lunes, 8 de septiembre de 2025

RECTITUD, BENEVOLENCIA, JUSTICIA, CORTESÍA... VALORES EN EL CÓDIGO ÉTICO DEL SAMURAI

BUSHIDO, EL CÓDIGO ÉTICO DEL SAMURÁI

De la lectura del texto cuya ficha se encuentra al final,son los extractos que se incluyen en esta publicación, son una mezcla de citas textuales con frases y/o párrafos introductorios.

He de agregar que mi expectativa inicial sobre este libro era encontrar ideas que invitaran a la reflexión profunda sobre los valores que sustentaron a la clase privilegiada del Japón antiguo, sin embargo no hay tal; el texto es una descripción - rica en detalles - de lo que era la formación y vida de un samurái; por ello complemento la lectura con artículos diversos para enriquecer el contenido de cada uno de los valores mencionados en el libro. 


Acerca del Autor
Como aparece en el libro: 

INAZO NITOBE

(1862-1933)
Bisnieto de estratega militar, nieto, hijo y sobrino de samurais, aprendió artes marciales al tiempo que estudiaba ingeniería agrónoma y relaciones internacionales en universidades de Japón, Estados Unidos y Alemania. 
Escritor prolífico, educador, diplomático y político y abogado a favor del Esperanto, en 1920 fue nombrado Subsecretario de la Sociedad de Naciones y en la década de 1930 trabajó en pro de la distensión entre Japón y Estados Unidos.

Una biografía muy completa puede leerse en el siguiente vínculo: Nitobe Inazio.  

Bushido como sistema ético. 

El autor afirma que el Bushido tiene su origen en la caballería, usa la palabra Bu-shi-do cuyo significado literal es militar-caballero-caminos: los modos que los nobles guerreros deben observar, tanto en su vida diaria, como en su profesión; en una palabra, los "preceptos de la caballerosidad". 
    El bushido, es, pues, el código de principios morales que los caballeros debían o aprendían a observar.
    Es un código no enunciado ni escrito, que posee, en cambio, la poderosa sanción de hechos verdaderos, y de una ley escrita en las fibras del corazón.
    Fue un producto orgánico de décadas y siglos de experiencia militar. (de modo que) no se puede señalar ningún tiempo ni lugar definido para su fuente primera. (...) su origen puede, cronológicamente, identificarse con el feudalismo. En Japón su aparición coincide con la subida al trono de Yoritomo, al final del siglo duodécimo. 
    En japón, la clase profesional de los guerreros adquirió posición prominente, se les conoció como samurai, que literalmente significa guardia o acompañante. (...) una raza ruda, toda masculina, de fuerza bruta, llamados a recibir grandes honores y numerosos privilegios, pero también grandes responsabilidades.

Fuentes del Bushido

Varias son las fuentes del Bushido en Japón:
    El Budismo aportó la tranquila confianza en la suerte, la sumisión pacífica ante lo inevitable, la compostura estoica frente al peligro o la calamidad, el desdén hacia la vida y la familiaridad con la muerte.
    El Sintoísmo aportó la lealtad al soberano, la veneración a la memoria de los antepasados, el amor filial, (...) La teología sintoísta cree en la bondad innata y en la pureza cuasi-divina del alma humana, (...) Los dogmas del sintoísmo: Patriotismo y lealtad. El sintoísmo imbuyó en el bushido la lealtad al sob erano y el amor al país. 

Colocado ante un santuario sintoísta para la adoración, el devoto ve su imagen reflejada en la brillante superficie del espejo, así el acto del culto equivale al viejo consejo délfico: conócete a tí mismo. 
 
 Las doctrinas éticas de Confucio, principalmente los enunciados de las cinco relaciones morales entre amo y servidor, (gobernante y gobernado), padre e hijo, marido y mujer, hermano mayor y hermano menor, y entre amigos. (...) El carácter tranquilo, benigno y sabio en su manifestación verbal, de sus preceptos político-morales, se adaptaba exactamente a los samurái.
    Mencio ejerció inmensa autoridad sobre el bushido. Sus teorías enérgicas y muchas veces democráticas se avenían extraordinariamente a los espíritus sentimentales y hasta fueron peligrosas y subversivas para el orden social existente.
    En cuanto al conocimiento, el bushido trató ligeramente al puro conocimiento, se buscaba como un medio para la adquisición de la sabiduría. (...) el conocimiento se identificaba con su aplicación práctica a la vida.


Rectitud o Justicia 

El más poderoso precepto en el código samurai. 
    Rectitud es la facultad de decidir cierta línea de conducta, de acuerdo con la razón, sin titubear; morir cuando es justo morir; matar, cuando se debe matar. (...) Recitud es el esqueleto que presta firmeza y mantiene la estatura.
    Mencio llama a la benevolencia espíritu del hombre, y la rectitud su camino. (...) La rectitud, según Mencio, es un camino recto y estrecho, que el hombre debe tomar para recuperar el paraíso perdido.

Sé honrado en tus tratos con todo el mundo, cree en la justicia, pero no en la que emana de los demás, sino en la que surge de ti.
    
La rectitud es hermana gemela del valor; Inazo sostiene que una desviación ligera de la rectitud conduce a la recta razón [Giri]; que -en una primera aproximación, se refiere al deber que se debe cumplir según la opinión pública.
    En sus sentido original, la recta razón nos pide y ordena que hagamos <cumplamos> nuestro deber.
    El Giri -entendido como la necesidad de obrar rectamente, aunque el deber sea oneroso- es un severo vigilante que obliga a la realización de la tarea.   

     Anselmo de Canterbury afirma que La verdad [del pensamiento] no es otra cosa que la rectitud”. (...) un aspecto particular de esta idea de rectitud: el que se cumpla el deber. Es decir, el fin para el cual se nos otorgó una facultad como es la de pensar (nobis datum est). (...) la rectitud se da cuando se piensa algo sobre los datos obtenidos a través de los sentidos. [la rectitud como hacer lo que debe]
    Respecto de la justicia, Nitobe no la define ni la explica; en una mirada rápida a los contenidos de Internet la podemos encontrar como el valor supremo del derecho, como virtud suprema que se cultiva a través del cumplimiento del deber en el ámbito de la conciencia, como el valor que invita a obra y juzgar teniendo por guía a la verdad y dando a cada uno lo que le pertenece; en fin, vasto es el campo de significados para este concepto.

Valor, facultad de la audacia y del sufrimiento

Confucio la define por su contrario: Conocer lo que es justo, dice, y no ejecutarlo, arguye falta de valor. En su forma positiva, la definición sería: El valor consiste en hacer lo que es justo.
    Platón define al valor como el conocimiento de las cosas que un hombre debe temer y de las que no debe temer.
    Al referirse al "Valor", Nitobe combina tanto el valor moral como el valor físico; asocia al valor con cualidades del espíritu como la fortaleza, la bravura y la impavidez; cualidades que pueden desarrollarse por el ejercicio físico y el ejemplo, agrega que el aspecto espiritual del valor se manifiesta en la compostura, la tranquila presencia del espíritu. La tranquilidad es el valor en reposo, es una manifestación estática del valor , así como los actos audaces son una manifestación dinámica. Un hombre verdaderamente valioso está siempre sereno, jamás es cogido por sorpresa; nada perturba la ecuanimidad de su espíritu. 

Un espléndido complemento para la descripción de Valor de Nitobe la ofrece Sánchez Hernández en su artículo "Análisis filosófico del concepto valor" en donde habla de los elementos que, a su juicio, se han de tomar en consideración  al hacer un análisis de concepto general de valor. Los aborda uno a uno por separado y en su interrelación. Plantea que el mayor peso dentro del concepto “valor” recae en el elemento significación. Hace una propuesta de concepto general de valor con dos variantes atendiendo a si se asume como valor solo la significación positiva,  o también la negativa. Argumenta que existen diferencias entre el concepto general de valor y los múltiples conceptos particulares para cada zona o dominio axiológico, y que la mayor diferencia radica en el grado de generalización. Conceptualiza valores pertenecientes a zonas o dominios axiológicos particulares como los ético morales, político ideológicos, científico tecnológicos, artístico estéticos, de uso, históricos  y terapéuticos. 

Benevolencia

La voluntad o deseo de hacer el bien al otro, de querer lo bueno o beneficiar con nuestra acción a otras personas se denomina benevolencia. Pinedo Cantillo 

Cuando el valor alcanza su mayor altura se hace equivalente a la benevolencia, sentimiento de compasión, amor, magnanimidad, afecto hacia los demás, simpatía, que fueron siempre consideradas como las virtudes supremas, los más altos de todos los artributos del alma humana. La benevolencia se estima como una virtud regia en un doble sentido: como el primero entre los varios atributos de un noble espíritu y como esencial en la profesión de los príncipes.
    Confucio como Mencio repiten que el requisito supremo de un dominador de hombres está en la benevolencia! 

    La benevolencia era una virtud tierna, maternal. La inflexible rectitud y la austera justicia eran particularmente masculinas, la gracia tenía la amabilidad y persuasividad de una naturaleza femenina. Se (les) advertía que no incurriesen en la caridad indiscreta, sin sazonarla con justicia y rectitud. Masamune los expresa con precisión en su aforismo "La rectitud llevada al exceso se petrifica en rigidez; la benevolencia, practicada sin medida, se funde en debilidad".

    De acuerdo con Mencio, la benevolencia somete a su dominio cuanto se opone a su poder, (...) Dice también que el sentimiento de conmiseración es la raíz de la benevolencia, un hombre benévolo piensa siempre en los tristes y miserables.
    La benevolencia con el débil, el oprimido o el vencido, fue siempre alabada como particularmente digna de un samurái.

El samurái no tiene motivos para ser cruel. No necesita demostrar su fortaleza: su compasión nace de su fuerza.

De este “valor de la concordia” se ocupa Lara Nieto; afirma que el nombre de benevolencia que debe formar hoy parte del ethos democrático y merece ser incorporado por todos los medios en el proceso de socialización.  En el centro de la radicalidad ética hay que apelar a la benevolencia que habría de ser incluida a modo de injerto en el corazón de la justicia. Los rasgos de esta virtud política de raíz ilustrada son principalmente los siguientes: un deber que promueve el bien común incluso cuando no se espere una retribución; un entusiasmo natural por el bien público a modo de pacto natural originario; una constante inclinación a mantener una acción generosa humanitaria universal; una instancia desiderativa que, desde una antropología optimista, rechaza el egoísmo como estructura última del ser humana y tiende de manera constante a la concordia con todos los agentes racionales; una suerte de civilidad que brota de un justo sentimiento de los derechos comunes de la humanidad y de la igualdad natural que hay entre los hombres de la misma especie; una virtud social de la compasión; una virtud política de la cooperación y del compromiso que acompaña e implementa siempre a la justicia como su auxiliar necesario, impulsando primero acciones para que lo justo se haga presente y proyectando después nuevos objetivos.    Desde esta dimensión ético-social de la virtud ilustrada de benevolencia podrá afrontarse con mayor plausibilidad la humanización que es hoy tan necesaria.
    En su obra De legibus naturae disquisitio philosophica (1672), Cumberland concibe la benevolencia como aquella virtud que, al mismo tiempo que promueve el bien común (la felicidad y la perfección de todos los agentes morales de la humanidad), conduce también a la recompensa de la felicidad y subyace a los buenos deseos de los seres humanos.

