

Si quiero aprender el arte de amar, debo esforzarme por ser objetivo en todas las situaciones.

La capacidad de amar depende de la propia capacidad para superar el narcisismo (...); depende de nuestra  capacidad de crecer, de desarrollar una orientación productiva en nuestra relación con el mundo.  Tal proceso de emergencia, de nacimiento, de despertar, necesita una cualidad como condición necesaria: fe. La práctica del arte de amar requiere la práctica de la fe. 

    ¿Qué es la fe? Para comprender el problema de la fe es necesario diferenciar la fe racional de la irracional. 

La fe irracional se refiere a la creencia (en una persona o una idea) que se basa en la sumisión a una autoridad irracional. Es la aceptación de algo como verdadero solo porque así lo afirma una autoridad o la mayoría.

La fe irracional arraiga en la sumisión a un poder que se considera avasalladoramente poderoso, omnisapiente y omnipotente, y en la abdicación del poder y la fuerza propios. La fe racional se basa en la experiencia opuesta. 

La fe racional es una convicción arraigada en la propia experiencia mental o afectiva. La fe racional no es una creencia en algo, sino la cualidad de certeza y firmeza que poseen nuestras convicciones. La fe racional arraiga en la actividad productiva intelectual y emocional. Constituye un importante componente del pensamiento racional. Esta fe está arraigada en la propia experiencia, en la confianza en el propio poder del pensamiento, observación y juicio a pesar de la opinión de la mayoría.

Toda fe racional no es una mera expresión de deseos, sino que se basa en la evidencia de los logros del pasado de la raza humana y en la experiencia interior de cada individuo  en su propia experiencia de la razón y el amor. 

La base de la fe racional es la productividad; vivir de acuerdo con nuestra fe significa vivir productivamente.

En la esfera de las relaciones humanas, la fe es una cualidad indispensable de cualquier amistad o amor significativos. <<Tener fe>> en otra persona significa estar seguro de la confianza e inmutabilidad de sus actitudes fundamentales, de la esencia de su personalidad, de su amor. 

Solo la persona que tiene fe en sí misma puede ser fiel a lo demás, (...). La fe en uno mismo es una condición de nuestra capacidad de prometer, y puesto que, como dice Nietzsche, el hombre puede definirse por su capacidad de prometer, la fe es una de las condiciones de la existencia humana.

Otro aspecto de la fe en otra persona se refiere a la fe que tenemos en las potencialidades de los otros. La fe en los demás culmina en la fe en la humanidad. 

Tener fe requiere coraje, la capacidad de correr un riesgo, la disposición a aceptar incluso el dolor y la desilusión. 

Ser amado y amar, requiere coraje, la valentía de atribuir a ciertos valores fundamental importancia, y de dar el salto y apostar todo a esos valores. 

¿Hay algo que deba practicarse en relación con la fe y el valor? Indudablemente, la fe puede practicarse a cada momento; por ejemplo: mantener la propia opinión sobre una persona, aunque la opinión pública o algunos hechos imprevistos parezcan invalidarla, mantener las propias convicciones, aunque estas no sean populares: todo eso requiere fe y coraje. Tomar las dificultades, los reveses y las penas de la vida como un desafío cuya superación nos hace más fuertes, y no como una injusto castigo que no tendríamos que recibir nosotros, requiere fe y coraje.

La practica de la fe y el valor comienza con los pequeños detalles de la vida diaria. El primer paso consiste en observar cuándo y dónde se pierde la fe. 
Amar significa comprometerse sin garantías, entregarse totalmente con la esperanza de producir amor en la persona amada. El amor es un acto de fe, y quien tenga poca fe también tiene poco amor.

Una actitud indispensable para la práctica del arte de amar es la actividad, la actividad interior, el uso productivo de los propios poderes. El amor es una actividad; si amo, estoy en constante estado de preocupación activa por la persona amada ... estar activo en el pensamiento, en el sentimiento, con los ojos y los oídos, durante todo el día, evitar la pereza interior, sea que esta signifique mantenerse receptivo, acumular o meramente perder el tiempo, es condición indispensable para la practica de amar.

La capacidad de amar exige un estado de intensidad, de estar despierto, de acrecentada vitalidad, que solo puede ser el resultado de una orientación productiva y activa en muchas otras esferas de la vida. Si no se es productivo en otros aspectos, tampoco se es productivo en el amor. 

El arte de amar está inseparablemente relacionado con el dominio social. Si amar significa tener una actitud de amor hacia todos, necesariamente debe existir no solo en las relaciones con la propia familia y los amigos, sino también para los que están en contacto con nosotros a través del trabajo, la diversión, los negocios, etc. 

La ética equitativa: Las relaciones actuales están influenciadas por el principio de la equidad. Equidad significa no engañar ni hacer trampas en el el intercambio de artículos y servicios, o en el intercambio de sentimientos ; este principio se aleja del ideal religioso del amor al prójimo que implica sentirse responsable por él y uno con él. La ética equitativa  implica no sentirse responsable y unido, sino separado y distante; significa respetar los derechos del prójimo pero no amarlo. 

Si toda nuestra organización social y económica está basada en el hecho de que cada uno trate de conseguir ventajas para sí mismo, si está regida por el principio del egotismo [tendencia a sobrevalorarse uno mismo en las diferentes áreas de la conducta (intelectual, afectiva. moral, social, etc) Colmex] atemperado solo por el principio  ético de la equidad, ¿Cómo es posible hacer negocios, actuar dentro de la estructura de la sociedad existente y, al mismo tiempo, practicar el amor? Parece que hablar de amor en el presente solo significa participar en el fraude general; solo un mártir o un loco puede amar en el mundo actual... el amor no es otra cosa que una prédica. 


Parece que es absoluta la incompatibilidad del amor y la vida <<normal>>. El principio sobre el que se basa la sociedad capitalista y el principio del amor son incompatibles. Los que se preocupan seriamente por el amor como única respuesta racional al problema de la existencia humana, deben llegar a la conclusión de que para que el amor se convierta en un fenómeno social y no una excepción individualista y marginal, nuestra estructura social necesita cambios importantes y radicales.

Si es verdad que el amor es la única respuesta satisfactoria al problema de la existencia humana, entonces toda sociedad que excluya, relativamente, el desarrollo del amor, a la larga, perece a causa de su propia contradicción con las necesidades básicas de la naturaleza del hombre. Hablar de amor no es predicar, por la sencilla razón de que significa hablar de la necesidad fundamental de todo ser humano. Que esa necesidad haya sido oscurecida no significa que no exista. Analizar la naturaleza del amor es descubrir su ausencia general en el presente y criticar las condiciones sociales responsables de esa ausencia. Tener fe en la posibilidad del amor como un fenómeno social y no solo excepcional e individual es tener fe racional basada en la comprensión de la naturaleza misma del hombre. 

FIN DEL CAPÍTULO. 

 


FUENTES DE INFORMACIÓN

Colegio de México. (s.f.). Diccionario del español de México. https://dem.colmex.mx/Ver/egotismo 

ECURED. (s.f.). Disciplina. https://www.ecured.cu/Disciplina. 

Fromm Erich. (2016, Mayo). You shall be as gods. [El arte de amar]. Paidós Nueva Biblioteca.