Cortesía

La cortesía es una pobre virtud cuando solo la motiva el miedo de ofender el buen gusto, debiendo ser la manifestación externa de una consideración simpática hacia los sentimientos de los demás. Implica también un debido respeto a la adecuación de las cosas, y, por consiguiente, un respeto a las posiciones sociales (sin que estas expresen distinción plutocrática).

    En su forma superior, la cortesía casi se confunde con el amor; podemos decir, sin irreverencia, que la cortesía sufre largo tiempo y es generosa, no envidia, no se envanece, no se engríe, no comete inconveniencias, no es egoísta, no es fácil a la provocación, desoye el mal.

Un samurái es cortés incluso con sus enemigos. Sin cortesía, sin mostrar respeto a los demás, no somos mejores que los animales.

Al derivarla hacia las maneras de comportamiento social, Nitobe afirma que la cortesía es una gran adquisición, aunque no hiciera más que dar gracia a las maneras, ilustra su afirmación con el siguiente ejemplo: Caminaís bajo un sol abrazador, sin nada que os dé sombra; pasa a vuestro lado un conocido, japonés; os deteneís a hablarle, e inmediatamente se quita el sombrero (...) todo el tiempo que está hablando con vosotros el japonés tiene su sombrilla y está recibiendo el sol abrasador . ¡Qué tontería!, una gran tontería si su motivo no fuera éste: "Usted está al sol; yo siento simpatía por usted, de buena gana le cubriría a usted con mi quitasol, si este fuese bastante grande o si yo tuviese bastante confianza con usted; como no puedo darle sombra, debo compartir con usted las molestias" Ligeros actos de este género son la materialización de los sentimientos cuidadosos del bienestar de los demás. 
    Sin la veracidad, la cortesía es una farsa y una apariencia. La corrección, llevada más allá de los límites debidos - dice Masamune - se convierte en mentira. 
     Podemos decir - con Blanco -, que la cortesía es un conjunto de normas que nos da una sociedad, y que aprendemos desde la infancia, con el fin de manifestar un trato amable y cordial hacia los demás; sin embargo, agrega Blanco, Si entendemos la Cortesía como “el conjunto de estrategias que los hablantes utilizan de manera sistemática para asegurar y modificar el estatuto de sus relaciones sociales: para mejorar el trato amistoso, o para establecer un clima de respeto mutuo”, las palabras y frases que  utilizan los jóvenes para comunicarse con sus semejantes están lejos de ser incluidas en la lista de las palabras que denotan un trato cordial y respetuoso sin que esta falta de formalidad sea una amenaza a la integridad de las personas

Veracidad

Tsu Tsu afirma que la sinceridad es el fin y el principio de todas las cosas; sin ella no existiría nada; habla de su naturaleza trascendental y duradera, de su facultad de producir cambios sin movimiento y de realizar sin esfuerzo, por sola acción de su presencia, sus fines. 
    De acuerdo con el diccionario, es veraz lo que se apega a la verdad, lo que corresponde a la realidad; la veracidad -cualidad de veraz- es el valor que nos hace comunicarnos con otros en base a la verdad de lo que sabemos, pensamos, sentimos o creemos.
    Tres son los móviles de la veracidad que enumera Lecky, a saber: el industrial, el político y el filosófico, (...). En el aspecto filosófico, el más elevado al decir de Lecky, es donde la honradez alcanzó alto rango en el catálogo de las virtudes. De ella se dice que [la honradez] es la mejor política, Nietzsche afirma que es la más joven de las virtudes. Asociada a la honradez, la veracidad aparece en las sociedades industriales como una virtud de práctica fácil y provechosa. 
    La idea de honradez está íntimamente unida con el honor.


Honor 

Por su etimología, Honor deriva del latín honoris, honos que describía ciertas cualidades (rectitud, decencia, gracia, dignidad, fama, respeto...) que deberían tener las personas que ejercen un cargo público. En latín originariamente honos significa el premio público que se le da a aquel al que se le supone o se cree que es recto y decente, y este premio de reconocimiento suele ser un cargo público de carácter político.    
    Recuperemos a Nitobe, de acuerdo con él, el sentimiento de honor implica una conciencia clara de la dignidad y el merecimiento personal; su opuesto -el deshonor- es el sentimiento de vergüenza, indicio de nuestra conciencia moral. El deshonor  - agrega Nitobe - es como una cortadura en un árbol: el tiempo, en vez de borrarla, la hace mayor. La vergüenza - afirma Carlyle - es el solar de todas las virtudes, de las buenas maneras y de la buena moral. 
    En el nombre del honor se perpetraron hechos que no pueden hallar justificación en la ética; para contrarrestar - y aún dominar- tales excesos es necesario la práctica de la magnanimidad y la paciencia, virtudes recomendadas por Lyeyasu y Mencio, la ira provocada por una ofensa insignificante es indigna de un hombre superior; pero la indignación por un gran motivo es una cólera justa. 

Un samurái solo tiene un juez de su honor y es su propia conciencia. Las decisiones que toma y como las lleva a cabo son un reflejo de quién es en realidad. Nadie puede ocultarse de sí mismo. 

Sobre el honor, Mencio afirma que "amar el honor es una cualidad del espíritu de todo hombre; pocos imaginan que lo verdaderamente honorable está dentro de ellos y no en ninguna otra parte. El honor que los hombres confieren no es verdadero honor. 
    El honor se apreciaba entonces como el summum bonum de la existencia terrenal. 
    El honor ganado en la juventud crece con la edad. 

Lealtad

Nitobe no describe específicamente a la lealtad, se refiere a ella como la obediencia voluntaria y consiente de un vasallo a su señor; como obediencia al llamamiento del deber, la sumisión ciega a una orden de una voz superior.
    Para ejemplificar la lealtad, Nitobe recurre al siguiente paralelismo: Los lectores de Critón recordarán el argumento con que Sócrates representa las leyes de la ciudad, discutiendo con él acerca de su evasión. Entre otras cosas les hace decir [a las leyes o al Estado] "Puesto que tú has nacido, te has criado y te has educado bajo nuestra protección, ¡Te atreverás a decir una sola vez que no eres nuestra obra y nuestro siervo, tú y tus padres y todos tus antepasados!" Estas palabras que no impresionan (a los japoneses) como cosa extraordinaria; porque el mismo razonamiento ha estado largo tiempo en el bushido, con esta diferencia, que las leyes y el Estado se encarnaban en una persona. La lealtad es un producto ético de esta teoría política. 
    Sobre la lealtad, Salgado escribe que es una palabra que representa uno de los prioncipales valores en toda sociedad progresista y ha sido definida como una virtud que se desarrolla principalmente en nuestra conciencia, así como el compromiso de defender lo que creemos y en quien creemos, lo que supone hacer aquello con lo que una persona se ha comprometido, aún cuando las circunstancias cambien; dicho de otra manera, es cumplir con la palabra que se ha dado; por tanto, alguien que es leal responde a una obligación que tiene con las y los demás.
    La lealtad es la permanente devoción o fidelidad sobre aquello en lo que sienta honrado a pertenecer, puede ser una nación, una institución o a una persona con la que se tiene un fuerte vínculo emocional. La lealtad en una convicción, un compromiso de estar presente en cualquier circunstancia. 
    Demostrar lealtad, es demostrar honor y gratitud; su antónimo es la traición. 

Hasta aquí los valores a los que se refiere Nitobe; el libro continua luego sobre otros aspectos de la vida samurái; al referirse a la educación, Nitobe dice que a los samurái se les educaba privilegiando la formación del carácter dejando al conocimiento en un lugar subordinado. Los tres pilares de la formación: Sabiduría, benevolencia y valor se atendían al mismo tiempo que la literatura -estudiada como pasatiempo- y la filosofía como auxiliar para la formación del carácter. El plan de estudios lo componían: Esgrima, ejercicios con arco, jiujitsu o yawara, equitación, manejo de la lanza, táctica, caligrafía, moral, literatura e historia; las matemáticas no se incluía en la educación pues eran consideradas no indispensable para las guerras. De las tres clases en las que Bacon divide al estduio por razón de su utilidad, a saber: para el goce, para adorno y para la capacidad, el bushido tenía decidida preferencia por la capacidad cuando su uso fuese el juicio y resolución de asuntos. 
    Otros aspecto de la formación del samurái se refiera a la disciplina. Para el samurái era particularmente importante la disciplina de la inhibición y la fortaleza para inculcarle el sufrimiento sin una queja y la enseñanza de la cortesía como exigencia para no perturbar el placer o la tranquilidad de los demás con manisfestaciones de tristeza o dolor, con el control de las emociones se pretendía que la cara del samurái no diera señales de alegría ni de ira, manteniendo los sentimientos más naturales en perfecto dominio, dejar traslucir las emociones era considerado poco varonil. 
    Un capítulo dedica Nitobe a la descripción del suicidio como forma de desagravio; cuando las acciones del samurái/caballero noble se juzgan como indignas y desprestigian o deshonran entonces procedía el suicidio, harakiri o seppuku; Suicidio por desentrañamiento que se realizaba de forma voluntaria por quienes habían cometido serias ofensas o habían sido deshonrados, el harakiri formaba parte de una ceremonia elaborada con presencia de asistentes; también era una manera de morir con honor para evitar caer en manos de enemigos y ser torturado.   
Fin de la publicación.  

BIBLIOGRAFIA

NITOBE, Inazo. (2025). BUSHIDO El código ético del Samurai. Trad. Jiménez de la Espada, Gonzálo. 10 Ed. Get a book editions, S.L. Col. Ingenios. Coppel, TX. 

 BLANCO ESTUPIÑAN, A. E.,  (2007). Hablando de cortesía. Cuadernos de Lingüística Hispánica,  (9), 27-32. 

Instituto Niten. (17 de Agosto de 2025). Samurai. La historia de los samuraihttps://niten.org/espanol/samurai 

Lara Nieto, M. D.,  (2011). Reseña de "la benevolencia.Genealogía de una virtud política ilustrada" de Salguero Manuel.  Profesorado. Revista de Currículum y Formación de Profesorado, 15(3), 372-375.  

Moya Cañas, P., & Rodríguez Rodríguez, C.  (2013). La rectitud es una cierta adecuación: la noción de verdad en Anselmo de Canterbury y Tomás de Aquino. Teología y Vida, LIV(4), 651-677. 

New World Encyclopedia. (17 de Agosto de 2025) Nitobe Inaziohttps://www.newworldencyclopedia.org/entry/Nitobe_Inazo  

Pineda Cantillo Ivan. (2018). De la benevolencia a la ciudadanía compasiva: La recuperación de conceptos claves para el cultivo de la democracia. En Límite. Revista Interdisciplinaria de Filosofía y Psicología Volumen 13, Nº 41, 2018, pp. 29-45. Recuperado de chrome-extension://efaidnbmnnnibpcajpcglclefindmkaj/https://www.scielo.cl/pdf/limite/v13n41/0718-1361-limite-13-41-29.pdf 

Real Academia Española. (2014).  Diccionario de la Lengua Española. 23a Ed. en https://dle.rae.es/veracidad 

Salgado, Alejandra. (Viernes, 27 de Octubre de 2023). Plumas Patrióticas. Lealtad, un valor fundamental en México. Consultado en https://elsoberano.mx/plumas-patrioticas/lealtad-un-valor-fundamental-en-mexico/ 

Sánchez Hernández, Arturo José. (s/f). Análisis Filosófico del Concepto Valor. En https://www.researchgate.net/publication/262634183_Analisis_filosofico_del_concepto_valor Consultado el 23 de Agosto de 2025. 

Sánchez, C. (05 de febrero de 2020). ¿Cómo citar una Página Web?. Normas APA (7ma edición). https://normas-apa.org/referencias/citar-pagina-web/ 

domingo, 27 de agosto de 2023

DON ABUNDIO EL DEL POTRERO (de la vida y de la muerte)

 El texto es de Catón, el hombre que con picardía, agilidad, ironía y fluidez, describe la cotidianidad de la vida; del libro Don Abundio el del Potrero selecciono los siguientes pasajes que se refieren a la vida y a la muerte; [aunque el texto completo es espléndido].  Tienen una referencias a la pendejez que son una delicia... ya las compendiaré luego. 


Fuentes Aguirre, Armando. (2017). Don Abundio el del Potrero. Sabudiría para la vida. Humor del campo mexicano.  México. Diana.


Las referencias a la muerte se ubican en pasajes que inician más o menos así: "En el cementerio del Abrego hay una tumba que -si pudiera hablar - diría...". 


Mi cuerpo estuvo sepultado aquí. Después me volcí polvo y ahora soy la tierra que cubre a quienes han venido después que vine yo. El hombre que más sea no será mucho más de lo que soy. (pp15)


Estamos en esto que es la vida. El río fecunda la tierra; a su paso crecen las plantas y los árboles. Ojalá mi paso sea fecundo también. Algo queda del río aunque se vaya. Que algo quede de mí cuando me vaya yo. (pp16)


Nací. Fui el tonto del pueblo. No asistí a la escuela: mientras los otros niños decían que dos por dos son cuatro y otras tonterías, yo, el tonto, iba libre por el campo, veía como las nubes ven pasar a los hombres, escuchaba las voces de todo lo que no tiene voz. 
    Crecí. También entonces iba a todas partes sin llegar jamás a ninguna. Es decir, hacía lo mismo que hacen los demás. Los aldeanos se reían de mi, pues ignoraban que sus mujeres, cuando me hallaban en las eras, se reían conmigo de otro modo. Se había corrido entre ellas la voz de que para eso no era yo tan tonto.
    Morí. Contento, porque en mi locura supe que siempre fui mas feliz que aquellos que se reían de mí y que estuvieron sometidos toda la vida a la dura esclavitud de no parecer tontos. Ahora, en esta tumba que no tiene nombre, me pregunto si en verdad yo fui el tonto del pueblo. (pp 21)


Creía en Dios y sentía que Dios creía en mí. Pero luego el tedio de la vida y los pequeños fracasos cotidianos me hicieron dudar de que Dios estuviera conmigo, y entonces comence a dejar de estar con Dios. Deje de creer en Él, no sé si porque leí algunos libros o porque no leí los suficientes. Solamente los que saben mucho y los que no saben nada tienen a su alcance a Dios.
    Así, perdí la fe. Pero a nadie se lo dije. No importaba que yo no creyera en Dios; lo importante era que las gentes a las que yo amaba sí creían en Él. Por amor a ellos seguí amando a Dios. Le rezaba por las noches reclamándole que no existiese.
(...)
    Uno de los dones que recibí de la vida fue el de la muerte. La tuve tranquila. (...) Y dije para mí: Gracias a Dios. Porque no había nadie más a quien darle gracias. (pp 28)


De espíritu y materia está hecho el hombre. Ni el uno ni la otra mueren nunca. Así, somos inmortales, aunque no sepamos cuál es la forma que adopta nuestra inmortalidad.
    Solo cree en la muerte quien no conoce la vida. El que es muy sabio y el que tiene mucha fe, que es otra forma de sabiduría, adquieren la certidumbre de que la vida no se acaba. lo saben por la sucesión de los días y las noches, por el ritmo de las estaciones, por el eterno renacer que vemos en la naturaleza.
    Por eso, cuando celebramos los ritos de la muerte estamos celebrando también el rito de la vida. Afirman desolados filosofos que nacer es comenzar a morir. Digamos nosotros, llenos de esperanza, que morir es comenzas a nacer. Tras esto que llamamos muerte nos aguarda nueva vida. Todos vamos a morir. Todos vamos a nacer. (pp 33).


Don Obed, señor un poco raro, dice que las tumbras no deberían tener nombres porque en verdad no tienen hombres. Los restos que ahí están no son el hombre. Son eso: sus restos. Lo que fue el hombre no está ahí. ¿Para que entonces ponerle nombre a unos restos? (pp 47)


Todo es gracia (...) También todo es beleza. Cuatro estaciones de hermosura tiene el año. Antes la primavera me gustab; ahora es el otoño el que me gusta. Otoño es la tarea realizada, el fruto recogido. Es, además, promesa de descanso. (pp 60)


La vida eterna existe; es cierto, pertenece por igual al espíritu y a la materia. Ambos son creación de Dios, y todo lo que Él hizo lo hizo para la eternidad. Nosotros mismos somos vida eterna, como lo son también todas las cosas de este mundo. Vuelven las almas a la vida, y vuelve también la vida a las cosas hechas de la materia. Nada es anuncio de la nada, todo es promesa segura de vida. (pp 64)


Gracias a Dios que nos dio de comer sin haberlo merecido. (...)
    (...) el pan de cada día viene por partes iguales de la amorosa providencia del Señor y de la labor del hombre. Dios hizo la tierra, el agua, el sol, y puso en el mundo el aliento de la vida que hace nacer los frutos, pero cada día el hombre debe continuar la obra de la creación con el trabajo de sus manos. (pp 78)


Dios hizo las montañas para acercarnos a Él; para darnos a ver su grandeza e infundir en nosotros la santa virtud de la humildad, escudo contra la soberbia, que es fuente no solo de todos los pecados sino también de muchas faltas de educación. (pp 85).


Ni la vida ni la muerte tienen explicación. Suceden, simplemente, y a ambas debemos recibirlas por igual, pues ni la vida ni la muerte se pueden evitar. Son, en verdad, la misma cosa. 
    Todo lo que nace tiene que morir. Esa es verdad de perogrullo. Pero si tal es cierto -y lo es-, entonces  también todo lo que muere tiene que nacer otra vez. La esperanza de ese renacimiento nos debe consolar por la muerte del ser querido, y apartarnos del miedo a nuestra muerte. La vida no se acaba. Es vida eterna. (pp 95)


La vida vuelve a ser vida, aunque pase por ese trance momentáneo que es la muerte. (pp 105)


No podemos saber que hay antes y que habrá después de nuestra vida. (...) mientras viva el hombre debe procurar se feliz y dar felicidad a los demás; debe ser bueno y hacer el bien a los demás. (pp123)


La vida nuca deja de cantar; tú nunca dejes de escuchar su canto y añade a él tu propia canción, aunque sea humilde y pequeña (pp125)


El maestro de la escuela solía decir que no hay alma ni Dios y que todo termina con la muerte. Pero yo desde entonces sabía que eso no es cierto. Yo, que apenas aprendí a leer, sé que hay cosas que no se ven y, sin embargo, existen. Se puede ver el grando de trigo, pero no ves el alma que trae dentro hasta que lo sepultas en la tierra y el grano muere y de él sale la planta: las hojas verdes, el tallo, la colmada espiga. Cuando la muerte me llegó presentí que algo no moriría en mí. Ahora sé que bajé a la tierra, como el grano de trigo, y que la muerte liberó una vida que llevaba en mi sin conocerla. Solo quien no ha visto un grano de trigo puede creer que la vida termina con la muerte. (pp 128)


El caminante sigue su camino. Se ciernen cobre él las alas de Dios. De Él llegará la muerte, lo mismo que una vez llegó la vida. Esta y aquella -vida y muerte- son una misma cosa. (pp 144)


Llegué a la muerte sin conocer la vida. En los últimos instantes me asaltó una idea: debí haber trabajado menos, debí haber vivido más. (pp 144)


Estoy envejeciendo, sí, pero no me siento viejo. Es más, me gusta tener la edad que tengo. A mis años tienes más experiencia, más recuerdos, más tolerancia, más serenidad, más tiempo para ti... Sobre todo, tiene nietos. ¿Se puede pedir más? (pp 151)


Nada nos llevaremos con nosotros. Todo tendremos que dejar. Al final (...) solo nos quedará lo que hayamos dado a los demás. (pp 156)


Hermanos tenemos que no hablan. Debemos aprender a oirlos. Y debemos también aprender a compartir con ellos todas las cosas, ya sean tan pequeñas como el mundo o tan grandes como una nuez. (pp 158) 


Fui una mujer. Una más entre muchas mujeres. Pero procuré vivir vida buena para ser bien recordada. Tuve hijos, tuve nietos, y luego mis nietos también tuvieron hijos. Alcancé a verlos todavía.
    En ellos vivo ahora. Soy en ellos. Esa niñita tiene el mismo color de mi cabello. Este niño tiene la frente como yo... no lo saben, pero me llevan adonde van. Estoy en mis hijos y en los hijos de mis hijos. En ellos y y en los hijos de ellos estaré por todas las generaciones.
    El cura habla de la vida eterna. Yo no entendía sus palabras. Ahora sé que hay vida eterna. Pero no es aquella de la que él hablaba. Es esta vida de la que hablo yo. (pp 173)


Nuestro destino no es la noche, sino el día. Como el árbol busca el sol y tiende a él sus ramas, así nosotros buscamos a tientas nuestro camino hacia la luz. (pp 176)


La vida dura un momento pero vuelve siempre (pp186)


La vida es eterna, pero cada vida es breve. Es breve la vida de la mariposa, y es más breve aún la vida de los hombres porque sabemos de su brevedad. Hoy somos y mañana ya no. Al final aprendemos que un año ha durado un día y que un día valga lo que vale un año. Así, nuestra vida valdrá lo que vale una vida. 
    Hay quienes viven a medias. Están muertos a medias, y ni siquiera se dan cuenta. La única manera de merecer la vida es vivirla toda. (pp 191)


Mientras viví nunca pensé que iba muriendo, y no pensé que cuando morí que renacía. Ahora sé que la vida y la muerte son una misma cosa. Más aún; sé que en verdad no hay muerte. Solo la vida existe y todo lo llena con su eternidad. (pp 200)  


La muerte es cosa triste cuando aquel que murió no tuvo vida (pp 208)


La muerte del ser querido debe borrar en nosotros cualquier mal recuerdo de su vida, de modo que lo veamos solo en sus aspectos buenos, con las galas de belleza con que nos revestirá a todos la infinita misericordia de Dios.
    Siempre debemos dar a nuestros muertos el bálsamo de la bondad y el perdón. (pp 215)


La muerteme dio el don de comprender la vida. Ahora sé cuál es la mayor sabiduría. Gocé la flor, y la canción y el amor, el fiero vino y el bondadoso pan. Con esos sencillos elementos está hecha la vida de los hombres y yo la disfruté y gocé esos amables materiales. 
    Entenderá la vida quien entienda que sin su presencia seguirá habiendo flores y canciones, amor, risas, bebedores de vino y comedores de pan. La más grande ciencia  radica en entender -y en aceptar con serenidad- que la vida seguirá sin ti. Si aprendes eso a tiempo sabrás gozar de la vida y te irás de ella sin pesadumbre ni rencor. (pp 220) 


Ahora sé que debemos tener gran fe en la fe, y esperar la esperanza, y amar siempre el amor. Sin esas tres virtudes la vida se hace gris. Con una sola de ella, el amor, que a las otras envuelve, la vida puede pintarse con el mismo color que tiene el cielo. (pp 224)


No se si creí en Dios. Pero creí en la vida siempre, y quizás es lo mismo. En las mil manifestaciones de la vida yo vi a Dios, y en la vida encontré su eternidad porque la vida no acaba jamás. ¿Cómo puede la vida tener muerte? No termina jamás la vida, nunca. Se transforme tan solo. Yo lo aprendí en la naturaleza: se va la primavera y llegan los fríos del invierno, pero se va el invierno y renace otra vez la primavera. Ese ritmop de vida lo pude aprender porque lo vi. Quizá hay otro que no conozco y que ahora no puedo entender. Quizá al invierno de la muerte ha de seguir la primavera de la resurrección. No lo sé, pero lo siento en el fondo de mí. Y el sentimiento es a veces la mejor forma de la sabiduría. (pp 244)


YO YA NO SOY EL QUE ANTES FUI. POR MI HA PASADO MUCHA VIDA. POR MI HAN PASADO MUCHAS VIDA. 
Catón. 




era
- Espacio de tierra limpia y firme, algunas veces empedrado, en donde se trillan las mieses.
- Cuadro pequeño de tierra destinado al cultivo de flores u hortalizas.
- Suelo apisonado y preparado para majar el yeso, hacer las mezclas...


martes, 10 de enero de 2023

LA PRACTICA DEL AMOR. E Fromm

Los siguientes extractos se toman de "El arte de amar" de Erich Fromm; la intención es resumir el contenido del Cap. 4 e interesar al lector en la consulta al texto completo. 

En los  capítulos que le anteceden, Fromm se refiere a la teoría del amor pensándolo como respuesta al problema de la existencia humana para disertar luego sobre el amor entre padres e hijos de donde deriva luego en diferentes tipos de amor: fraternal, materno [aquí incluye referencias al amor paterno], erótico, amor a sí mismo y amor a Dios. Posteriormente dedica un capítulo a la desintegración del amor y cierra con el capítulo que ahora se resume: la práctica del amor.  

LA PRÁCTICA DEL AMOR

Amar es una experiencia personal que solo podemos tener por y para nosotros.


 La práctica de cualquier arte tiene ciertos requisitos: Disciplina [nunca se hará nada bien si no se hace de manera disciplinada, sin disciplina, la vida se torna caótica y carece de concentración], Concentración [condición indispensable para el dominio de un arte], Paciencia [necesaria para lograr cualquier cosa] y Preocupación por el dominio del arte. 

El arte, dice Fromm - se empieza a aprender de manea indirecta; se debe aprender un gran número de otras cosas que aparentemente no tienen relación con la práctica del amor; de modo que quien aspire a convertirse en un maestro [en el arte de amar] debe comenzar por practicar la disciplina, concentración y la paciencia en todas las fases de su vida.

La disciplina, [entendida como la capacidad de actuar ordenada y perseverantemente para conseguir un bien. Exige orden y lineamientos para lograr más rápidamente los objetivos deseados, soportando las molestias que esto ocasiona. La disciplina es un entrenamiento que corrige, moldea, da fortaleza y perfecciona, su misión es formar buenos hábitos y establecer una serie de reglas personales que comprometen a alcanzar un ideal, es una de las tareas más importantes de la vida. <Ecured>] Acorde con esta idea, es esencial que la disciplina no se practique como una regla impuesta desde afuera, sino que se convierta en una expresión de la propia voluntad, que se sienta como algo agradable, y que uno se acostumbre lentamente a un tipo de conducta que puede llegar a extrañar si deja de practicarla.

La concentración es, con mucho, más difícil de practicar. El paso más importante para aprender a concentrarse es aprender a estar solo con uno mismo sin leer, escuchar la radio, fumar o beber. Ser capaz de concentrarse significa poder estar solo con uno mismo - y esa habilidad es precisamente una condición para la capacidad de amar -.  

Fromm propone un ejercicio simple para practicar la concentración: sentarse en una posición relajada; cerrar los ojos y tratar de ver una pantalla blanca frente a los ojos, tratando de alejar todas las imágenes y los pensamientos que interfieran; luego intentar seguir la propia respiración; no pensar en ella, ni forzarla, sino seguirla - y, al hacerlo, percibirla-; tratar además de lograr una sensación de <<yo>>; yo = <<mí mismo>>, como centro de mis poderes, creador de mi mundo. Habría que realizar tal ejercicio por lo menos todas las mañanas durante veinte minutos (y, si es posible, más tiempo) y todas las noches antes de acostarse.

Hay que aprender a concentrarse en todo lo que uno hace, sea escuchar música, leer un libro, hablar con una persona, contemplar un paisaje. (...). Si uno está concentrado, poco importa qué está haciendo. Las cosas importantes o insignificantes toman una nueva dimensión de la realidad porque están llenas de la propia atención.

Aprender a concentrarse requiere evitar, en la medida de lo posible, las conversaciones triviales; importa también evitar las malas compañías (...) gente viciosa y destructiva, seres cuyos pensamientos y conversaciones son triviales; que parlotean en lugar de hablar y que afirman opiniones que son clichés en lugar de pensar. 

Concentrarse en la relación con otros significa fundamentalmente poder escuchar.

Cualquier actividad, realizada en forma concentrada, tiene un efecto estimulante (aunque luego aparezca un cansancio natural y benéfico); cualquier actividad no concentrada, en cambio, causa somnolencia. 

La paciencia es condición necesaria para la concentración. Si uno no sabe que todo tiene su momento, y quiere forzar las cosas, entonces nunca logrará concentrarse. 

Es imposible aprender a concentrarse sin hacerse sensible a uno mismo. ¿Qué significa eso? ¿Qué hay que pensar continuamente en uno mismo, <<analizarse>> o qué? significa tener conciencia de nuestras sensaciones, emociones, pensamientos... y analizarlos, preguntarnos ¿qué ocurre?, ¿Por qué estoy o me siento así?, es decir; estar atentos a nuestra voz interior que nos dice porque estamos así. 

Para el arte de amar

Cualidades importantes para la capacidad de amar.
    La condición fundamental para el logro del amor es la superación del propio narcisismo. [Trastorno de la personalidad que provoca una admiración excesiva por uno mismo, se caracteriza por un patrón general de grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía (capacidad de "conectar" emocionalmente con los demás) <Ecured>]. El narcisista experimenta como real solo lo que existe en su interior. El polo opuesto del narcisismo es la objetividad; es la capacidad de ver a la gente y las cosas tal como son, y poder separar esa imagen objetiva de la imagen formada por los propios deseos y temores.

La facultad de pensar objetivamente es la razón; la actitud emocional que corresponde a la razón es la humildad. Ser objetivo, utilizar la propia razón, solo es posible si se ha alcanzado una actitud de humildad.

Puesto que el amor depende de la ausencia relativa del narcisismo, el arte de amar requiere el desarrollo de humildad, objetividad y razón. Toda la vida debe estar dedicada a esa finalidad. La adquisición y desarrollo de la capacidad de ser objetivo y de la razón representa la mitad del camino hacia el dominio del arte de amar. 

Si quiero aprender el arte de amar, debo esforzarme por ser objetivo en todas las situaciones.

La capacidad de amar depende de la propia capacidad para superar el narcisismo (...); depende de nuestra  capacidad de crecer, de desarrollar una orientación productiva en nuestra relación con el mundo.  Tal proceso de emergencia, de nacimiento, de despertar, necesita una cualidad como condición necesaria: fe. La práctica del arte de amar requiere la práctica de la fe. 

    ¿Qué es la fe? Para comprender el problema de la fe es necesario diferenciar la fe racional de la irracional. 

La fe irracional se refiere a la creencia (en una persona o una idea) que se basa en la sumisión a una autoridad irracional. Es la aceptación de algo como verdadero solo porque así lo afirma una autoridad o la mayoría.

La fe irracional arraiga en la sumisión a un poder que se considera avasalladoramente poderoso, omnisapiente y omnipotente, y en la abdicación del poder y la fuerza propios. La fe racional se basa en la experiencia opuesta. 

La fe racional es una convicción arraigada en la propia experiencia mental o afectiva. La fe racional no es una creencia en algo, sino la cualidad de certeza y firmeza que poseen nuestras convicciones. La fe racional arraiga en la actividad productiva intelectual y emocional. Constituye un importante componente del pensamiento racional. Esta fe está arraigada en la propia experiencia, en la confianza en el propio poder del pensamiento, observación y juicio a pesar de la opinión de la mayoría.

Toda fe racional no es una mera expresión de deseos, sino que se basa en la evidencia de los logros del pasado de la raza humana y en la experiencia interior de cada individuo  en su propia experiencia de la razón y el amor. 

La base de la fe racional es la productividad; vivir de acuerdo con nuestra fe significa vivir productivamente.

En la esfera de las relaciones humanas, la fe es una cualidad indispensable de cualquier amistad o amor significativos. <<Tener fe>> en otra persona significa estar seguro de la confianza e inmutabilidad de sus actitudes fundamentales, de la esencia de su personalidad, de su amor. 

Solo la persona que tiene fe en sí misma puede ser fiel a lo demás, (...). La fe en uno mismo es una condición de nuestra capacidad de prometer, y puesto que, como dice Nietzsche, el hombre puede definirse por su capacidad de prometer, la fe es una de las condiciones de la existencia humana.

Otro aspecto de la fe en otra persona se refiere a la fe que tenemos en las potencialidades de los otros. La fe en los demás culmina en la fe en la humanidad. 

Tener fe requiere coraje, la capacidad de correr un riesgo, la disposición a aceptar incluso el dolor y la desilusión. 

Ser amado y amar, requiere coraje, la valentía de atribuir a ciertos valores fundamental importancia, y de dar el salto y apostar todo a esos valores. 

¿Hay algo que deba practicarse en relación con la fe y el valor? Indudablemente, la fe puede practicarse a cada momento; por ejemplo: mantener la propia opinión sobre una persona, aunque la opinión pública o algunos hechos imprevistos parezcan invalidarla, mantener las propias convicciones, aunque estas no sean populares: todo eso requiere fe y coraje. Tomar las dificultades, los reveses y las penas de la vida como un desafío cuya superación nos hace más fuertes, y no como una injusto castigo que no tendríamos que recibir nosotros, requiere fe y coraje.

La practica de la fe y el valor comienza con los pequeños detalles de la vida diaria. El primer paso consiste en observar cuándo y dónde se pierde la fe. 
Amar significa comprometerse sin garantías, entregarse totalmente con la esperanza de producir amor en la persona amada. El amor es un acto de fe, y quien tenga poca fe también tiene poco amor.

Una actitud indispensable para la práctica del arte de amar es la actividad, la actividad interior, el uso productivo de los propios poderes. El amor es una actividad; si amo, estoy en constante estado de preocupación activa por la persona amada ... estar activo en el pensamiento, en el sentimiento, con los ojos y los oídos, durante todo el día, evitar la pereza interior, sea que esta signifique mantenerse receptivo, acumular o meramente perder el tiempo, es condición indispensable para la practica de amar.

La capacidad de amar exige un estado de intensidad, de estar despierto, de acrecentada vitalidad, que solo puede ser el resultado de una orientación productiva y activa en muchas otras esferas de la vida. Si no se es productivo en otros aspectos, tampoco se es productivo en el amor. 

El arte de amar está inseparablemente relacionado con el dominio social. Si amar significa tener una actitud de amor hacia todos, necesariamente debe existir no solo en las relaciones con la propia familia y los amigos, sino también para los que están en contacto con nosotros a través del trabajo, la diversión, los negocios, etc. 

La ética equitativa: Las relaciones actuales están influenciadas por el principio de la equidad. Equidad significa no engañar ni hacer trampas en el el intercambio de artículos y servicios, o en el intercambio de sentimientos ; este principio se aleja del ideal religioso del amor al prójimo que implica sentirse responsable por él y uno con él. La ética equitativa  implica no sentirse responsable y unido, sino separado y distante; significa respetar los derechos del prójimo pero no amarlo. 

Si toda nuestra organización social y económica está basada en el hecho de que cada uno trate de conseguir ventajas para sí mismo, si está regida por el principio del egotismo [tendencia a sobrevalorarse uno mismo en las diferentes áreas de la conducta (intelectual, afectiva. moral, social, etc) Colmex] atemperado solo por el principio  ético de la equidad, ¿Cómo es posible hacer negocios, actuar dentro de la estructura de la sociedad existente y, al mismo tiempo, practicar el amor? Parece que hablar de amor en el presente solo significa participar en el fraude general; solo un mártir o un loco puede amar en el mundo actual... el amor no es otra cosa que una prédica. 


Parece que es absoluta la incompatibilidad del amor y la vida <<normal>>. El principio sobre el que se basa la sociedad capitalista y el principio del amor son incompatibles. Los que se preocupan seriamente por el amor como única respuesta racional al problema de la existencia humana, deben llegar a la conclusión de que para que el amor se convierta en un fenómeno social y no una excepción individualista y marginal, nuestra estructura social necesita cambios importantes y radicales.

Si es verdad que el amor es la única respuesta satisfactoria al problema de la existencia humana, entonces toda sociedad que excluya, relativamente, el desarrollo del amor, a la larga, perece a causa de su propia contradicción con las necesidades básicas de la naturaleza del hombre. Hablar de amor no es predicar, por la sencilla razón de que significa hablar de la necesidad fundamental de todo ser humano. Que esa necesidad haya sido oscurecida no significa que no exista. Analizar la naturaleza del amor es descubrir su ausencia general en el presente y criticar las condiciones sociales responsables de esa ausencia. Tener fe en la posibilidad del amor como un fenómeno social y no solo excepcional e individual es tener fe racional basada en la comprensión de la naturaleza misma del hombre. 

FIN DEL CAPÍTULO. 

 


FUENTES DE INFORMACIÓN

Colegio de México. (s.f.). Diccionario del español de México. https://dem.colmex.mx/Ver/egotismo 

ECURED. (s.f.). Disciplina. https://www.ecured.cu/Disciplina. 

Fromm Erich. (2016, Mayo). You shall be as gods. [El arte de amar]. Paidós Nueva Biblioteca. 


martes, 28 de diciembre de 2021

HIDALGO, La otra historia

Los siguientes extractos son tomados del libro "Hidalgo, la otra historia" de José Luis Trueba Lara, en cuya contraportada se lee Preso en espera de ser fusilado, Ignacio Allende lo cuenta todo. (...) sobre Miguel Hidalgo y Costilla.  

En las 260 páginas del libro, -en voz de Allende- Trueba nos muestra un lado poco conocido del cura Miguel Hidalgo, una cara alejada del héroe al que México conoce como el "Padre de la independencia". 

"Hidalgo, la otra historia es una novela transgresora, narrada por Ignacio Allende mientras espera a ser fusilado. El general relata batallas saqueos, temibles asesinatos, la situación sobre la invasión napoleónica y su alianza y rivalidad con Hidalgo. retrata un personaje complejo que estaba muy lejos de ser el padre de la Patria" (Irma Gallo, Entrevista con José Luis Trueba Lara. En https://www.youtube.com/watch?v=imIMXlL13FI)   

Hidalgo, el más cabrón de todos los curas, se quedó parado a mitad del patio de la alhóndiga. Los muertos no le importaban, pero la peste lo incomodaba. (p 15)

Por más que quisiera, Hidalgo no podía engañarse. El estandarte que se agenció en Atotonilco no bastaba para disimular sus pecados, la Guadalupana estaba horrorizada por sus crímenes y su manga ancha con los saqueos y los asesinatos. A lo mejor por eso había veces que se quedaba viendo a la nada mientras sus labios se movían para rogar la clemencia que no merecía. (p 16) 

Cuando llegamos a Guanajuato, los gachupines ya nos esperaban. (...) el cura pidió su escribanía y le mando dos cartas a Riaño. En una le exigía que entregara la ciudad sin disparar y un tiro, en la otra le ofrecía la posibilidad de que su mujer lo abandonara para salvar la vida. Él la recibiría gustoso y la protegería. (...) sin embargo el intendente no podía olvidar el pasado. Más de una vez pescó a Hidalgo mirando a su esposa en las tertulias. La calentura estaba marcada en las pupilas que no se alejaban de sus pechos. Las habladurías sobre los bastardos que dejaba regados no eran verdades a medias. Su pico de oro era capaz de romper la aduana de los escotes y alzar los telones de las faldas. (p 21)

Apenas había pasado un rato cuando el cura bribón [Hidalgo] se acercó a la alhóndiga indefensa. A la hora de la verdad, siempre se portó como lo que era: un collón por los cuatro costados. Pero en esos momentos, su miedo ya no importaba, nadie podía sorrajarle un tiro en la cara. Con su mano trazaba la señal de la cruz sobre los miserables que corrían para matar y robar. Las ansias de sangre y saqueo estaban benditos. (p 28) 

(...) Hidalgo estaba en una de las casas que cayeron en sus manos. (...) me miró y sonrió. Después de que volvió a mirarme, se sentó como si nada pasara. A su lado estaba apiladas las barras de plata que rescató de la alhóndiga. Aunque la mayoría se escapó de sus manos, no eran tan pocas las que estaban ahí. Una sobre otra tenían más de una vara de alto. (p 30)

no importaba cual fuera el lugar al que llegáramos, don Miguel ordenaba que las puertas de la cárcel se abrieran. Según decía, ninguno de los enjaulados merecía estar en ese lugar. Todos eran mártires, todos eran víctimas de la injusticia y, por supuesto, no eran culpables de nada. Él era el primero que los recibía a las puertas del presidio para besarlos y abrazarlos. (p 36)

- Cállese - le ordenó Hidalgo con voz helada -, usted y los demás tienen hasta el amanecer para aceptar los cargos. Entiéndanlo, el rey y el virrey no son nada. Yo soy todo.  Al día siguiente, ninguno llegó a la reunión. Todos huyeron con sus familias y lo poco que pudieron cargar. El cura bufaba por la furia y a gritos llamó a su secretario. Le dicto sentencia de muerte a los que se negaron a obedecerlo, (p 39)

Ellos, desde el día en que don Miguel los sacó de la cárcel en Dolores, se convirtieron en su jauría. Si habían matado y violado, o si profanaron los templos y las sagradas imágenes, fueron perdonados y bendecidos. A estas alturas, esos malvivientes ya habían aprendido que los desharrapados no debían mirarle la cara (a Hidalgo) cuando estaba alicaído. Delante de los muertos de hambre (Hidalgo) debía mostrarse como el mandamás invencible, como el único que podía abrir las puertas de la Gloria, (p 43)

- Mira - me dijo mientras me acercaba el papel. (...) lo leí con calma. Ninguna de las palabras me sorprendió. (...): la santa Iglesia nos repudiaba y nos maldecía desde el cabellos hasta los pies y desde la piel hasta el tuétano. Y todos los que se atrevieran a tendernos la mano se enfrentarían al mismo castigo. Don Manuel Abad, el obispo de Valladolid, nos entregaba a las llamas eternas y la oscuridad sin redención.
    Le devolví el papel. Él lo dobló con calma antes de guardarlo en su bolsa. - Los amigos siempre traicionan - murmuró con ganas de que apenas lo escuchara -. Riaño prefirió la muerte a estar a mi lado, y ahora Manuel me condena y me maldice. (...) Dios sabe que terminará en manos de mis hijos, del pueblo bueno que sabe cómo cobrar sus deudas.
    - Pero... No pude terminar mis palabras. Hidalgo levantó la mano para que me callara. -Aquí ya no hay peros - me interrumpió sin necesidad de recordarme que era el único dueño del pandero -. este papel no vale nada, cuando entremos a Valladolid los curas firmarán los documentos que lo convertirán en una metida de pata. Te juro por Dios que tendrán que arrancarlo de todas las iglesias y delante de mi lo quemarán mientras se arrodillan para que los bendiga. No han entendido que el rey es nada, que el obispo es nada, y que yo soy todo. Yo soy el principio y el fin, el alfa y el omega, el que todo lo puede, el único que puede sanar las almas y abrirle las puertas del Cielo al pueblo. Yo soy el predestinado... (Pp 43-45)

La vida de Hidalgo era muelle. Nada ni nadie podía jalarle la rienda a sus entretenes. En Dolores no reparaba en gastos para jugar al teatro y mirar a sus fieles en el tablado. (...) Lo único que le interesaba de los tablados eran las criollas y las gachupinas que terminaban por convencerse de que eran las actrices que podrían ocupar un lugar en los escenarios de París, donde las flores rebosarían de sus camarines y los aplausos las ensordecerían. Ya después, cuando la calentura de la comedia se les enquistara en la carne, las penetraría en su lecho mientras que las palabras en francés y otomí les gritaban los insultos que la lujuria les reclamaba. Cada vez que las embestía y su cuerpo se arqueaba para derramar sus semillas, las voces de chienne y nx upaxi [prostituta, puta, ramera] le brotaban del hocico. (p 48)

Por mas cartas que le mandó, don Manuel Abad nunca creyó que Hidalgo usara ese dinero para socorrer a su grey y mejorar el pueblo que tenía a su cargo. Los ratos que pasaron juntos le descubrieron sus debilidades: era un fatuo, un tramposo, un cura solicitante y putañero que se zurraba en el confesionario y la santidad de la casa parroquial. (p 50)

Y cuando le avisaron de la muerte de su hermano Manuel, [Hidalgo] se convirtió en lo que ahora es... un hombre que se sueña todopoderoso e invoca el alma de su hermano para que regrese de donde nadie vuelve. (p 51)

El capítulo 9 describe vívidamente -como los que le anteceden- la llegada de Hidalgo y sus hombres a Valladolid; la manera en que los criollos y los gachupines "de bien" entregaron el mando de la ciudad al cura Hidalgo; la oferta de los curas de ofrecer "un Te Deum para disculparse y ratificar que la excomunión quedaba derogada"; describe como- mientras se celebraba la misa en catedral Hidalgo desencadenó a sus perros. Las casas de Dios fueron saqueadas. Los cálices se llenaron de chínguere y pulque, los vestidos de las vírgenes y las santas se convirtieron en los ropajes de las chimiscoleras que pecaban mientras se zurraban de risa, y muchos retablos alimentaron las hogueras que aluzaban sus bailes lúbricos y grotescos." y termina con una remembranza de Allende en la casa de Mariano Michelena imaginando un escenario distinto Si entonces nos hubiéramos levantado en armas nuestra insurrección no sería una turba sanguinaria, sino un asunto de militares y caballeros, de gente de bien que lograría que nos tocara lo que por derecho nos correspondía. (Pp 61-66) 

En el capítulo 10 Allende narra de manera sucinta la conjura\conspiración de Valladolid y de como comenzó a mentarse el nombre de Miguel Hidalgo. Acepté encontrarme con él. Una y mil veces maldigo ese día, pero ante lo hecho ya no hay más remedio que poner el pecho. Lo invité a sumarse sin saber que, en el momento definitivo, nos haría a un lado y se pondría al frente de los patanes para invocar las furias. Todo lo que habíamos planeado se perdió para siempre, delante de nosotros solo quedó el horror de la matanza. (p 71)

Si las casas del Todopoderoso no le merecían respeto ¿Qué podían esperar las otras?, (...) los ojos se quedaron fijos en los muros de la catedral. Aunque parecían recios y enteros, la riqueza del templo estaba destruida. Sin detenerse a pensar en su alma, don Miguel obligó a la curia a que le entregara la plata de los cepos y los cofres con siete llaves. Todos los reales terminaron en sus manos y los hombres del Torero sudaron la gota gorda para cargarlos. Hidalgo apenas sonrió a los sacerdotes y leas agradeció el apoyo a su causa. La excomunión que firmó el obispo también debía pagarse con plata. 
    Pero esto no bastó para coronar sus profanaciones, sin empacho envió a sus malandrines a que rebuscaran en los conventos y en el colegio de niñas. Los huertos fueron escarbados donde la tierra se veía floja, y muchas paredes se quebraron a fuerza d cinceles, marros y raquetas. ninguna moneda podía escapar de sus arcas y quedarse en los escondrijos. 
    El dinero que les arrebató a los clérigos y los europeos tenía un fin preciso. Cada domingo, los piojosos desfilaban delante del Torero y sus hombres para recibir la moneda que afianzaba la lealtad que se amamantaba de los saqueos y las venganzas. (Pp 75-76)

Cuando llegaban a una ciudad (no menciona el nombre) los recibió el espectáculo de un muñeco de Hidalgo consumiéndose en una hoguera; la reacción del cura la describe Allende como sigue: - Tú eres testigo de mi juramento, desde hoy no habrá inquisidor gachupín ni arzobispo gachupín, ni virrey gachupín, ni santos europeos. Todos esos cabrones se van a morir, te juro por Dios que se van a morir. Su sangre amorongada se regará por la tierra y sus ojos verán el lento suplicio de sus cuerpos sin pode gritar (...) cuando lleguemos a la capital del Reino te juro por el alma de mi hermano que entraré a la catedra para rogar por el castigo eterno de esos hijos de puta. (...) De esos malditos apenas quedarán las cenizas que dejarán de humear cuando me mee sobre ellas. (P 84)

Hidalgo era putañero y se amancebaba con cualquiera que el abriera las piernas (...) los que lo conocían de tiempo contaban que el pedernal que incendió las cosas chocó contra la yesca de uno de sus jolgorios: delante de unos curas de buena cuna dijo que en hebreo no existía la palabra virgen, que el signo de Virgo no podía endilgársele a la madre de cristo. ella era una cualquiera y sus calenturas sonrojaban a la Magdalena. Ella era tan puta como la más grande de las putas.
    Y, como ya estaba encarrerado y alumbrado por el alcohol que se había metido entre pecho y espalda, las palabras también se le fueron cuando afirmó que los actos carnales y el celibato eran una estupidez, (...) que Dios autorizaba los placeres de la lujuria, las corridas de toros, los juegos de apuesta y las bebidas (...)
    (...) lo vieron bailando en Zitácuaro con una mujer de comprobada reputación, (...) y en la casa parroquial entraban las hembras que salían despeinadas y con la ropa desarreglada. en Dolores abrían la puerta del despacho, pasaban a su habitación y abandonaban el lugar por la notaría del templo.
    El enviado de la Inquisición no se tardó mucho en llegar de la capital del Reino para averiguar lo que se sabía y decía (...) Los pecados del cura estaban claros. Mas de tres putas hablaron delante del inquisidor: Hidalgo era su cliente y, cuando alguna intentaba pasarse de la raya, las mandaba apresar para encerrarlas (...) ninguna de esas mujeres volvió a ver la luz de la calle, (...) en la prisión, las voces que lo acusaban se dictaminaron como arrebatos de locura o una muestra clara de endiablamiento. Esas putas tenían que ser amarradas hasta que se atreguara su razón o, en el peor de los casos, tenían que quedarse embrocadas para recibir una lavativa colmada de agua bendita.
    Las veces que se amancebó nunca quedaron claras, los números de sus amoríos no le cuadran a nadie. Las sirvientas que llegaban a la casa parroquial (...) las criollas que actuaban en sus comedias. Su miembro tieso parecía negarse al reposo y cada himen que rajaba se convertía en una nueva corona. 
    Lo que sí era un escándalo que no podía callarse eran los hijos que dejaba regados y las mancebas que mantenía con las limosnas de sus parroquias (...) Con una tal Manuela tuvo dos criaturas (...) cuando se hartó de Manuela la obligó a casarse, (...) Hidalgo la vendió como si fuera una negra (...)
    El abandono de Manuela no era casual. Josefa ya se le había metido en la cabeza y la calentura no lo dejaba ni a sol ni a sombra. Sus ojos incitantes, su boca carnosa, sus nalgas poderosas y su pecho abultado valían más que su viejo amancebamiento. Ella era joven. Manuela ya estaba madura y en las chichis comenzaban a marcársele las arrugas. Dicen que a Josefa la penetró contra natura, que ningún hueco de su cuerpo quedó sin ser profanado, y que su padre, un carpintero sumido en la miseria, todo lo aguantaba con tal de no morirse de hambre ni ser condenado al infierno por el cura solicitante. Nada se sabe del destino final de Josefa, las lenguas que no conocen sosiego aseguran que entregó su alma poco tiempo después de sus amoríos.
        Yo solo vi de cerca a la que decían que era una de sus mujeres: Bibiana Lucero (...) Hidalgo siempre la presentó como su amiga querida y mujer castísima -a pesar del mocoso que carga y berreaba- En un lugar donde los secretos sobraban, no había mas remedio que guardar silencio delante de ella. Ya después, cuando se largaban, los chismes y las habladas se soltaban la lengua. 
    Los pliegos que se llenaron de letras delante del inquisidor no tuvieron un buen destino. (...) El Santo Oficio apenas le dio un jalón de orejas y los papeles se guardaron. Hidalgo era uno más de los religiosos que rompían el celibato (...) pero cuando las matanzas y los saqueos se conocieron, los inquisidores desempolvaron sus páginas y el proceso se reanudó. En menos de lo que canta un gallo lo conminaron a que se presentara delante de los jueces. Hidalgo los mandó al diablo, por eso ya solo quedaba un camino: quemarlo en efigie. (Pp 86-90) 

Allende cuenta que Hidalgo gustaba de otorgar nombramientos similares a los del ejército cada persona que llegaba de lejos se iba con uno de esos (...) ninguno se quedó sin un grado rimbombante y sin las órdenes de insurreccionar sus tierras. A don Miguel le daba lo mismo si tenían tropas o andaban solos por el mundo, si eran unos malvivientes o eran hombres de bien. 
    Por más papeles que firmara y por más desharrapados que mandara a insurreccionar, las desgracias que nos perseguían estaban muy cerca. [En San Miguel de Allende] los mandamases de los realistas le soltaron la rienda a sus hombres para que saquearan la casa de Juan [Aldama] y la mía [Ignacio Allende]. Los hachazos destrozaron las puertas y nuestros muebles alimentaron las llamas.
    En Dolores, la casa de Hidalgo tuvo el mismo final. Nada o casi nada quedó de ella. Los libros fueron quemados y el colchón de sus pecados ardió juntó con sus muebles y sus triques. Bibiana, la mujer que tanto le gustaba, los realistas la raparon, le arrancaron la ropa y la obligaron a arrastrarse mientras la gente la escupía y la pateaba. Su bastardo tampoco tuvo un buen final, los soldados de Calleja lo llevaron a un chiquero y lo amarraron después de rajarle la panza. El olor de su sangre atrajo a los marranos que lo devoraron. (Pp. 91-96)

Aunque nunca me lo dijo y ninguno de los suyos me lo contó, yo les puedo jurar por los clavos de la cruz de Cristo que don Félix [María Calleja] estaba seguro de que la rebelión solo se terminaría cuando tuviera en sus manos la cabeza de Hidalgo. (p 110)

Don Miguel decía que los hechos le daban la razón. Toluca se rindió sin necesidad de tiros y cañonazos. (...) Cuando el caballo de don Miguel llegó a la entrada de la ciudad, lo cubrieron con un palio para que el sol no le molestara en su andar. (...) Los cuatro sacerdotes que lo sostenían rezaban para rogarle al cielo por su triunfo. (...) Hidalgo era el amo y señor, el dueño de las vidas, el único que podía dar el perdón.
    - Los toluqueños sí saben como recibir al que todo lo puede, al que es más que cualquiera - me dijo después que nos instalamos en una de las casas que abandonaron los europeos. 
    - ¿Y si el miedo fuera lo único que los mueve? le pregunté.
    - Es mejor que me teman - murmuró-, yo no deseo que me quieran... a mi me basta con que me complazcan, para eso me sirven los hombres y las mujeres. (Pp 116-117) 

A Hidalgo le urgía tomar la Ciudad de México. (...) estaba seguro que los zafios se dejarían matar y matarían por una sola causa: cuando la capital del reino cayera en sus manos, tendrían rienda suelta para saqueo. (...) Hidalgo confiaba en que éramos invencibles. 
    Solo Juan [Aldama] y yo teníamos telarañas en la cabeza: don Torcuato [Trujillo] no se rendiría y seguro nos esperaría en el lugar preciso. (...) Toluca no fue profanada por los buenos hijos de Hidalgo. El recibimiento y el infinito besamanos bastaron para que su orgullo lo obligara a mantenerlos sosiegos. 
    Los curas que andaban embelesados con don Miguel salieron de sus templos y les gritaban a los muertos de hambre mientras se arañaban la cara, se jalaban las greñas y se rasgaban la sotana. Según ellos, Hidalgo era el nuevo Cristo, un Jesús más poderoso (Pp 119-120)

El capítulo 20 narra el encuentro -en Monte de las Cruces- entre el ejército realista al mando de Trujillo y los insurgentes al mando de Hidalgo; la derrota de los insurgentes, el primer encontronazo terminó en una matanza. A esas alturas no quedaba más remedio que mandar al cura al carajo, la chusma estaba despedazada, y la posterior retirada de los realistas. 
    El cura collón se escondió mientras nos jugábamos la vida. Allá, lejos de la batalla y cubierto por una arboleda, se agazapó mientras sus rufianes lo cuidaban y sostenían las riendas del caballo que lo ayudaría a huir si la fortuna nos negaba la victoria. 
    Antes de retirarse de ese lugar, Hidalgo ordenó que se sepultarán todos los caídos, ningún cuerpo fue enterrado sin ser profanado. los salvajes hurgaban en las bolsas de los cadáveres para robarse lo que tuvieran. A muchos los desnudaron y los descalzaron, (...) las mujeres arrancaban los botones brillosos y se peleaban por una moneda de cobre o un guarda pelo que les encandilaba la mirada, los niños entraban a las fosas para terminar de robar a los caídos. Hidalgo nada les dijo y nada impidió. El pueblo bueno tenía su botín y el acariciaba el suyo. Las armas que los soldados dejaron abandonadas...(Pp 127-131) 

La novela continúa con la narración de como estuvieron a punto de tomar a la ciudad de México y de como el virrey se rehusó a rendirse; a pesar de que ellos (los insurgentes) se sabían superiores en número y con amplias posibilidades de éxito, Hidalgo ordenó retirarse, en esos momentos, ninguno de nosotros conocía sus verdaderas razones: el virrey le mandó un pliego secreto donde le advertía que sus parientes serían pasados a cuchillo en el momento en que diéramos el primer paso. Para el cura bribón, la ciudad valía menos que sus hermanas, su cuñada y los hijos del hermano muerto. Ese día las cosas quedaron rotas para siempre. (p 142)

Un capítulo siguiente narra la vida violenta del  Torero (guardaespaldas de Hidalgo), de la saña con la que asesinaba desde muy joven; de como lo atraparon mientras golpeaba salvajemente a una mujer y como don Miguel lo sacó de la cárcel (...) le puso la mano en el hombro y lo obligó a hincarse. -Dios te puso en mi camino y te perdona todos tus pecados - le dijo-, tú no debes separarte de mi lado, tú eres mi ángel guardián, mi protector, mi espada ardiente. (...) -Dios me reveló que podrás seguir haciendo lo que haces, que la justicia humana y las leyes divinas no son para gente como tú... pero tienes que estar a mi lado y obedecerme sin replicar (p 153)

El suyo era el camino que marcan los asesinos, los que no encuentran sosiego ni tienen llenadera para sus arrebatos. El cura ansiaba que lo llamarán Alteza Serenísima mientras que todos los hombres se hincaban y las mujeres no se le negaban. (p 155) para lograrlo intentaba convencer a un militar de cepa, alguien que sepa lo que le conviene y esté dispuesto a abandonar a sus amos para luchar por la gloria, la fama y la fortuna que lo cubrirán de plata (...) Dios es mi aliado y el rey nada puede en contra de él. Yo estoy bendito, el Borbón está maldito desde que se culeó delante de Bonaparte... Calleja y Flon no son nada, yo soy el Cristo resucitado (p 157)

En Aculco, en vísperas de una batalla contra el ejército comandado por Calleja y considerando que era para ellos (los insurgentes) una derrota segura; Allende -secundado por Aldama- propuso una separación para atacar a los realistas en flancos distintos; Hidalgo aceptó, fue entonces que se separaron; sin embargo, Hidalgo faltó a su palabra y enfrentó a Calleja, el resultado: una derrota terrible. Cada uno huyó como mejor pudo. Mis hombres y yo nos retiramos por una vereda que llevaba a quién sabe donde, los huarachudos corrieron por todas partes, y el cura, siempre escoltado por el Torero y sus barbajanes, se largó por otro camino. (p 163) 

Se reunieron después para continuar con la lucha, acordaron que Hidalgo se iría para Valladolid y Allende para Guanajuato. Al llegar a Guanajuato, la ciudad se entregó [a Allende] sin resistencia, allí construyeron cañones, se abastecieron de pólvora y se prepararon para enfrentar a Calleja sin embargo, la preparación el resultado fue una nueva derrota y Allende y Aldama tuvieron se retiraron a Valladolid en donde se enteraron de que Hidalgo no había tenido tampoco el éxito deseado y para hacerse de dinero había ordenado secuestrar a todos los gachupines que pudo, Cada uno valía una alforja retacada. Algunos lograron pagar el rescate; pero otros no lograron conseguir las monedas que les reclamaba el cura. (...) Los que lo vieron cuando ya se retiraba rumbo a Guadalajara cuentan que, mientras caminaba hacia su caballo acompañado del Torero, se detuvo y le ordenó -encárgate de los que no pagaron. En la barranca de Bateas quedaron los cuerpos degollados. (Cap. 28)

Allende y Aldama se separaron; la venganza es lo único que nos queda. Por más que quieras, no nos podemos rendir así como así. No somos perros; por mas jodidos que estemos, no podemos agachar las orejas ni meter el rabo entre las patas para presentarnos delante del virrey. Dividámonos. Encuentra a Iriarte [Rafael] y mátalo, yo haré lo mismo con el cura cabrón. Después de eso, Dios dirá lo que debemos hacer (p 179) [Rafael Iriarte: personaje con influencia en el inicio de la revolución de independencia en la región de San Luis Potosí y Zacatecas de la Nueva España. Sus correrías lo hicieron famoso pero denostado y calificado como traidor a la causa insurgente Iriarte fue fusilado tempranamente en el proceso de revolución]

Aguascalientes se entregó a Allende sin problemas, colaboró en todo cuanto se le requirió, eso permitió a Allende fortalecer su ejército; allí les hicieron uniformes nuevos y les dieron todas sus armas con las que abasteció el polvorín; La confianza llegó a mi alma y me devolvió lo perdido. Pero no sabía que las malas artes de Hidalgo eran tan poderosas. Sus cruces de cabeza y las profanaciones le daban fuerza (...) sus conjuros no tardaron en mostrarnos su furia (p 185) presumiblemente Hidalgo mandó a estallar el polvorín, cuando Allende llegó a donde la explosión Las paredes estaban tumbadas y quebradas ... los sodados que lo cuidaban estaban despedazados, en la calle se miraban los cuerpos destripados de los caminantes. Las casas cercanas también estaban destruidas ... Después de (ver) eso, las piernas no me dieron para seguir adelante. Lo que hice tal vez fue un crimen. Volví sobre mis pasos. Y sin escuchar ningún ruego, ordené que abandonáramos la ciudad. Mis soldados no debían mirar lo que había pasado y los cadáveres tendrían que ser olvidados. (p 186)

Juan (Aldama) cumplió su palabra. desde que llegó a su lado, mintió hasta que las orejas de Iriarte se rebosaron. Siete veces juró por los clavos de la cruz de Cristo que me había abandonado y estaba arrepentido de los meses que anduvo de alzado. (...) Aunque al principio dudó, Iriarte terminó por creerle. 
    Después de que se bebieron una botella de chínguere [aguardiente común] para espantar las mentiras, el traidor le contó lo que planeaba. (...) A Iriarte solo le importaba salvarse. 
    Las sonrisas y los tragos que refrendaban la hermandad no tuvieron sosiego mientras avanzaban. Una noche Iriarte estaba medio borracho y Juan desenvainó su verduguillo. La punta matapuercos era lo único que se merecía ese maldito. Se acercó al traidor, lo tumbó y lentamente comenzó a encajarle el acero. después de matarlo Juan destapó ante los hombres de Iriarte la carreta donde el traidor guardaba su plata, --es suya -- les dijo --, agárrenla y váyanse para donde se les pegue la gana. Él anduvo vagando pues no podía regresar a san Miguel ni a Dolores, ni a Guanajuato o Querétaro; se fue para la Sierra Gorda y durante un tiempo se acogió con los franciscanos donde solo aguantó varias semanas y regresó con la mirada cambiada. (Cap 31)

Hidalgo avanzaba hacia Guadalajara; En Tlaquepaque ya lo esperaban -Gracias por recibirme como lo merezco - les dijo el cura; y comenzó a explicarles sus deseos: en las calles por las que pasara se levantarían arcos de triunfo, los integrantes de la curia abrirían la marcha con el estandarte de la Guadalupana y él avanzaría bajo un palio que sería sostenido por las autoridades de la ciudad. Todos los que marcharan a su lado debían mirar al suelo en señal de sumisión. Ninguna campana debería quedar sin sonar y los poetas de Guadalajara compondrían una comedia para celebrar su fama y sus triunfos. (p 201).
    En el banquete de la victoria que se ganó sin batallas, -que también ordenó Hidalgo - agradeció: Gracias hijos míos... su amor me conmueve. Y más me conmueve lo que algunos me han suplicado con lágrimas en los ojos. Yo sé que quieren llamarme príncipe, pero eso es un exceso para alguien como yo. Un criollo que tuvo un padre casi ciego y que cuidaba tierras ajenas no puede aspirar a tamaños honores. Por favor no me avergüencen ni me sonrojen, para mi basta con que ustedes me digan alteza serenísima y hagan una reverencia. (p204) y por la noche, en el teatro se representó la comedia que también solicitó; una comedia que contara sus hazañas y les mostrara a todos sus infinitas victorias. Él era el nuevo Cristo, el Jesús de la venganza y la lujuria, el único que podía salvar a sus hijos y perdonar a los enemigos, el alfa y el omega que corrían a la par del mundo. (p 205)
    La noche ya estaba entrada cuando Hidalgo llegó a sus aposentos. La boca le olía a aguardiente y los dedos a la manteca de la comida. Las jóvenes que lo acompañaban no volvieron a sus casas hasta que el sol se asomó. esa mañana las dos tenían la mirada baja y su piel apestaba a macho cabrío. Ninguna volvió a pronunciar una palabra, ni siquiera asintieron cuando la familia habló de recluirlas. En el convento se suicidaron. Las fiestas, desfiles y el desenfreno del cura continuaron durante muchos días. 

En Guadalajara Hidalgo instauró un gobierno tirano de facto, Allende narra como el cura firmó el decreto fatal por el que condenaba  muerte a  la persona que se atreviera a mal hablar o a insultarlo. Las maledicencias no podían rozar a su Alteza Serenísima. (...) también ordenó que nadie, absolutamente nadie, ocultara sus riquezas. Todas debían ser entregadas al pueblo bueno (...) antes de que pasara una semana, en el cuarto del cura había mas de trescientos mil pesos de plata y sus dueños colgaban en las plazas paa mostrar que nadie podía engañarlo.
    Las fiestas -que corrían a cargo del pueblo- continuaron, las jóvenes que merecían ser desvirgadas comenzaron a escasear; Guadalajara se estaba volviendo aburrida; además Don Miguel ya no solo quería que le lamieran las botas. Había ordenado que lo amaran, pero la gente bien nacida se negaba a hacerlo. Por eso había que castigarla, con ellos los hombres de Hidalgo organizaban "corridas" en las que "toreaban" hasta matarlos a los prisioneros que se negaran a las ordenes del cura. [Cap 34]

Allende cuenta que cuando se descuidó la vigilancia que Hidalgo tenía sobre él, fue a reunirse con su hijo Indalecio, con otros curas y con el gobernador de la Mitra , allí planearon deshacerse de Hidalgo envenenándolo, la oportunidad se les presentó cuando Hidalgo abandonó brevemente la mesa donde comían "el vaso de aguardiente no se enturbió con las gotas que le pusimos. Su número era preciso, era el mismo que tenían las monedas que Judas recibió por traicionar a Jesús, pero el intento de hacerlo se frustró porque al regresar a la mesa Don Miguel volvió acompañado por uno de los hombres del Torero. Sin disculparse por su ausencia se sentó mientras el bandolero carraspeaba. -Ten- le dijo mientras le ofrecía su vaso-, no vaya siendo que se te salga un gargajo y le caiga a mi comida. ese hombre fue el que falleció, el cura nada hizo por tratar de salvarlo - ya o hay nada que hacer... ni modo, así son las cosas. Hay gente que se muere en lugar de otra. Por más que algunos le busquen, las personas no se difuntean cuando los traidores lo anhelan. Nadie se muere cuando quiere, los hombre solo entregamos el alma cuando podemos.  a manera de venganza Hidalgo ordenó que ellos, Aldama, Allende y su hijo Indalecio fueran en la primera línea de combate cuando se enfrentaran a Calleja. Y en lo sucesivo antes de que Hidalgo comiera o bebiera, un indio probaba sus alimento... (Cap. 35)

Calleja endureció la búsqueda de Hidalgo y los insurgentes, firmó un bando: por cada uno de sus hombres que muriera, cuatro lugareños serían fusilados, (...) y por cada herido, cuatro más serían desmembrados con caballos y tenazas. (...) La mudez fingida y la falsa ceguera también serían castigadas sin miramientos. (...) Todo lo que vieran y supieran del cura debía ser contado antes de que los realistas se lo preguntaran. Si a alguien le comían la lengua los ratones, le sorrajarían veinte azotes, y sobre las llagas le embarrarían sal pulverizada. Sus amenazas eran reales y todas se cumplieron a carta cabal (p 220) Hidalgo, por su parte estaba seguro de que vencerían a Calleja por su superioridad numérica ¿les parecen pocos los tres mil jinetes y los casi veinte mil hombres que están dispuestos a rifársela hasta la muerte?; sin embargo, las noticias que llegaban sobre la rudeza de Calleja hicieron que poco a poco los insurgentes empezaran a desertar, Los huecos que (Hidalgo) miraba en los campamentos no podían ocultar. Y, cuando después de que le miedo le hundió las arrugas de la cara y le apretó los güevos, volvió a tomar la pluma para invocar a satán: Todos los desertores pagarían su cobardía con la muerte. (...) Los patarrajada estaban atrapados entre dos espadas: la de Calleja y la del cura. Ninguna tenía brizna de piedad. Pocos días después los realistas y los insurgentes estaban el uno a la vista del otro e Hidalgo ordenó el avance de las tropas con Juan Aldama, Ignacio Allende e Indalecio Allende al frente de las mismas. (Cap. 36) 

El enfrentamiento en el Puente de Calderón significó una derrota aplastante de los realistas de Calleja sobre los insurgentes de Hidalgo; los hombres más cercanos a Hidalgo, los que los protegían, perdieron la vida. Hidalgo los miraba. sus ojos pelones no podían negarse a ver que todo estaba perdido. En un solo instante, sus sueños y sus anhelos ardieron hasta que se volvieron cenizas. Ahí fue cuando se quebró para siempre. (p 228). 
        Los que pudieron escapar se dirigieron a Guadalajara, antes de entrar a la ciudad enviaron emisarios pregonando la victoria del cura; esa mentira liberó a los demonios y los dragones que San Miguel y San Jorge tenían atrapados. se desataron saqueos y matanzas y antes de que la noticia verdadera de la derrota llegará, tomaron rumbo a Aguascalientes; la gente de esa ciudad no presentó batalla y la tropa insurgente pudo recuperarse un poco pues nadie estaba dispuesto a tendernos la mano, (...) a como diera lugar, debíamos llegar a Zacatecas por eso avanzaban lo más rápido que podían, sin detenerse a auxiliar a sus compañeros heridos; cuando llegamos a la Hacienda del Pabellón nos detuvimos. El momento de dejar las cosas claras estaba enfrente de nosotros. Con la presencia de (Ignacio López) Rayón, Aldama -por orden de Allende- redactó un documento que Allende leyó a Hidalgo: Por gracia de Dios, los oficiales criollos decidimos que su merced [Hidalgo] queda depuesta de cualquier mando. Sus acciones permitieron la muerte de los inocentes, el saqueo de propiedades de personas de bien, y su torpeza posibilitó que Calleja nos derrotara. Por estas razones, se le condena al silencio y la mansedumbre, y se le obliga a no abandonar las tropas criollas que recuperarán el rumbo de la campaña. (P 233) Rayón intercedería por Hidalgo sabedor del valor que Hidalgo representaba para el movimiento. Él es quien junta a la gente, él es el que convoca a los aliados y logra que las columnas no enflaquezcan hasta quedar enclenques. Si ustedes lo condenan al silencio, en menos de lo que canta un gallo nos quedaremos sin partidarios... Hidalgo es indispensable. (...) Algo de razón tenía: Hidalgo era capaz de lograr que los muertos de hambre se sumaran a nuestras tropas y, en esos momentos, nos faltaban para enfrentar a Calleja. (Caps 37 y 38)

El poder de Hidalgo se rompió para siempre, sin embargo Allende sabía que una moneda en la mano correcta podía liberar a Hidalgo, por eso cuando detuvieron su marcha para descansar, hizo traer a Mariano [hermano de Hidalgo] y lo obligó a entregar toda su fortuna; habiéndola obtenido la utilizó para licenciar a todos los insurgentes les entregamos tres marcos a cada uno de los miserables a cambio de sus armas (...) lo único que nos importaba era quedarnos con los soldados leales y disciplinados, con los hombres que no le harían el caldo gordo al cura bribón. (p 236). Continuaron su camino hacia Zacatecas. Nadie, ni siquiera Rayón o su mujer, podían acercarse a Hidalgo. Al llegar a Zacatecas sus presentimientos se confirmaron; Los cerros de plata no llegaron a nuestras manos y las armas se escondieron. (...) Así, apenas nos repusimos, seguimos hacia el norte. (Cap. 39)

Antes de llegar a Saltillo dejaron a Hidalgo en una hacienda cercana, su presencia era capaz de alborotar el gallinero, Indalecio y un pelotón de hombres de probada confianza serían sus guardianes (p 239); obligaron a Hidalgo a que firmara el papel que anunciaba su renuncia al mando y cuando entraron a Saltillo hicieron pública su renuncia y obligamos a todos los pregoneros a que la gritaran hasta que el gañote se les desgarrara. Este hecho les abrió las puertas de la gente de bien. Nunca más ocurrirían matanzas como las de Guanajuato, Valladolid y Guadalajara, nunca más se saquearían las propiedades.
        Mientras estaban en Saltillo recibieron oferta de indulto por parte del Virrey, decidieron no aceptarla. Habíamos perdido la seguridad desde el momento en que se iniciaron las profanaciones, los saqueos y los asesinatos. Allá, en San Miguel y en todos los lugares por los que pasamos, nos esperaba la gente que tenía ansias de venganza. -Si tuvieras una hija que fue ultrajada por un muerto de hambre, ¿no querrías cobrarle la ofensa al hombre que lo permitió?- le dije. --Que sea lo que Dios disponga-- me dijo Juan y nos quedamos sentados en silencio hasta que la luz de la mañana se asomó por la ventana. (Cap.40)

En condiciones cada vez más terribles; con el bastimento cada vez más menguado hasta quedar sin agua ni alimento,  siguieron su camino hacia el Norte. Las voces que contaban nuestras desgracias eran más veloces que las monturas, por eso, sin que a nadie le temblaran las patas, la gente comenzó a preparar la engañifa, la traición que terminaría con nosotros. El tal Elizondo [Ignacio] no estaba conforme con venderles caballos a los realistas, sus ansias de dinero lo llevaron a sumarse a sus tropas y proponer la traición precisa: (p 243) y para lograrlo estuvo enviando cartas ofreciendo su ayuda hasta que el hambre y la sed hicieron que Allende aceptara; cuando se encontraron con los hombres de Elizondo nos recibieron como si fuéramos sus amigos de toda la vida. --dejen aquí a sus hombres para que recuperen las fuerzas, ustedes síganme para que puedan descansar como Dios manda-- Obedecimos. Las Norias se mostraron delante de nosotros. Y en el instante en que íbamos a clavar las espuelas a las monturas para matarnos la sed, los tiros comenzaron. No pudimos defendernos. Los hombres que se quedaron atrás también eran atacados y no teníamos manera de enfrentar a los soldados de Elizondo. Indalecio trató de huir hacia una arboleda, y antes de que las ramas secas pudieron protegerlo, las balas le reventaron la espalda y las tripas. (...) Tiramos las armas y levantamos los brazos. Elizondo se acercó con los suyos y los grilletes se adueñaron de nuestra carne. Todo se había terminado. (...) Ahi estábamos, engrilletados y con la ropa desgarrada, sucios como miserables y con los rostros marcados por la derrota. La voz de Hidalgo se había apagado por completo. 

Así seguimos hasta que llegamos aquí, [En las cercanías de Monclova, Coahuila, en el paraje denominado Acatita o Norias de Baján] al lugar donde seríamos juzgados y condenados para cumplir con el expediente. 

Fin del relato de Allende

En un capítulo final, Trueba narra la experiencia de escribir la novela sobre Miguel Hidalgo, las vicisitudes que superó, las fuentes que consultó y lo difícil que resulta escribir sobre el mito de Hidalgo como verdadero y único Padre de la Patria. (...) es necesario recalcar que estas páginas no buscan decir verdad sobre Hidalgo y tampoco someterlo a un juicio sumarísimo que lo condene a la ignominia. (...) Este libro solo es una novela, (...) no es un libro de historia, sino una ficción en la que se cuenta algo de lo que pasó, algo de lo que pudo haber pasado y algo de lo que yo quise que pasara. En ella la mentira y la realidad se entretejen siguiendo los dictados de mi imaginación para mostrar una imagen lejana del mármol y el bronce. Esta novela es una provocación. 

La entrevista  de Irma Gallo al autor es un plus para esta publicación. 



FUENTE DE INFORMACIÓN:

Trueba Lara José Luis. (2021, Junio). Hidalgo, la otra historia. Océano. México.